Y la cuarentena sigue… La pandemia nos obliga a cuidarnos mutuamente y a no exponernos, ni propagar el virus que podemos alojar en nuestros cuerpos. La imagen de que todo cuerpo es un ‘peligro-en-potencia’ es impresionante, es un aspecto oscuro y opaco. Tal vez por eso hay tanto énfasis en resaltar los buenos aspectos del ser humano, los ideales, para velar ese aspecto tan sórdido.
Pero esa cara oscura tiene efectos, como el surgimiento de un sentimiento de culpabilidad que se puede ubicar diferentemente: en los médicos o el personal de sanidad, que a pesar de curar y cuidar, pueden ser portadores del virus, en los mayores que pueden enseguida caer y contagiar, los de otra ciudad, provincia o país, incluso los niños que parecen no sufrirlo pero son portadores sanos. Como ese pequeño, que se siente culpable por ser él, aunque no tenga síntomas, quien podría enfermar a su familia. O aquel otro que tenía una crisis de terror pánico de ir a ver al médico por temor a que descubran que se va a morir.
El hecho de la convivencia entre padres e hijos, juntos las 24 horas del día en una casa, durante tantos días, trae situaciones de variadas características. Para algunos se les hace insoportable, violento y angustiante. Otros encuentran invenciones que les permiten sortear la dificultad. Como contaba esta Señora sobre sus hijos que habían estado construyendo fuertes y castillos para defenderse con sábanas, frazadas, muebles y otros objetos de la casa. Ponían tanto empeño que los admiraba, a pesar del desorden de su casa. Otra niña explicaba la cuarentena “No hay que salir, porque si el coronavirus no te ve, se va”. Así, identificándose al virus, el ‘enemigo invisible’, se defiende haciéndose ella también invisible al virus y manifiesta cómo la dimensión de la mirada juega un papel primordial en su subjetividad. Pero señalemos que es también su forma de traducir, su interpretación, de la política de contención -no de cura-, que hoy tenemos con respecto al virus.
Sin duda no es posible generalizar ni los efectos ni las respuestas porque son sumamente variadas y de cada una podríamos extraer enseñanzas. Señalemos que la población se ha visto sometida a consignas muy restrictivas. En ese afán por controlar el mal, nunca nos han dicho tanto lo que teníamos que hacer o no hacer, nunca se ha visto de manera tan neta cómo el saber pretende dominar lo que es incontrolable, destructor, o al menos imprevisible y tiene su encarnación en el Covid 19. Pero al mismo tiempo surge la inconsistencia, aún no se sabe. Es un momento en el que el Otro, –-la ciencia, los infectólogos, los políticos, etc.--, no sabe.
A pesar que tengamos muchos expertos tratando de investigar, opinar, el saber que exponen no hace más que hacer evidente esta falta e incongruencia y nos deja en una situación de desvalimiento, --hilflosigkeit (desamparo) como lo nombró Freud--, un ‘sin recurso’ del sujeto, que ubicaba en el infans.
En otro aspecto --que no deja de ser correlativo--, estamos viviendo bajo el imperio de la cifra y el cálculo: ¿Cuántos muertos? ¿Cuantos infectados? ¿Cuantos recuperados? ¿De qué edad? ¿Cuántos salieron? ¿Cuantos entraron? ¿Cuántos días? Y así podemos constatar cómo nuestra cotidianidad está cifrada numéricamente. Pero no podemos dejar de señalar que queda a cada uno decidir cómo interpretar estas consignas, cada sujeto tiene su forma de arreglárselas con esta contingencia, con más o menos dificultades, haciendo uso de sus invenciones.
“Es a partir de la inexistencia del Otro que garantizaría el real de la ciencia que surgió otro real para el sujeto que vive en el lenguaje. Es el de la angustia, el de la esperanza, el amor, el odio, la locura y la debilidad mental. Todos estos afectos y pasiones estarán en el punto de encuentro de nuestra confrontación con el virus, ellos acompañan a las “pruebas” científicas como su sombra (...) Y es necesario prepararnos para poder discutir juntos sobre la validez de los dispositivos intrusivos que se establecerán hasta la puesta a punto de la vacuna, única salida verdadera.” (Eric Laurent, LC 874 http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-874.pdf)