“Hay un millón de nosotros”, rapeó el enemigo público número uno de 2000, como líder de una armada de clones en remera blanca y pelo platinado que atravesó las calles de New York para meterse en el Radio City Music Hall y copar los VMA Awards. Era la peor pesadilla del Estados Unidos conservador, una invasión de psicópatas que vivían en tráileres llegados para pisotear los valores morales con sus zapatillas flamantes y convertir a la impresionable juventud en su guerra contra la decencia. Y estaban allí para desatar su neuroarma psicológica contra el mundo: The Marshall Mathers LP.
Cuando en 1999 The Slim Shady LP, el disco debut de Eminem para un sello grande, llegó al número 2 del chart de Billboard y vendió 4 millones de unidades, transmitió ondas de shock no solo a través de la comunidad hip hop –se trataba de un blanquito de ojos azules que capitalizaba la cultura negra con una exageración casi caricaturesca del gangsta rap- sino a todo el país. Pegado en el pizarrón de evidencias, su perfil se veía bastante condenatorio. Bajo el alias de su alter ego Slim Shady, dejaba registradas confesiones de asesinato, violación, conducción bajo influencia de drogas y alcohol y al menos una declaración difamatoria sobre Christina Aguilera. Pero la parte que no era Slim Shady tenía sus propios problemas. Historial: malhumorado producto de un hogar roto en Michigan; padre ausente y madre peleadora; un historial de abuso de drogas, alcohol y solvente; matrimonio problemático, y juicios iniciados contra él por integrantes de su propia familia. Detalles autoproclamados de su personalidad: homofobia, misoginia, problemas de manejo de violencia, tendencias psicopáticas y sociopáticas, fantasías de venganza y mentalidad crónica de víctima. Ese inútil lleno de desprecio era, sin dudas, una amenaza para la sociedad.
Desde los editoriales de la revista Billboard hasta los informes de tabloides sobre sus problemáticas relaciones con su novia de larga data Kim Scott y su madre Debbie Mathers, Marshall Mathers III fue demonizado, pero nunca desmoralizado. Este habitante del parque de caravanas de Detroit Mile 8 convertido de la noche a la mañana en supervillano del hip hop juró que el primer álbum que hiciera con los ojos del mundo puestos en él doblaría las tácticas de controversia, confrontación, violencia y shock. Presentaría su caso como un obsesivo espejo de la América moderna, como un reflejo de la inmoralidad del escándalo Bill Clinton / Monica Lewinsky y la brutalidad de la masacre de la escuela secundaria de Columbine, pero tan libre de responsabilidad como cualquier ficción extrema o sátira sádica. Se propondría sacar de quicio al mainstream musical y sus marionetas pop de alto perfil, tanto como a quien quisiera tomarse en serio a Slim Shady y sus explosiones asesinas. Al dejar volar sus ácidas y filosas rimas con inquebrantable honestidad, se probaría a sí mismo como válido pretendiente al trono del hip hop. Lo hizo con The Marshall Mathers LP, un fenómeno lanzado hace veinte años que vendió 20 millones de copias, una obra maestra malévola, diseñada de manera desafiante para disparar las críticas.
“Si pensás que soy un idiota, te voy a mostrar un idiota”, le dijo a la revista Spin, hablando de un disco que sería criticado por el Senado estadounidense y casi prohibido en Canadá por crímenes de odio... pero que también se convirtió en uno de más rápidamente vendedores del mundo. “Si me llamás misógino, soy un misógino. Si decís que odio a los gays, entonces odio a los gays... la gente empezó a decir que soy una mierda, con lo que me convertí en cualquier cosa que dijeran que era”.
“Sentí como si Marshall fuera parte de esta ola que incluía a Quentin Tarantino, a Pulp Fiction y Perros de la Calle”, dice Mike Elizondo, quien toca teclados y guitarra en el disco. “Un nuevo nivel en el arte, con una imaginería increíblemente gráfica, que Marshall tenía la habilidad de pintar. Amalo u odialo, pero él estaba obviamente muy capacitado en las historias que estaba contando.”
