En Kiev, la capital de Ucrania, cerca de 50 recién nacidos se encuentran al cuidado de enfermeras en un hotel reconvertido en guardería. Los niños esperan la llegada de sus padres adoptivos, demorados por la suspensión de vuelos. Vienen de todas partes, incluyendo a 17 parejas que viven en Argentina. Todos van en busca de hijos ya nacidos o que nacerán en breve y que los convertirán en padres a través de la subrogación de vientres, una metodología manejada por clínicas privadas ucranianas.
Una de las madres adoptivas es Flavia, una argentina que todavía no ha podido llegar a Kiev para conocer personalmente a su bebé, llamado Manuel, al que sólo pudo ver por fotos que le son enviadas y que sube a su whatsapp. Día tras día va renovando las imágenes, que marcan el crecimiento de la criatura.
El niño nació el 30 de marzo. Flavia le contó su historia a la BBC. Junto con su marido, hicieron distintos tratamientos de fertilidad y hasta pudo quedar embarazada una vez, pero lo perdió a los pocos meses. Poco después, al igual que otras parejas de distintos países, entre ellos de Argentina, decidieron apelar a los servicios de subrogación de vientres que ofrece la empresa ucraniana Biotexcom a la que hay que pagarle entre 40.000 y 60.000 euros para cumplir el sueño de ser padres. Cuando todo había sido concretado, la pandemia provocó el cierre de fronteras y el encuentro sigue demorado.
El diario español El País publicó en agosto de 2019 que los poderes judiciales de distintos países europeos investigaban a Biotexcom por delitos como tráfico de personas, documentación falsa y evasión de impuestos. Esto no ha impedido la continuidad de la actividad empresaria. Se estima que más de 300 parejas españolas viajan cada año a Ucrania para encontrarse con sus bebés.
En Ucrania el método es legal, pero está reservado para las parejas heterosexuales legalmente casadas. A la vez, se debe aportar el material genético de al menos uno de los dos integrantes de las parejas.
Flavia solo piensa en coronar su sueño de ser madre. Ella afirma que lo más importante que lleva en sus valijas “es amor, todo el amor, ganas de ese encuentro que me hace sentir ansiedad y mucha alegría” por todo lo que esperaron ella y su marido.
Relató que los últimos días, durante su estada en Madrid, donde quedó varada, fueron “una locura, hubo que llenar formularios de las embajadas hasta último momento, todo el tiempo con la sensación de que me podía olvidar de algo, de que tenían que estar los papeles listos” para llegar al destino esperado.
Cuando lleguen a Ucrania, con su marido, van a tener que cumplir quince días de cuarentena antes de encontrarse con su hijo, y eso es lo que van a tener que hacer todos los argentinos que partieron con el mismo propósito. Todos confían en una posibilidad, de la que se enteraron recién ahora, y que significa que el plazo se puede reducir a ocho horas, si pasan con éxito un testeo rápido que determine que no son covid-19 positivos.
Voceros de la empresa ucraniana reconocieron que tienen “bebés chinos, bebés italianos, bebés españoles, bebés británicos". El informe lo dio a las agencias internacionales Denis Herma, portavoz del Centro BioTexCom para la Reproducción Humana, la compañía que maneja el mercado de bebés.
Los niños están en el hotel Venecia, que en situaciones corrientes se ofrece como alojamiento para los padres que vienen a Kiev a recoger a sus hijos. Ahora está manejado por un equipo de enfermeras que trabajan las 24 horas bajo estrictas reglas de cuarentena. En el hotel, las cunas están dispuestas en filas, los nombres están impresos en colores brillantes en el pijama de cada bebé.
"Sentimos mucha pena por ellos, sabemos que nadie puede reemplazar a sus padres", le dijo la enfermera Olha Kuts a la BBC. Flavia y su esposo, José, reciben actualizaciones diarias de las cuidadoras en turno que pueden hablar español.
Por esa razón, Flavia recibe a diario “las fotos que nos permiten que lo vayamos viendo a Manuel. También nos hicieron una videollamada para su 'cumplemes', le hablamos y lo vimos en directo", relata Flavia. "Fue una llamada larga, yo creo que no daban más las chicas de tenerlo en brazos porque es grandote y con muy buen peso", dice y se ríe. "Pero nosotros entendemos que cada vez hay más bebés y la posibilidad de brindar el tiempo a cada padre para charlar o ver al bebé se hace cada vez más difícil".
"Cuando ya estábamos vencidos y sin esperanzas y habíamos decidido dejar de intentarlo, un compañero de trabajo nos comentó de la gestación subrogada en Ucrania y de repente el sueño se volvió real", sostiene Flavia.