La bailarina y coreógrafa estadounidense Trisha Brown, gran figura de la danza contemporánea, murió el sábado pasado en San Antonio, Texas, a los 80 años. La noticia la dio a conocer ayer la compañía que lleva su nombre, informando que falleció “al término de una larga enfermedad”, y destacado que “su trabajo vanguardista ha cambiado para siempre el escenario artístico”. Brown sufrió un largo proceso degenerativo que se agravó en 2011 con un accidente vascular, que devino en demencia senil. Había nacido en Aberdeen (en el Estado de Washington), el 25 de noviembre de 1936, y allí se inició en la danza y debutó profesionalmente. Su primera y más importante escala formativa fue en Oakland, California, donde se graduó en el prestigioso Mills College, formándose en una variedad de estilos que abarcó el ballet, la acrobacia y el modern jazz. Ya en Nueva York, frecuentó el estudio de Merce Cunningham y en el atelier de Robert Ellis Dunn adquirió los principios de John Cage sobre la indeterminación y la constante interrogación alrededor del proceso creativo. Estas ideas abonarían su propia estética y llegarían a ser constantes de su estilística. En un principio, Brown rechazó el teatro como espacio convencional y luchó por llevar la danza (con su lenguaje de improvisación, donde a la vez se experimenta en su memorización) a museos, galerías de arte y otros espacios urbanos. Sin embargo el sistema teatral, con todo su peso pero también sus posibilidades, terminó absorbiéndola: fundó su propia compañía y recorrió Estados Unidos y Europa. Así comenzó una exitosa carrera mundial que la llevó hasta el repertorio del Ballet de la Ópera de París, entre otras compañías como la Dominique Bagouet y el Ballet de Lyon. Cuando, en 1990, la Bienal de la Danza de Lyon se dedicó íntegramente a la danza y el ballet estadounidense, Trisha Brown recibió una nueva entronización, con un programa que se componía de dos clásicos: Set and Reset (1983, con música de Laurie Anderson y diseños de Robert Rauschenberg) y Line Up (1977); allí se pudo verificar su gran influencia y cómo la coreógrafa era admirada especialmente en Francia, donde quizás su herencia se hizo notar de manera más patente en dos generaciones de la nouvelle danse. Brown llegó a crear más de cien coreografías y seis óperas antes de abandonar la escena como bailarina, en 2008. Su muerte tuvo lugar pocos meses después de la de su marido, el videoartista Burt Barr, fallecido el pasado 7 de noviembre.