Aun antes de que Slim Shady empezar a aterrar a Estados Unidos a conciencia en The Slim Shady LP, Eminem estaba haciendo un sucesor aún más extremo. Con Slim Shady, Mathers había canalizado la ira reprimida y las Frustraciones de los años criando a su hija Hailie en el trailer de su madre, con un salario mínimo de lavaplatos, en una amalgama amigable para las radios de raps y letras sobre automutilación, drogas, suicidio, violaciones y asesinato en tracks como “My Name Is” y “Guilty Conscience”. En “’97 Bonnie & Clyde” dramatizó un viaje en auto con Hailie para descartar el cuerpo de Kim en un lago; de manera nada sorprendente, la pareja se separó aun antes de que el disco se editara. Entonces, entre la grabación y el lanzamiento de The Slim Shady LP, una salidA al cine a fines de 1998 inspiró al flamante soltero Mathers a escribirle a Kim una canción de amor.
“No quería hacer una canción de amor grasa”, explicó en Angry Blonde, su libro de 2000. “Debía ser una mierda pasada de presupuesto... no recuerdo qué película era, pero sí recuerdo el sentimiento de frustración por la separación, tener una hija, toda esa mezcla. Realmente quería ponerle el corazón, y al mismo tiempo quería gritar”. Al volver al estudio se propuso escribir una precuela de “’97 Bonnie & Clyde” titulada simplemente “Kim”. Grabada en una sola toma, con Eminem interpretándose a sí mismo y a la víctima a la vez, esta “canción de amor” rebobinó la historia para detallar el asesinato en versos aterradores y gráficos, casi enteramente en gritos y gimoteos trastornados, para finalizar en el psicopático grito de “Bleed, bitch, bleed!” (“Sangrá, puta, sangrá!”) que parecía proceder de las mismas fauces del infierno.
“El estado de ánimo que quería capturar era el de una pelea que ella y yo podíamos tener”, escribió. “Nunca pensarías que haría algo así, pero la puse para ella cuando volvimos a hablar. Le pedí que me dijera qué pensaba. Recuerdo mi estupidez de decir ‘Sé que es una canción jodida, pero muestra cuánto me importás. Solo pensar en vos tanto como para ponerte en una canción como esta’”.
“Kim” sería considerada demasiado extrema para ponerla en la edición “limpia” de The Marshall Mathers LP, pero ciertamente fijó el tono. En el año que siguió su éxito, notoriedad y actitud de pibe salvaje proveería a Eminem de más frustraciones para airear. A medida que su fama explotaba, intentó mantener los pies sobre la tierra y evitar la atención de los paparazzi quedándose en Detroit; pero pronto se encontró a sí mismo recibiendo visitas de extraños y mangueadores en su desmadejada nueva casa en Hayes Street: “Todos se aparecían como si les debiera algo”, rapearía más tarde.
Cuando no estaba en casa se dedicaba intensamente a las fiestas, a beber y pelear al extremo de necesitar un guardaespaldas para protegerse de sí mismo. “Estaba siempre jodido. La vida para mí era una gran fiesta. Era el primer año que la rompía, y me dediqué mucho a celebrarlo”, escribió, y luego elaboró en su autobiografía de 2008 The Way I Am. “Cuando estaba bebiendo podía estar de buen humor, amando a todos y sintiendo que todo era maravilloso; entonces alguien me decía las palabras equivocadas y antes de que te dieras cuenta, no había nada que mis guardaespaldas pudieran evitar ni detenerme: golpeando, escupiendo o pateando varias veces antes de que pudieran pararme”.
Semejante hedonismo sería el combustible de “Drug Ballad”, una carta abierta de amor al alcohol, el éxtasis, los solventes y las drogas de prescripción; sus adicciones culminarían alrededor de 2004 con un hábito de 60 Valium y 30 analgésicos Vicodin al día. Pero era “Marshall Mathers”, probablemente la personalidad más reveladora en los tracks de su album padre, la que mostraría al desnudo muchos de los problemas que acosaban a Eminem en el año que siguió al primer ataque asesino a los charts de Slim Shady.
