Los ciervos pasean por París. Los lobos marinos están repantigados en el puerto de Mar del Plata. Cisnes y cardúmenes multicolores asoman por los canales de Venecia. El historiador José Emilio Burucúa observa que los animales, liberados del miedo a los seres humanos, “transforman nuestras aldeas y espacios urbanos en campos de sus correrías”; y recuerda que los trabajos de Jane Goodall y Jeffrey Masson, entre otros biólogos, “nos permiten adscribir esas reacciones de los animales a la intensa vida emocional que poseen, un aspecto de la psique que hemos reservado a la humanidad y negado ciegamente a estos otros seres vivos”. Burucúa imagina un futuro radicalmente diferente. “Sería muy bueno comenzar el proceso de nuestra reconciliación con la naturaleza postulando un humanimalismo que considere los orígenes y el destino comunes que los animales humanos tenemos con los demás seres se-movientes, sentientes y pensantes con quienes heredamos las tierras, las aguas y el aire”, sugiere en uno de los ensayos que integran Porvenir. La cultura en la post pandemia, un libro en formato digital publicado en forma libre y gratuita desde el 30 de mayo, que incluye textos de Martín Kohan, Alejandro Tantanian, Luciana Peker, Ángeles Salvador, Hernán Vanoli, Paula Hernández, Laura Malosetti Costa, Tomás Borovisnky y Maximiliano Fiquepron.
El libro se puede descargar en la web Cultura en Casa, del ministerio de Cultura de la Ciudad, y también en la página de la Fundación Medifé. Burucúa, autor de Historia natural y mítica de los elefantes y Excesos lectores, ascetismos iconográficos (Premio de la Crítica 2018), plantea que es probable que “esta nueva cercanía respetuosa y no posesiva nos resguarde del salto letal de los virus entre especies”. El historiador agrega: “Murciélagos, pangolines y antropoides conviviríamos sin grandes riesgos para nuestras identidades biológicas en la misma nave que, sin remos ni velas, boga alrededor del sol. ¿Por qué no proponer, a modo de nueva insignia de nuestro coraje la imagen del elefante compuesto, formado por la yuxtaposición de decenas de seres humanos y otros animales, que inventaron los miniaturistas del Gran Mogol en la India de los siglos xvii y xviii?”.
Luciana Peker señala una curiosa característica del presente. “Estamos viviendo lo que solo en la ficción podía suceder: un mundo de fronteras cerradas, de ciudades cerradas, de cuerpos cerrados; un mundo que se acaba en la piel y donde los otros cuerpos, los otros mundos, las otras provincias, los otros barrios y los otros países, no solo quedan lejos, quedan en un mundo donde el riesgo se volvió la más infranqueable de las fronteras”. Ante esta pandemia que llegó para cambiar el mundo la autora de La revolución de las hijas advierte que el trabajo “no puede ser gratis como forma de precarización, sino, en todo caso, como respaldo público a la distribución (pero no a la producción) cultural”. Peker amplía el campo de batalla. “El acceso gratuito es un valor cultural de la democracia como puente para llegar a los sectores populares –en donde se necesita la intervención del Estado como democratizador de acceso a los saberes– pero también a la garantía de pan y techo para los/las trabajadores/as de la cultura”. Lejos de una perspectiva apocalíptica, la periodista alerta sobre algunos peligros en el horizonte. “El efecto del coronavirus no puede hacer retroceder las voces que, con tanto esfuerzo, sacrificio y discriminaciones múltiples, hemos construido las mujeres y las disidencias sexuales. Ahora somos leídas, escuchadas, cantadas, vistas y nombradas”.
Para la escritora Ángeles Salvador, la covid-19 “nos dio una autorreferencialidad que afectará el modo en que escribimos y leemos” y precisa que esto es un problema para la literatura “porque desorganiza la forma en que contábamos la experiencia humana”. “En estado de pandemia, la literatura podría funcionar de una manera insoportablemente encorsetada. Si a todos nos pasó lo mismo –esto que nos pasa–, y todos vamos a escribir sobre lo mismo, y todos vamos a saber de qué se habla con múltiples conclusiones basadas en nuestra empiria emotiva y terca, ¿cómo haremos para escribir sin sentirnos una voz coral que repite el recurso?”, se pregunta la autora de la novela El papel preponderante del oxígeno. Martín Kohan objeta las posturas que desestiman la importancia de las políticas públicas y dirigen sus esperanzas hacia la filantropía de los ricos. “Yo no tengo tan buena opinión de los ricos (…). Yo voy más en la línea de Evita: los ricos no ayudan motu proprio, no les surge, no les nace, antes se fijan si hay conveniencia, son renuentes si no la hay”, explica el autor de las novelas Ciencias morales y Bahía Blanca, entre otras.
El escritor recuerda lo que dijo Carolyn Goodman, alcaldesa de Las Vegas: “Abramos los casinos y dejemos que el libre mercado decida quién vive o quién muere”. “Conocemos, por extendido, este recurso a la personificación del mercado; que no tarda en derivar, potenciado, en un endiosamiento –argumenta Kohan-. Lo interesante en este caso es la superposición expresa de libre mercado y casinos, ¿o acaso no se habla de la ‘timba financiera’? ‘La libre competencia’, especificó Goodman, ‘va a destruir el comercio en donde se haga evidente que circula el virus. Es así de simple’. El virus corre entonces por la sociedad así como corre la bola en la ruleta. Donde caiga, cuando caiga, habrá vida o habrá muerte (…) Que abran los casinos, que corran el dinero y el virus, que reinen el azar y el mercado, y los que mueran, que se mueran. La alcaldesa es de Las Vegas, y responde a Donald Trump. La ruleta que propone, sin embargo, es claramente una ruleta rusa”.