De Público, especial para Página/12
Un 85% de la población afectada por el coronavirus vive en áreas urbanas. A su vez, más del 80% de la fuerza de trabajo global se vio afectado por el confinamiento de una manera total o parcial. Esto nos lleva a fijar la mirada en las ciudades como focos de contagio cuya normalidad post-pandemia debe orquestarse mediante medidas que buscan preservar la llamada distancia social.
En el pasado, la población de las ciudades fue capaz de responder a las pandemias trasladándose a la periferia, pero recientemente muchas de nuestras ciudades han rehabilitado los cascos históricos, los downtowns, para convertirse en zonas atractivas para vivir, salir, trabajar, en un paradigma urbano que hizo que el factor aglomeración, al ahorrar recursos de infraestructura, y favorecer los intercambios sociales, se haya convertido en un modelo deseable, al combinar la esencia de lo urbano y la interacción con la eficiencia de recursos.
Sin embargo, con la COVID-19, todo esto ha quedado cuestionado.
¿Son las ciudades, tal y como las conocíamos, seguras y saludables para vivir?
Sostiene el sociólogo Richard Sennet que, en este tiempo de pandemia, les toca a los arquitectos dar con la fórmula maestra que combine la densidad y la distancia física. Algo así como un equivalente de los patios chinos: los shikumen .
¿Qué medidas estamos viendo al respecto en las distintas ciudades del planeta, ahora que estamos planteando un retorno a una nueva normalidad? ¿Cómo varían las propuestas en las distintas ciudades del globo?
Se impone el término "distancia física"
Partamos de un hecho, y es que el espacio y la distancia son una construcción social. Por este motivo, hablar de distancia social como una medida de protección significa hablar de la distancia física a la que estamos a salvo de la propagación del virus, aunque ambos términos sean asimilables.
De hecho, recientemente la OMS cambió la terminología para empezar a usar el término distancia física, que alude exclusivamente a la necesidad de mantenerse a distancia en metros, pero conservando el contacto y los lazos sociales.
El concepto de distancia social procede de George Simmel (1858–1918), un sociólogo alemán que fue quien primero habló de la experiencia de la vida social en la ciudad en base a la distancia. Fue Simmel quien definió la distancia social como una forma de preservar el necesario anonimato en las urbes de finales del siglo XIX, y de algo todavía más importante para definir la experiencia de lo urbano: la figura del extraño, alguien próximamente físico, pero socialmente lejano.
En nuestra cotidianeidad global urbana hay iniciativas que buscan resolver esta noción de distancia física. Lo que sigue es un repaso a alguna de estas medidas.
Nueva York: veredas más amplias
En Nueva York, Meli Harvey , una arquitecta experta en diseño computacional, identificó gráficamente que apenas era posible mantener la distancia física reglamentaria si uno iba caminando. Esto era especialmente acuciante en Brooklyn o en el distrito financiero, ya que cuando se hizo la planificación urbana de esas zonas se priorizaron ante todo los vehículos. Por ello identifica las aceras con posibilidades de distanciamiento social.
Vilnius, un gran café al aire libre
La capital lituana decidió asignar sus espacios públicos a bares y cafeterías para alentar la reapertura de restaurantes bajo las medidas de distanciamiento físico requeridas. Así, ha convertido el espacio al aire libre en una gran cafetería al aire libre. A principios de mayo ha permitido la reapertura de casi todas las tiendas, lo que ha conllevado que los restaurantes y cafés pongan sus mesas fuera, de forma gratuita, para apoyar a los propietarios de bares y restaurantes y garantizar el distanciamiento físico, mientras se respetan las medidas de seguridad: separación de al menos 2 metros, y todos con mascarillas.
Milán y su plan de calles abiertas
La ciudad de Milán anunció su plan Strade Aperte o plan de "calles abiertas" para favorecer a los peatones y ciclistas sobre los automóviles. Para reducir el uso del automóvil, el área de Lombardía va a reutilizar 35 kilómetros de carreteras durante el verano, después del bloqueo del coronavirus, transformándolas en calles amigables para el peatón. Una de las principales arterias comerciales de la ciudad de Milán, Corso Buenos Aires, pasará de una movilidad rápida a una lenta. El tramo, de 8 km., tendrá un nuevo carril bici y veredas más amplias.
Playas seguras y áreas divididas
El diseñador Umberto Menasci diseñó una serie de estructuras para garantizar la visita a la playa, de forma segura. Y es que, a medida que se acerca el verano, muchos países que se han visto gravemente afectados por la pandemia tienen que dar solución a la experiencia de las zonas costeras. Su solución es SafeBeach, que combina áreas divididas para relajarse con estrictas medidas de distanciamiento.