Allí, el músico dedicó medio verso a un ataque homofóbico a Insane Clown Posse, un dúo de caras pintadas a lo payaso con letras de terror, una referencia a su primer gran pelea. Un desacuerdo surgido porque Mathers imprimió afiches que sugerían que ICP haría una aparición como invitados a la fiesta de lanzamiento del primer Slim Shady EP fue escalando hasta que los Insane Clown Posse volaron a un club de Detroit y Eminem y su equipo atacaron su auto con rifles de pintura. También apuntó a Britney Spears, Backstreet Boys, NSNYC y New Kids on the Block, y expuso su disconformidad con la compañía mainstrem que lo albergaba.
“En última instancia él quería ser tomado en serio como rapper”, dice Elizondo. “Y con esa popularidad, quería asegurarse que se diferenciaba del mainstream. Algunas de esas letras en las que se ríe de otras celebridades y artistas del momento eran una manera estratégica de dejar claro que él no se veía como parte del mismo equipo”.
De todas las revelaciones de “Marshall Mathers”, de todos modos, los asuntos familiares cortan hasta el hueso. En la adolescencia, Mathers le había escrito varias cartas a su padre ausente, que fueron devueltas sin abrir. Por eso, cuando sus medio hermanos de la familia paterna en Los Angeles aparecieron justo en la ola de su éxito, él se mostró especialmente despreciativo. “De repente tuve como 90 primos”, atacó, “un medio hermano y hermana que nunca me conocieron / ni se preocuparon siquiera en llamarme hasta que me vieron en TV”. Algunas de las más ácidas letras de la canción quedaron reservadas para su madre, que estaba en un proceso judicial contra él por 10 millones de dólares, lanzando frases como “mi mamá fuma más falopa que yo”.
Mathers aseguró no estar sorprendido por ser demandado por “la reina de los juicios”. “Así es como hace dinero”, dijo, aunque luego de dos años de litigio ella solo consiguió alrededor de 1600 dólares luego de que los abogadas cobraran sus honorarios tras un acuerdo por 25 mil dólares. Pero con sus detractores pintándolo como el misógino, violento y homofóbico chico de poster para la generación Columbine; con sus fans entrometiéndose; con estrellas del mainstream como Will Smith criticándolo por sus letras explícitas en entregas de los MTV Awards, enfrentar acciones legales de su propia familia puede haberlo hecho sentir universalmente asediado.
Y aun así, a pesar de haberle hecho escuchar su fantasía homicida musicalizada, también se reencontró con Kim y se casaron. Así, el Eminem con el que Elizondo trabajó en intensas sesiones que podían llegar a las 20 horas en dos estudios de grabación (“Era una mini fábrica”, dice Elizondo) fue tan lúdico como obsesivo. “Algunos días podía venir y era un gran bromista”, recuerda el socio, “muy alegre, haciéndole bromas a los músicos y los ingenieros. Y había momentos en los que quizá algo había sucedido en el hogar y era un día duro, y él lo canalizaba. Tenías el lado humorístico de Marshall y sus facetas más serias e intensas. Canalizó todos los aspectos de dónde estaba en su vida”.
Su determinación de no retroceder ante las críticas fue evidente desde el primer track que emergió de esas sesiones. Eminem usó “Kill You” para poner a Shady en su más obsceno ataque hasta el momento. A medida que Shady drogaba, secuestraba y mataba mujeres, corría con un machete e incluso violaba a su propia madre, la canción parecía diseñada para enfatizar los extremos más ridículos, y rechazar las acusaciones de que Shady fuera algo más que un personaje de película de terror. “La idea de esta canción era decir las cosas más enfermas”, escribió Eminem en Angry Blonde. “Hacer que la gente supiera que estaba de regreso. Que no había perdido el toque. Que no me comprometía con nada ni iba a cambiar. Si cambiaba... era para peor”.
