“Ser editoras y editores independientes es cuestionar el mundo, ayudar a darle sentido, hoy y mañana”, afirman desde la Alianza Internacional de Editores Independientes, una red de más de 750 editoriales presentes en 55 países del mundo, que se creó en 2002 frente a los movimientos de concentración de la edición. El texto colectivo es un informe sobre el estado de situación de la edición independiente frente a la pandemia de la covid-19, pero se propone también analizar los desafíos esenciales de cara al futuro. El 36 por ciento de los miembros de la Alianza se encuentran en el continente africano; el 20 por ciento en América Latina; el 7 por ciento en América del Norte; el 4 por ciento en Medio Oriente; el 1 por ciento en Oceanía; el 5 por ciento en Asia y el 27 por ciento en Europa. Los integrantes históricos en Argentina son los sellos Marea, La Marca, Libros del Zorzal y Libros de la Araucaria.
En casi 20 años, la Alianza tiene asociadas editoriales de todos los tamaños (de 1 a más de 50 empleados) y de distintas naturalezas (cooperativas, empresas, asociaciones). “Aunque nuestras realidades son diversas, nuestras preocupaciones siguen siendo colectivas: fragilidad de las estructuras independientes, incertidumbre del futuro, preocupación por posibles desvíos (sociedad de la vigilancia, presión sobre los empleados, virtualización del aprendizaje, etc.)”, advierten desde la Alianza y enumeran algunos peligros: “Un movimiento generalizado de concentración a través de plataformas depredadoras (Amazon) que pone en peligro las librerías independientes en particular; la insuficiente remuneración de los creadores (autores, ilustradores, traductores, etc.) que ya era problemática antes de la crisis y que podría reforzarse con la multiplicación de las ofertas gratuitas; la falta de instrumentos financieros, técnicos y humanos que permitan a todas las editoriales digitalizar sus fondos; el desarrollo de los usos digitales plantea importantes cuestiones ambientales y sociales: economía de la atención y depredación de los usos, explotación de los datos personales y regímenes de vigilancia, impacto medioambiental perjudicial de ciertos usos y alojamiento en línea”.
Guido Indij, librero y editor de La Marca, Asunto Impreso, Interzona y Factotum Ediciones, fue coordinador de la red hispanoblante de la Alianza Internacional de Editores Independientes hasta septiembre de 2019. “Los traductores siguen traduciendo, los correctores siguen corrigiendo, nosotros seguimos diseñando, armando, pensando; pero económicamente estamos destrozados. Antes de la pandemia, ya habíamos reducido nuestro plan editorial de 65 libros a 40. Pero ahora calculamos que publicaremos entre 20 y 30 títulos este año. Trato de administrar la ansiedad de los autores y hacer equilibro con la economía. Todos cobraron sus sueldos íntegros y todos los escritores cobraron los derechos que vencían este mes”, cuenta Indij a Página/12.
¿Qué políticas se tendrían que implementar para ayudar a las editoriales? “En el mercado externo, estamos trabajando con la comisión de comercio exterior de la Cámara Argentina del Libro (CAL) un plan integral de diez años para el comercio exterior de nuestro sector. Tenemos que tener una política colaborativa, con la participación de Cancillería y de otros organismos estatales para poder exportar seriamente nuestros libros”, precisa Indij. “En el mercado interno, el Estado tiene que volver a ser un actor activo y eso se hace mediante la constitución de bibliotecas de aula y adquiriendo libros, no necesariamente con los amplísimos descuentos y condiciones que plantea Conabip, que tienden a favorecer la compra de más ejemplares por parte del Estado, sino que el Estado, al mismo tiempo que está comprando para cumplir una misión que es acercar la lectura a los alumnos, tiene que entender que está apoyando una industria cultural; entonces no tenemos que acostumbrarnos a que todas las compras del Estado tengan que ser con el 50 por ciento de descuento. Hay que encontrar la manera de que esas compras se realicen a través de las librerías, como el modelo francés, donde la escuela hace sus compras en la librería de proximidad, pero con un descuento mínimo de un 10 por ciento, no un 50 por ciento de descuento –explica el editor-. Esto significa mayor presupuesto del Estado”.