¿Cuál es la importancia de la divulgación histórica para acercar el conocimiento más allá del ámbito académico? Según Andrea Andújar (UBA), “colabora en democratizar nuestro saber y las herramientas con las que lo construimos. También nos induce a enriquecer nuestra propia imaginación histórica al ligar nuestras biografías particulares como historiadorxs con el tiempo, el lugar y la sociedad en que nos toca vivir: qué contamos, cómo lo contamos, con qué instrumentos lo hacemos, apelando a qué términos y en función de qué temas y problemas construimos la comprensión del pasado, tiene mucho que ver con el contexto en que nos movemos, con nuestras preferencias y con las sensibilidades que nos van moldeando”.
“La música, la fotografía, el cine, la poesía o las novelas y los cuentos, los programas de radio o de TV pueden ser instrumentos riquísimos para colectivizar el conocimiento de lo sucedido. Se trata de herramientas que han formado parte de la elaboración del pasado y de su transmisión, pero que hasta hace poco tiempo no revestían el estatus de ‘correctamente académico’ para su uso”, subraya Andújar.
A su juicio, y como síntesis, la divulgación histórica “es una suerte de espacio central para invitarnos a un intercambio genuino, honesto y horizontal sobre todo, entre quienes oficiamos como historiadores profesionales y quienes no lo son -a sabiendas, además, de que la historia es solo una manera de contar el pasado y no la única-. Es una herramienta de intervención política pues amplía profundamente la potencia de reflexión sobre quién, cómo, para qué y en qué mundo queremos vivir”.
Para Pablo Ghigliani (UNLP), la historia es “un campo en permanente disputa. No procuramos producir historias atractivas sino historias contemporáneas, es decir, que tengan sentido para la lucha de clases, las luchas de género, las luchas contra la discriminación racial, las luchas de los pueblos indígenas, las luchas de los ambientalistas, por citar algunas de las hoy más visibles y cotidianas”.
“Solemos pensar en la divulgación –reflexiona Ghigliani– como lo que viene después de la producción de conocimiento científico serio y riguroso. No niego que algo de esto hay. Pero esta es una concepción unilateral de la producción de conocimiento que entraña el riesgo de entender a la divulgación como una historia de segunda clase. Tiene un tufillo elitista y unidireccional que me desagrada. De un lado del mostrador, los historiadores profesionales; del otro lado, el vulgo, los comunes, el pueblo. Ojo que esta es una visión compartida también por muchos profesionales de la divulgación.”
El investigador reivindica la “producción de conocimiento en formatos múltiples” que ofrecerá “Memoria Obrera”: “¿Qué otra cosa venimos haciendo desde hace décadas lxs miles de docentes que no solo escribimos y reescribimos textos para las aulas sino que buscamos películas, podcasts, canciones, fotografías, comics, cuadros, memes, cuentos, poemas, y un largo etc., para pensar junto a lxs estudiantes el pasado y el presente de nuestras sociedades?”.
“La conciencia histórica es un arma esencial en todas estas disputas –define–. El pasado, el presente y el futuro están íntimamente entrelazados. En la historia escrita, ya que las preguntas que formulamos dependen siempre del presente y del futuro que imaginamos; en la historia vivida, ya que el pasado coacciona el presente y el futuro opera como proyecto político en las luchas sociales.”