¿Asumía el personaje de Slim Shady mientras grababa? “En realidad no”, dice Elizondo. “Hay muchos artistas –Bowie creando a Ziggy Stardust, Prince- que crearon estos alter egos para darse la licencia de enloquecer y hacer algo que normalmente no harían. Nunca hubo nada de ‘Estoy haciendo esta canción como este personaje, aquella como Eminem’. Cada vez que decía algo insano te dabas cuenta de que estaba asumiendo el personaje de Slim Shady”.
¿Y cuánto de Shady había en él? ¿Era una broma provocativa o había una verdadera furia y brutalidad ahí? “Creo que Em era todas esas cosas”, sostiene Elizondo. “Tenía un lado amable e hilarante, y un lado que tenía su temperamento. También había perseguido mucho lo que esperaba alcanzar como para permitir que nadie le dijera algo negativo sin responder con toda la rabia, no solo para herir sino para literalmente destruir carreras. Con lo que sí, había un temperamento fuerte, pero él lo canalizaba de manera artística en vez de salir y hacer algo que le causara daño físico real a alguien. Lo hizo en los discos”.
Elizondo recuerda la mentalidad de las sesiones como “apuntemos a hacer una obra maestra” y “establecer que no era una casualidad... había mucha expectativa por tratar de superar lo que había hecho en el primer disco. Para esa ambición fue clave la llegada de un fan ficcional particularmente ardiente. “Recuerdo muy bien cuando llegó y puso una canción de Dos vidas en un instante, la película con Gwyneth Paltrow, y dijo ‘tengo esta idea para reutilizar’, y eso terminó convirtiéndose en ‘Stan’”.
La base de “Stan”, que deconstruía una línea de “Thank You”, una canción soul de Dido, le había sido enviada a Eminem por el productor The 45 King. “Cuando escuché ‘your picture on my wall’ (“Tu foto en mi pared”), dije ‘Ey, esto podría ser sobre alguien que me toma demasiado en serio’”, escribió Eminem en RapGenius.com. Inmediatamente imaginó una serie de cartas de un fan cada vez más trastornado, que culminaban en Stan asesinando a su esposa y suicidándose, en una copia del crimen de “’97 Bonnie & Clyde”. Con sus ominosas tormentas y sus tramas y vueltas de tuerca hábilmente construidas, “Stan” no solo sería el núcleo de la atmósfera de The Marshall Mathers LP: su protagonista se convertiría en sinónimo del fanatismo obsesivo.
Nada mal, considerando que Eminem estaba furioso porque un ingeniero drogado había borrado accidentalmente la toma original “mucho mejor” de la escena del accidente de auto. Pero el track fue mejorado al perder un verso final al estilo Halloween. “Había un verso en el que Stan salía del agua”, dijo Eminem en la radio SiriusXM. “Escapaba y venía a mi casa a matarme. Intentaba matarlo primero pero fallaba, y él iba al hospital tres semanas; se enojaba porque yo no le escribía para saber cómo estaba e intentaba matarme de nuevo y al final le volaba la cabeza”.
Aunque “Stan” le daría a Eminem un N°1, cuando le envió el disco a Interscope el sello pensó que no tenía un primer single sólido. Esperaban otro festín salvaje a la “My Name Is”, pero Eminem presentó “The Way I Am”, una ceñuda, desafiante diatriba sobre los fans, las intrusiones de los medios y la discográfica, y el rap violento como catarsis para todo eso. Incuyó algunas líneas dirigidas a Interscope. “Era lo opuesto a lo que me habían pedido”, escribió Eminem en Angry Blonde. “Me rebelé contra la compañía haciéndoles saber que no podían forzarme a hacer algo que no quisiera”.
