En octubre de 2019, Chile sorprendió al mundo con un estallido social que nadie preveía. La expresión masiva del malestar de millones de chilenos que salieron a las calles, aún en un contexto fuertemente represivo, hicieron saltar por los aires las frágiles costuras del “país modelo neoliberal” de América Latina. No se trataba de un fenómeno coyuntural, sino de un punto de quiebre dado por un cúmulo de demandas sociales insatisfechas que el sistema político actual es incapaz de absorver y procesar. De ahí que se impusiera el significante cambio constitucional como demanda mayoritaria para poner fin a un modelo económico, político y social que no funciona.
En ese desajuste estructural tienen que buscarse las claves para analizar el contexto actual y las perspectivas que se abren sobre el futuro político de Chile. Una lectura global de la encuesta nacional que ha realizado CELAG evidencia como el momento de efervescencia política que atraviesa el país no ha sido eclipsado por la irrupción de la pandemia del Coronavirus –la cual sí estaría contribuyendo a acentuar las deficiencias del modelo económico en términos de las desigualdades que genera-. En el último año, 4 de cada 10 chilenos intentaron acceder a créditos para financiar sus gastos, y la pandemia significó un golpe adicional al bolsillo para tres de cada cuatro chilenos: la mitad (50,2%) redujo parte sus recursos económicos a causa de la situación actual, al tiempo que uno de cada cuatro (23,9%) perdió por completo su fuente de ingresos.
En relación al actual Gobierno, la opinión mayoritaria sigue siendo muy contraria a Sebastián Piñera: un 71,7% de los chilenos y chilenas califica su gestión de forma negativa, y tiene un saldo de imagen de -52,9% (diferencia entre negativa y positiva). Dejando de lado el contexto de la covid-19, casi dos tercios (64%) de los encuestados consideran que el gobierno abusó de sus facultades en el uso del Estado de excepción y el toque de queda durante el último año, dato que se relaciona con que tres cuartos de la ciudadanía (74,3%) tiene una mirada de aprobación sobre las protestas sociales que se desencadenaron a partir de octubre.
Que Chile vive un momento de transformación política es una opinión que comparte la mayoría de la sociedad (61,6%), cuestión que en principio parecería poner en duda la idea extendida de que la chilena es una sociedad mayoritariamente apática y abre una perspectiva interesante para analizar lo que vendrá cuando el pico de la pandemia pase y vuelvan a agitarse las aguas de la política nacional. Al ser consultados sobre el clima de sensaciones sobre la situación actual, al igual que sucede en otros países, la sensación predominante, por lejos, es la incertidumbre (48,7%). Pero, en cambio, cuando se consulta qué palabra expresa mejor las sensaciones en torno al cambio constitucional, las sensaciones positivas trepan hasta el 60,7%, repartidas entre “esperanza” (43,5%) y “confianza” (17,2%), lo cual configura un clima de alta expectativa positiva.
Esta breve radiografía muestra que buena parte de los imaginarios sociales de los chilenos están en un proceso de reconfiguración que no tiene una dirección necesariamente unívoca. Crece el cuestionamiento al modelo económico, centro de gravedad de un modelo de sociedad que también está en crisis, donde sentidos comunes neoliberales fuertemente arraigados están empezando a convivir con percepciones emergentes en torno al rol del Estado como garante de derechos fundamentales (por ejemplo, el acceso a un recurso tan vital como el agua, además de la salud y la educación). Cuánto se mueva la política chilena en un sentido progresista u en otro conservador dependerá de la capacidad de las fuerzas políticas para aglutinar y abanderar tales demandas. Campo fértil para el progresismo, hay.
Gisela Brito y Guillermo González integran CELAG