Poner la llave, tratar de dar arranque al auto después de que estuvo parado durante semanas y no lograr ponerlo en marcha se volvió una escena repetida, casi contagiosa, desde que se declaró la medida de confinamiento social para proteger la salud colectiva por la pandemia de coronavirus. Con la cuarentena obligatoria, la restricción de la circulación, y, en muchos casos, el cambio al modo home office, o simplemente a dejar de trabajar porque la empresa o el comercio cerraron temporariamente, muchos dejaron de utilizar el vehículo y se encontraron, si no tuvieron las precauciones necesarias, con la batería descargada en el mejor de los casos. Otros, directamente, tuvieron que cambiarla. La situación llevó no solo a que los talleres registraran una mayor demanda de auxilio mecánico para poner en marcha los autos sino a que los comerciantes vendieran hasta un 20 por ciento más de baterías. Y los automovilistas tuvieran un gasto de entre 7 mil y 10 mil pesos que no tenían previsto.
Cuando comenzó la cuarentena, el 20 de marzo pasado, aunque el panorama no era alentador viendo lo que sucedía en otras partes del planeta con la propagación del virus, nadie podía apostar cuánto duraría la medida de aislamiento. Con la limitación de las compras en locales de cercanía, la prohibición de desplazarse para quienes no fueran trabajadores esenciales, el traslado de la oficina a la casa para algunos o el cese de actividades para otros, se paralizó una buena parte del parque automotor.
No obstante, algunos, a pesar de no tener que utilizarlo, tuvieron la precaución de poner en marcha el vehículo cada tanto. Otros, en cambio, dejaron el auto olvidado como tantas otras cosas de uso cotidiano que parecen haber sido empujadas al olvido con la pandemia. Pero el tiempo y la falta de uso pasan factura. A muchas baterías, especialmente las que tienen un par de años, el parate les terminó agotando la vida útil. Pero las otras, las más nuevas, también sufrieron con la detención prolongada si no tuvieron el mantenimiento adecuado, por lo cual terminaron descargándose.
“El tema fundamental es que las baterías de los autos no están preparada para no ser utilizadas”, advierte Gustavo de Carvalho, gerente técnico, de Cesvi Argentina, el centro de experimentación dedicado a la investigación y análisis de la seguridad vial y automotriz.
“Necesitan ciclarse, que las usemos, dar arranque para que puedan ceder la energía necesaria para arrancar el motor y toda la energía que el auto requiere para funcionar. Después, cuando se anda se completa el ciclo de recarga. El alternador recarga la batería, y con el funcionamiento, la batería, va recuperando la energía que cedió en el arranque. El punto es que si no ponemos en marcha el auto, después de un tiempo la batería se agota porque se descargan solas, pierden energía muy lentamente, necesitan del uso para recuperarse”.
Pero además, según el especialista, hay un agravante, y es que “las baterías comunes de ácido-plomo se deterioran muy fuertemente cuando se descargan a cero, y quedan alteradas. Si son viejas probablemente no puedan recargarse, y, si son nuevas, se les acorta mucho la vida útil”.
Una forma de chequear si es la batería la que está fallando al dar arranque es revisar el indicador de carga. La mayoría de las marcas tiene una ventanita transparente ubicada en la parte superior de la batería, de aproximadamente un centímetro y medio, a través de la cual puede verse un color verde cuando está cargada, y un color negro cuando no lo están.
Pero antes de llegar a esa instancia, Carvalho recomienda poner en marcha al menos una vez por semana el vehículo y dejarlo encendido hasta que alcance la temperatura normal de funcionamiento. “No es necesario rodarlo para que se recargue la batería”, remarca, aunque aclara que “sí es útil moverlo, aunque sea un poco hacia adelante o hacia atrás, para que no se produzcan deformaciones en las cubiertas. El parche de contacto, es decir, el punto donde se apoya la cubierta, se ensancha si está mucho tiempo apoyada en el mismo lugar”.
Con 69 años, problemas de diabetes igual que su mujer, y el auto estacionado a tres cuadras de casa en la calle, Luciano, vecino de Villa Ortúzar, contó que salió las primeras semanas para ponerlo en marcha, pero después "la fobia a la calle, el miedo al contagio, pudo más y ahí quedó. La última vez que fui ya no arrancaba, y como la batería es vieja tengo que cambiarla. Pero como cuesta 7000 pesos y no voy a ningún lado, voy a esperar que pase todo para hacerlo, aunque espero que no sigan subiendo porque van a ser impagables", remarcó. Como Luciano, los testimonios se repiten, y aunque varían las razones para haber dejado de encender el motor, todos los consultados coincidieron en que conocen a alguien más que pasó por la misma situación que ellos: algunos pidieron ayuda a un vecino o al servicio de auxilio para recargar, otros tuvieron que comprar una nueva.
En Sea Baterías y en CenterBat, dos comercios importantes del rubro, con varios locales en la Ciudad, contaron que hubo un aumento en cuanto a la demanda de baterías durante la cuarentena, y también un alza considerable en los precios. "Desde que empezó el aislamiento, a la semana empezó a haber una mayor cantidad de pedidos, y en el último mes se vendió bastante más de lo habitual", dijo Gustavo de Sea Baterías, quien detalló que "en abril, a pesar de haber cerrado 14 días, se vendió lo que se vende en un mes normal en cantidad de unidades, y ahora en mayo un 20 por ciento más".
Según explicó Gastón, de la sucursal de Pompeya de CenterBat, la demanda de baterías "subió durante la cuarentena", pero también los precios. "Hubo un alza de entre 20 y 25 por ciento en precios y las fabricas no entregan".