Pero superó a “My Name Is”. “Em estaba llegando a ese punto en el que no sabía si tenía más canciones”, dice Elizondo. “Así era el juego, todos buscaban el primer single. El album está hecho, pensás que tenés el primer single pero buscás a ver si podés encontrar uno mejor, más ganchero. Jimmy Iovine (CEO de Interscope) presionaba: ‘Tenemos dos semanas más, veamos qué sale’”. Horas antes de la fecha límite, eligieron “The Real Slim Shady”, un regreso a esos efervescentes ataques salvajes a celebridades del primer disco. Insultaba a Will Smith, Tommy Lee y Christina Aguilera; era un llamado a las armas para la Nación Shady. “En cada persona hay un Slim Shady acechando”, rapeó Eminem, pintando a su alter ego como un espíritu libre: “Sé orgulloso de estar desquiciado, fuera de control”.
El mundo escuchó. “Un poderoso retrato sobre la psicopatología y la antipatía que provoca el pensamiento”, publicó The Independent. “Es un disco-choque de autos: sonoro, salvaje, peligroso, fuera de control, grotesco, inquietante”, señaló Rolling Stone. “Es imposible despegar los oídos”. El disco fue número 1 en Inglaterra y su primer top five en Estados Unidos en abril de 2000; fue un fenómeno que lideró rankings en todo el mundo. El primer disco de rap que vendió un millón de ejemplares en su primera semana en Estados Unidos, y el segundo más rápidamente vendedor de la historia. Debe haber sido todo un dolor que fuera superado por No Strings Attached de NSYNC.
“Era una tormenta perfecta de controversia, humor y extravagancia”, alega Elizondo, pero también trajo problemas. El músico de jazz Jacques Loussier demandó a Eminem por 10 millones de dólares, asegurando que la base de “Kill You” había sido robada de su tema “Pulsion”. La imaginería de violencia contra la mujer del mismo track fue citada por Lynne Cheney en una audiencia del Senado estadounidense sobre la cultura de la violencia en el país; también por el procurador general de Ontario, Jim Flaherty, que la señaló como un delito de odio cuando intentó evitar la entrada al país del artista para actuar en el Toronto SkyDome. Las acusaciones de homofobia por parte de varios grupos LGBT+ hicieron que Eminem desplegara credenciales gay-friendly con un dueto de “Stan” junto a Elton John en los Grammy de 2001.
De manera inevitable, semejante supernova oscura tuvo su estrepitosa caída. Mathers admitiría en su autiobigrafía que “atravesé una fase en la que disparaba pistolas al aire en el patio trasero del estudio, amenazaba y apuntaba a gente en la cara, sin darme cuenta de que podía ir a la cárcel”. Una de las personas al otro lado del cañón fue Douglas Dail, asociado de Insane Clown Posse a quien Mathers amenazó con un arma en un estacionamiento de Royal Oak, Michigan, el 3 de junio de 2000; al día siguiente fue arrestado por pegarle con un arma a John Guerra, a quien creyó ver besando a Kim fuera de un bar. Los incidentes terminaron con sendas probation; el impacto personal fue mucho más grande. El 7 de julio, Kim intentó suicidarse cortándose las venas. La pareja se separó en agosto y se divorció al año siguiente. Kim trambién demandaría a Mathers por difamación a causa de "Kim", y llegó a un arreglo extrajudicial.
En términos de probarse a sí mismo, The Marshall Mathers LP fue un triunfo resonante. Intransigente y revolucionario, con atmósferas cinematográficas y una ferviente ambición, se convirtió en un referente, ubicado entre los mejores discos de rap que se hayan hecho. “Hay un montón de sustancias, y un montón de cosas que venían directamente de su vida”, dice Elizondo. “De comienzo a fin, no estábamos tratando solo de meter una gran canción en la radio; todos los involucrados queríamos asegurarnos de que el disco era una obra maestra, y tomar toda oportunidad de perfeccionarlo. Sigo pensando que se sostiene, en lo sonoro y en lo artístico. Es una instantánea de ese período en la música, tanto como de ese período en el mundo”.
*De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.