A los 44 minutos del primer tiempo del partido que Holanda perdió con Escocia 3-2 en Mendoza, el 11 de junio y por la tercera fecha del Grupo 4 del Mundial 78, Wim Rijsbergen, el número 17 , salió lesionado en su rodilla. Había sido titular en el 3-0 sobre Irán y en el 0-0 con Perú. Holanda estuvo a punto de quedar eliminado pero logró avanzar de fase; Rijsbergen, en cambio, ya no volvería a jugar en el certamen. La historia se construye, también, con las cosas que no pasaron.
Antes de viajar a la Argentina, Rijsbergen y sus compañeros habían quedado en el medio de un debate nacional en Holanda, hoy rebautizada Países Bajos.
Organizaciones civiles y de derechos humanos, entre ellos el SKAN (un grupo solidario con los exiliados argentinos e impulsado por dos humoristas, Freek de Jonge y Bram Vermeulen), exigían un boicot al campeonato en rechazo a la dictadura de Videla. La situación se replicaba en otros países. A Europa la información llegaba sin censura.
"Nadie podrá decir, como en 1936 (los Juegos Olímpicos en Berlín, la Alemania de Adolf Hitler), que no lo sabían. Irán al Mundial como héroes, volverán como colaboracionistas", fue el mensaje de De Jonge y Vermeulen a los futbolistas.
El plantel holandés, ya sin Johan Cruyff (había renunciado al Mundial por motivos personales y no ideológicos, como en algún momento trascendió), siguió sin embargo el consejo de su federación: separar el fútbol de la política. Las encuestas realizadas a lo largo del país suscribían a esa idea con más del 70% de los votos.
"La Naranja Mecánica", un verdadero equipazo en el que Rijsbergen también había sido titular indiscutido y ahora estaba en manos del austríaco Ernst Happel (reemplazante de Rinus Michel en el cargo de DT), tenía además la sangre en el ojo: había perdido la final de la Copa previa, Alemania 74, contra el seleccionado local.
El "fútbol total", inmortalizado en la jugada inicial de la final que terminó con el penal a Cruyff (y en la que Rijsbergen fue el jugador que más veces tocó la pelota, cuatro), se había quedado sin el premio mayor.
Pero más allá del discurso despolitizado, a tal punto monolítico que aún persiste en las distintas entrevistas; más allá también de que, a juzgar por las encuestas difundidas, la idea del boicot era impulsada por una porción minoritaria de sus compatriotas; algo del debate había prendido en un futbolista holandés.
"El único jugador del que está documentado que visitase a las Madres de Plaza de Mayo fue Wim Rijsbergen. (...) Quizás en parte por disponer de mucho tiempo libre (...) alquiló una bicicleta y se fue a ver a las Madres. Charló con ellas y comprendió lo horrible de lo que allí pasaba. El impacto de su conversación fue tal que durante mucho tiempo continuó estando en contacto con ellas y siguió apoyando su causa".
Así lo cuenta el español Quique Peinado en el libro "Futbolistas de izquierdas: entre fútbol y política", que agrega: "Treinta años después, en la presentación en Amsterdam del libro 'Voebal in een oorlog' (Fútbol en una guerra sucia), de 2008, apareció Rijsbergen. Quería ver a dos viejos conocidos: Nora de Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, y Leopoldo Luque, ex jugador de Argentina", quienes habían sido invitados especialmente.
Hubo, sí, jugadores de otras nacionalidades que visitaron a las Madres en el Mundial. Pero hubo también mitos. Como el del arquero sueco Ronnie Hellstrom, al que la leyenda ubica en la Plaza de Mayo el 1 de junio, es decir el mismo día del inicio del torneo, y al que inclusive en medios europeos le adjudicaron no una frase sino directamente una declaración de principios: "Era una obligación que tenía con mi conciencia".
"No era yo. No. Recuerdo haberlas visto, pero no fui a la Plaza. Un par de jugadores fueron, pero no recuerdo quiénes", aclaró el propio Hellstrom años después en una entrevista en Terra Magazine con el periodista Ezequiel Fernández Moores.
Y lo mismo contaron Arie Haan y Ernie Brandts, integrantes del plantel holandés que vino a jugar la Copa a la Argentina, en "Papelitos", una página web creada por un colectivo de periodistas argentinos en colaboración con la embajada de Países Bajos y publicada al cumplirse 40 años del Mundial: "No teníamos permitido salir del hotel. Sólo un jugador de nuestro equipo vio a las Madres. Salió del hotel y nos contó".
Era Rijsbergen.