Para echarse unas risas salvajes
Otro año, otra edición de Comedy Wildlife Photography Awards, concurso internacional que premia las fotografías más graciosas de animales silvestres en plena faena, en pos de promover el cuidado de la fauna y la preservación de sus hábitats naturales a través del humor. Aunque reciben imágenes hasta el 30 de junio, ya han adelantado los organizadores algunas capturas que harán las delicias de cualquier espectador, una destacable preselección que incluye: un danzarín oso pardo de Alaska haciendo voguing, un búho pigmeo guiñando torpemente un ojo, dos cachorros de león lanzándose puñetazos, una ardilla alicaída, una foca confundida rascándose la cabecita en Winterton, un espléndido corzo sacándole la lengua a otro en Etiopia, dos cebras cotilleando muertas de risa en Kenia, un pajarito galante arrastrándole el ala a una hembra que parece sucumbir a sus encantos… En resumidas cuentas, escenas ligeramente comprometedoras o muecas pavas de animalitos involuntariamente chistosos, tomadas por fotógrafos aficionados o profesionales que supieron aguardar el instante adecuado para gatillar. Logrando obras que evidentemente han robado una sonrisa a Tom Sullan y Paul Joynson-Hicks, fotógrafos ingleses, fundadores del galardón, y que bien podrían asirse del puesto número uno en ésta, la sexta edición. “Estamos encantados de tener tantos contendientes fuertes este año”, expresó la dupla vía comunicado, y pronto manifestó que “aunque el mundo está experimentando una agitación sin precedentes, la luz más brillante en esta penumbra es el impacto positivo en el clima que ha traído nuestro confinamiento”. El vaso medio vacío, añaden, es que “muchas organizaciones que trabajan en el cuidado de animales salvajes de todo el mundo están perdiendo fondos, de allí que nuestro concurso tenga particular significado en este 2020, alentando a la gente a involucrarse y colaborar”. Y en el ínterin, echarse unas risas.
Lynch meteorólogo: la vuelta de un clásico
La gente de Los Ángeles, en Estados Unidos, sí que es afortunada: no necesita recurrir a métodos tan trillados como googlear o sintonizar la radio para saber cómo está el clima. Desde el pasado 11 de mayo, puede recurrir a un cineasta de culto que se ha tomado muy a pecho la tarea de dispensar a diario un informe meteorológico exacto y breve, que no supera los 40 segundos. Se trata, cómo no, de David Lynch, que retoma así la excéntrica tradición que iniciase a mediados de los 2000s, llegando entonces a incluir a la actriz Laura Dern para que lo ayudara en la faena. A una década de su último reporte del tiempo, desde lo que aparenta ser el mismo sótano de su casa, con ídem cajonera detrás, ídem teléfono empotrado al costado y un escritorio un poquito más abarrotado, el creador de gemas como Mulholland Drive y Twin Peaks ha vuelto a la inexplicable labor. Saluda, mira por la ventana y dice, por caso, que “es lunes. Aquí en Los Ángeles el cielo está nublado. Hay niebla esta mañana. 64 grados Fahrenheit, alrededor de 17 grados Celsius. Deberíamos tener sol pronto y 70 grados. Que tengas un gran día”. Empilchado con camisita negra abotonada hasta el cuello, aplica Lynch misma fórmula y tono monocorde en cada video. Todos y cada uno grabados en estricto confinamiento, a modo de aparente pasatiempo. Acaso se haya aburrido el artista del hobby que había adoptado recientemente: hacer lámparas, fabricando incluso apliques en su taller para dar rienda suelta a su obsesión por la electricidad. Por lo demás, consultado acerca de lo que traerá el mundo pospandemia, ha dado la nota positiva el pasado mes, asegurando tener la esperanza de que las personas devengan “más espirituales y mucho más amables” después de la inusual experiencia. “Va a ser un mundo diferente, mucho más sabio, la vida será buena”, predijo el gurú del clima.
¡A bordo!
En 1940, hace casi 8 décadas, el maestro Heitor Villa-Lobos, compositor brasilero que supo aunar música clásica y popular, invitó a varios amigos a un encuentro inusual. Y así fue cómo un joven Cartola, Pixinguinha, Carlos Cachaça, Donga, João da Baiana, Janyr Martins, el dúo Jararaca y Ratinho, Luiz Americano, Augusto Calheiros, Zé da Zilda, Mauro Cesar, entre otros rutilantes artistas cariocas, abordaron un barco atracado en el muelle de Praça Mauá, en Río. Allí los esperaba el reconocido director de orquesta inglés Leopold Stokowski (entre sus obras, Fantasía, de Disney), que aprovechando una gira por Latinoamérica, había contactado a Villa-Lobos con un pedido: que juntara a valiosos representantes amén de registrar “la música popular brasilera más legítima”. Villa-Lobos, muy bien conectado, cumplió con el pedido, presentándose en excelente compañía. Y en el barco, equipado con la tecnología necesaria, comenzó una larga sesión flotante, con tripulación, invitados y periodistas como público presente, desde esa noche de agosto hasta la mañana del día siguiente. No se sabe exactamente cuántas pistas grabaron: algunos periódicos hablan de unas 40; según el propio Stokowski fueron más de 300 entre sambas, candomblés, batucadas, maracatus, toadas… Donga cantó su canción más famosa, Pelo telefone, acompañado por Pixinguinha en la flauta. Del encuentro, además, la primera grabación de la voz de Cartola, que interpretó Quem me vê sorrir para el entusiasta público presente. Sí se sabe a ciencia cierta que, dos años después, Columbia Records lanzaba en Estados Unidos Native Brazilian Music, un álbum con 17 de estos temas que buscaba resumir la música típica brasileña creada en ese momento. En la carátula algunos nombres estaban mal escritos, y los músicos prácticamente no recibieron paga alguna por su trabajo. Cartola, por caso, contó que apenas le alcanzó la paga para comprar 3 atados de cigarrillos. Lo más increíble, empero, es que el sello no editó el disco en Brasil, y muchos artistas murieron sin siquiera haber escuchado las grabaciones. A pesar de su importancia incuestionable, devino un trabajo ignoto en el país, donde recién llegó a fines de los 80s gracias a un esfuerzo del Museu Villa-Lobos. Mismo museo que, el colaboración con la plataforma Google Arts & Culture, inauguró los pasados días Native Brazilian Music: 80 aniversario, exposición virtual que muestra decenas de fotografías raras, reproducciones de cartas intercambiadas por Villa-Lobos y Stokowski, audios de canciones. Con la intención, aclara la curaduría, de contar “la historia detrás de uno de los álbumes más icónicos de la música brasilera”.