De origen cordobés, La chancha es una película extemporánea en relación con el cine independiente argentino. En lugar del estilo predominante -desdramatizado, observacional, “como la vida misma”-, desarrolla una trama, un relato de hechos cuidadosamente dosificados, un punto de vista con respecto a lo que narra e incluso una dosis de suspenso. Aunque no se trate en lo más mínimo de un policial o de un thriller, sino más bien de un drama psicológico, si se le quiere pegar alguna etiqueta. El suspenso está dado por una relación previa entre dos de los personajes, que se mantiene como carta tapada hasta que se devela. En lugar de narrar como si no hubiera un demiurgo ni un espectador, la película de Franco Verdoia (primera como realizador, después de dos trabajos conjuntos) funciona teniendo en cuenta esas dos instancias del relato, de modo clásico si se quiere. De hecho, respeta la curva dramática aristotélica en cuatro actos: comienzo, desarrollo, nudo y conclusión. Y hay un drama, algo que el grueso del cine independiente argentino suele obviar con ahínco, como si se tratara de una antigualla.
El comienzo sí podría ser, por su cotidianeidad, el de cualquier película independiente argentina. Pablo (el excelente Esteban Meloni, un actor subvalorado y subempleado), su esposa Kelly (la actriz brasileña Raquel Karro) y el hijo de ésta, Joâo (Rodrigo Silveira) llegan a un hotel próximo a La Cumbre, Córdoba, para pasar la semana santa. Se suceden una serie de hechos más bien banales: el disgusto de Kelly ante la habitación que les toca, los padres con el ojo puesto en Joâo, el dueño del hotel algo charlatán, un matrimonio que tiene un bulldog francés, Joâo que se pone a jugar con el perro. Allí termina lo meramente cotidiano (el primer acto) y comienza el drama propiamente dicho. Desde el momento en que divisa al matrimonio integrado por Miguel (Gabriel Goity) y Alicia (Gladys Fiorimonti, desembarcada directamente de la televisión), Pablo reacciona con una aprensión que parece fuera de lugar. Hasta el punto de que a espaldas de Kelly hace una reserva en otro hotel. Miguel también empieza a mostrarse extrañamente nervioso. Allí está el desarrollo. El nudo, clímax o desenlace tendrá lugar a bordo del cableacarril de Los Cocos, peligrosamente suspendido sobre el vacío.
La chancha trabaja sobre un fuera de campo traumático ubicado en el pasado, que explica todo aquello que en la superficie resulta extraño. De a poco comienza a entreverse que entre Pablo y Miguel hay una relación previa, razón de la tensión que sibilinamente comienza a instalarse entre ellos. Y que, claro, no puede ser develada aquí. Con la ayuda inestimable de Meloni y Goity sobre todo, Verdoia construye esa tensión con mano firme. Durante una representación del calvario que parece salida de La pasión de Cristo de Mel Gibson, Pablo desespera porque pierde de vista a Joâo, de modo que un sonido de percusión se vuelve subjetivo. En el hotel hay una granja, con una chancha encerrada a la que le da por comer crías. En términos dramáticos, la chancha cumple dos funciones: remitir a una chancha previa y generar una sensación de amenaza, que expresa la intimidad de Pablo.
Verdoia utiliza sistemáticamente el desenfoque como recurso narrativo y dramático, variándolo en el mismo plano y focalizando, justamente, sobre Pablo, como forma de concentrar en él el relato visual, difuminando el fondo. El plano final, también concentrado sobre un rostro, señala lo que podría ser una continuidad del trauma. Dentro de un elenco ajustadísimo se destacan, como queda dicho, los antagonistas Meloni y Goity. El primero expresa una tensión reconcentrada, que no osa decir su nombre. Goity, por su parte, combina una mezcla de huidizo nerviosismo con un sentido de amenaza, que hasta el momento en que llegue el desenlace se mantendrá larvado. Fuera de campo del pasado, entonces, y también de la intimidad.
La chancha 7 puntos
Argentina/Brasil, 2020
Dirección y guion: Franco Verdoia
Fotografía: Joâo Castelo Branco
Duración: 97 minutos
Intérpretes: Esteban Meloni, Gabriel Goity, Raquel Karron, Gladys Fiorimonti, Rodrigo Silveira
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