Proyectar siempre es futuro y es conciencia de que el presente es perfectible. Admirables las mujeres tehuelches que habitaban como nómades la Patagonia, de los Andes al Atlántico.
Se ocupaban de la cría de los hijos, del cuidado de los enfermos, de procurar los alimentos que no fueran de origen animal, de cocinar, de mantener la toldería ordenada, pero, sobre todo, de armar y de desarmar los toldos. Este original sistema portable, que ellas mismas eran responsables de cargar durante los desplazamientos, no solo resolvía el habitar sino que reparaba de los vientos permanentes y agresivos de la meseta. Por dentro, graficaban los cueros para dar sentido a “la casa bonita”.
La vida humana está anclada al proyecto; y la mujer, aunque confinada por siglos al espacio interior por el poder de andros (el patriarca), proyectó.
Esclarecidas y valientes desde la constitución del Estado, reclamaron por su espacio en la vida pública y por sus derechos. Y “el arte gráfico” –como después el diseño– fue una herramienta para la visibilización y la difusión de los reclamos. También como trabajadoras –en especial, en la industria gráfica y textil–, se manifestaron desde la primera huelga en 1879, convocada por la Sociedad Tipográfica Bonaerense, por demandas laborales y para “propender al adelanto del arte tipográfico”.
Buenos Aires, hacia 1930, vivió un proceso precipitado de construcción de una nueva identidad cultural que generó una “tensión utópica” entre la resistencia a abandonar el pasado y la modernidad, desde el modelo económico, el estilo de vida y las vanguardias. Actores y medios conformaban el campo intelectual donde las incipientes formas de la modernidad interactuaban. En ese contexto, hubo mujeres que comenzaron a generar una matriz de identificación temprana con el diseño editorial, trabajando tanto para imprentas como en proyectos para autores.
Esa fase protomoderna, en las décadas del 40 y del 50, deriva en trabajos de diseñadoras fundamentados en la Bauhaus, la abstracción y el racionalismo y, como contraparte, en el pop y la psicodelia durante los 60.
En los años 70, el diseño se profesionaliza, se amplía el campo al diseño industrial y la práctica se “institucionaliza” con la participación en espacios legitimados como el CIDI (Centro de Investigación del Diseño Industrial). Una década en la que el diseño explota y desborda su influencia en toda la sociedad.
La mujer siempre estuvo allí, aunque el ideario masculino la invisibilizara, menospreciando sus aportes y considerando tan obvia la necesidad de reconocimiento que ni siquiera la mencionaba.
Esta muestra es un homenaje a las pioneras que ayudaron a construir, de una manera femenina y singular, el imaginario de símbolos y de productos materiales del diseño argentino.
Por una historia total, inclusiva.
* Curadora, junto con la Fundación IDA (Investigación en Diseño Argentino, representada por Marina Baima, Sebastián Rodríguez y Wustavo Quiroga), de la exposición Matrices- Mujeres del diseño- capítulo 1: origen y activismo, con producción de Mora Caraballo, Paula Lombardi y Verónica Mercer e investigación a cargo de Agostina Casalet, Franco Chimento, Carolina Corti, Inés Courtiar, Cecilia Durán, Diego Gómez Acuña, Clara Encabo, Jorgelina Janco, Constanza Martínez, Sebastián Mur, María Sol Navarro, Emmanuel Pan, Mara Pagiari, Daniela Quintana, Jessica Tamara Rosser, Juan Ruades, Susana Saulquin, Mariel Szlifman, Kika Tarelli, Mariana Vidakovics De Victor y Vanessa Zuin. La muestra fue inaugurada el 4 de marzo pasado en el Centro Cultural Kirchner (en Sarmiento y Leandro N. Alem) en el marco del ciclo “Nosotras movemos el mundo”, organizado por los ministerios de Cultura y de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, y podrá volver a verse cuando se reabran las actividades en museos y centros culturales. Texto introductorio del catálogo.