Jazmín Stuart es una actriz bien conocida en el mundo del cine y la televisión. En el segundo caso, participó en ciclos tan disímiles como Verano del ‘98 y Mujeres asesinas. En cine, trabajó en distintas películas, y en dos hubo una exótica y particular coincidencia: anticiparon sin proponérselo la situación que se está viviendo actualmente y Stuart fue protagonista en ambas. Una es Fase 7 (2011), de Nicolás Goldbart; la otra es la reciente Tóxico, de Ariel Martínez Herrera, rodada antes de la era del Coronavirus. Ambas abordaron, en clave de ficción apocalíptica, una pandemia que azota al mundo. Stuart no sólo estudió teatro sino también dirección de cine en la FUC y ya dirigió tres películas: Desmadre (2012, junto a Juan Pablo Martínez), Pistas para volver a casa (2015) y Recreo (2018, junto a Hernán Guerschuny). Mientras prepara el guion de su cuarto largometraje, a la actriz se la puede ver en una nueva película como protagonista (esta vez no de una pandemia): La fiesta silenciosa, de Diego Fried, se estrena este jueves en la plataforma Cine.ar.
En esta ficción, compone a Laura, una mujer que viaja a la casa de campo de su padre (Gerardo Romano), un abogado tan exitoso como absorbente. Laura llega junto a su novio Daniel interpretado por Esteban Bigliardi) ya que al día siguiente van a casarse en ese caserón con un amplio parque y que, para el evento, el padre de la novia preparó y acondicionó todo. Pero a Laura no se la ve tan convencida: atraviesa el síndrome de la previa, casi como que el matrimonio que consumará en horas lo vive como una encrucijada. Casi sin darse cuenta, comienza a caminar por el country y se mete en una fiesta silenciosa en un jardín de una casa lindera: todos escuchan la música con auriculares pero bailan juntos. No se quiere quedar pero un joven le insiste. Saldrá transformada de ese lugar de una manera dolorosa, que la llevará a tomar decisiones extremas. Y la película se transformará en una espiral de violencia.
"Me parecía interesante que la protagonista sea una mujer de cuarenta años que se está por casar. Ya eso me parece raro y también el hecho de que está incómoda con esa decisión. Hay algo que le resulta disonante de la decisión", plantea Stuart sobre uno de los motivos que la impulsaron a participar en el film. "Después, el triángulo que se genera con su padre, que es un padre sobreprotector, seductor que, al mismo tiempo, es vehemente, omnipotente, por momentos agresivo con ella, y con el novio. Y del otro lado, el novio que es un personaje frágil, blando", detalla Stuart. También le interesó la disyuntiva de una mujer que, en un momento, decide salir de esa situación y se descubre libre por un rato. "Después es como si la vida la castigara por darse un rato de libertad. Me parecía interesante eso y cómo ella decide hacer uso de la violencia y cómo sus propios hombres, los de su familia, no la dejan ejercer la violencia porque, de alguna manera, la violencia es patrimonio de los hombres y no de ella", entiende Stuart.
-¿Era importante para elegir participar la mirada que tiene la película sobre la violencia de género?
-Sí. Yo vengo con este proyecto desde hace años. Diego me acercó el guion como cinco años antes de filmar. Al principio, no estaba tan definida esa mirada. La película estaba más anclada en la fórmula del thriller, pero había algo que todavía no estaba anclado en la mirada de Laura. Era como una mirada más omnipresente. Y con las reescrituras eso fue modificándose y también con muchas charlas que tuvimos con Diego de cosas que yo observaba desde mi lugar de mujer y también con el correr de los años desde mi lugar del feminismo, con una mirada más afianzada en el punto de vista de ella.
-¿Sos una mujer de carácter como tu personaje? ¿Te sentís identificada con Laura?
-En algunas cosas tal vez sí, en otras no. Me parece que ese lugar en donde está parada Laura al principio me resulta ajeno hoy en día. No imagino estar por dar un salto tan grande en mi vida bajo presión. Eso no lo puedo imaginar hoy.
-¿Cuánto te ayudó tu militancia feminista para entender y construir a tu personaje?
-Muchísimo, porque cuando filmé la película ya veníamos desde Actrices Argentinas trabajando mucho. Venía de escuchar muchos relatos y de acompañar muchos casos. Y había muchos elementos dentro del recorrido de Laura en la película que me resultaban muy conocidos, muy familiares.
-¿Cómo fue la construcción desde lo físico?
-Yo sabía que iba a tener que poner mucho el cuerpo en todas las escenas de violencia: las corridas, usar armas de fogueo y todo eso. Venía preparada y entrenada. Ya me había tocado hacerlo en Amateur, de Sebastián Perillo, y en la serie Nafta Súper, de Nicanor Loreti. Ya varias veces me había tocado usar armas y hacer peleas. Igual, terminé llena de moretones con un pequeño desgarro (risas). Sí, porque fue muy intenso el rodaje. Fue intenso físicamente, emocionalmente también. Por primera vez, sentí que emocionalmente me desbordaba un poco lo que estaba actuando. Nunca me había pasado, pero lo viví como un buen síntoma, como que estaba más atravesada por lo que estaba actuando.
-En los medios, ¿se logró modificar algo de la mirada machista y patriarcal?
-Hay mucho laburo para hacer todavía. A veces, por cierta falta de perspectiva de género involuntaria o, en otros casos, muy adrede, se encuadran las noticias o se baja línea que patea en contra de lo que el movimiento feminista viene planteando. El hecho de que el periodismo o que los medios sean "el cuarto poder" no me parece menor. No hay que subestimar la forma en la que imprimen ideas en la sociedad. Y habilitan dinámicas porque tenemos que reconocer que hay un sector inmenso de la sociedad que responde a lo que se le dice a través de la televisión o a través de los medios. Ese espacio no puede estar ajeno a la transformación que se está viviendo. Hay ciertas cosas que todavía se escuchan en televisión que dentro de cinco años van a resultar totalmente incorrectas políticamente, fuera de lugar, irrespetuosas. Es un cambio que se va dando fuerte en algunas partes de la estructura y hay otras que, por momentos, parecen muy obsoletas, muy añejas, muy rancias.
-Ahora, ya con una parte del recorrido realizado, ¿cómo analizás el trabajo de Actrices Argentinas?
-Nos fuimos organizando cada vez más. Hoy somos una organización que trabaja cotidianamente. Por ejemplo, desde la Comisión de Asistencia a Víctimas de abuso y violencia es un trabajo cotidiano para todas, para el cual tuvimos que formarnos con equipos de abogadas y de psicólogas. Es un trabajo activo que hacemos todos los días. Nos transformamos en una agrupación activista que realiza un trabajo cotidiano. Por otro lado, también aprendimos ciertas cosas. Con el tiempo, aprendimos que siempre va a haber un sector que va a pretender atacarnos y meternos en el barro de polémicas inconducentes, básicamente porque somos actrices. Eso, ya de por sí, nos pone en un lugar en donde los medios se van a interesar en polemizar o banalizar, sólo por el hecho de ser actrices. Pero, además ser actriz y militante, es estar en un lugar muy expuesto. Todas las mujeres que trabajan dentro del feminismo alguna vez sufrieron ataques en redes sociales o dentro del ámbito en el que trabajan, pero nosotras lo vivimos todo el tiempo. Es permanente y muy a gran escala.