En la primera jornada del juicio oral contra el finquero Hartmut Torsten Theobald, el peón rural que logró salvar su vida tras haber sido envenenado con un pesticida relató que trabajó a las órdenes de la familia del acusado por cerca de treinta años, y que nunca recibió un sueldo.
Dado que el debate es presencial, pero no se permite el ingreso del público ni los periodistas, por las restricciones motivadas en la pandemia, lo que se sabe de la primera jornada es lo que difundió el Poder Judicial. Según ese parte de prensa, Soraire, de 70 años, contó que en la finca El Salto, ubicada en el paraje Palomitas del departamento Güemes, en el sur de la provincia, se ocupaba de regar el alfa y que "nunca le pagaron por eso". En la finca le daban un lugar para dormir, en realidad un choza de chapas y palos, y su patrón le llevaba dos kilos de carne todos los lunes.
En la finca también trabajaba Ramón Ignacio Casas, de 56 años, quien murió envenenado en octubre de 2018, en la misma época en que Soraire fue intoxicado. Soraire aclaró que ni él ni Casas manipulaban pesticidas o herbicidas, y que esta tarea únicamente la realizaba Theobald.
“Yo me he escapado de morir. Hartmut me ha metido veneno en la carne. Tiene que haber sido él porque era el único que estaba. Me había llevado carne de vaca y chorizos. Yo me doy cuenta apenas como la carne, porque empecé con mareos, diarrea y vómitos. Ese día cociné una sopa y tenía gusto raro. Tomando leche me he salvado. Si no me iba a morir”, aseguró ante el tribunal integrado por el juez Francisco Mascarello y las juezas Paola Marocco y María Livia Carabajal, de la Sala VII del Tribunal de Juicio de la ciudad de Salta.
Hartmut Torsten Theobald, un agricultor, como se definió él mismo en la primera audiencia, en la que adelantó que declarará más adelante, está siendo juzgado por los delitos de homicidio calificado por el uso de veneno u otro elemento insidioso en perjuicio de Casas y por tentativa de homicidio calificado por el uso de veneno u otro elemento insidioso en perjuicio de Soraire.
Soraire contó que también murieron seis de sus perros que comieron la carne entregada por Theobald. Y hasta algunos zorros que consumieron los restos. El trabajador rural dijo que se dio cuenta de que tenía veneno porque a los animales les salió sangre de la boca. Por eso puso sobre el techo del rancho los restos de chorizo que le había llevado el finquero. Estos restos fueron secuestrados por la Policía y se comprobó que contenían pesticida.
Relató que como se sentía muy mal fue a la casa del finquero a reclamarle por la carne envenenada, pero Theobald negó la acusación. “Le dije que me lleve ya al hospital de Güemes. Lo hizo, pero me dejó a dos cuadras”, contó Soraire. Dijo que allí lo revisaron, le preguntaron qué síntomas tenía y qué había consumido. Luego le colocaron una inyección y escuchó decir a una médica que le habían dado veneno.
"Le apuntaba con un rifle"
Además de Soraire, ayer dieron su testimonio la viuda de Casas, Ramona Susana Ávila, un hermano suyo y dos de sus hijos.
Ávila sostuvo que la relación entre su marido y el finquero no era buena. “Una vez que lo llamamos por teléfono nos contó que le habían robado una libretita donde él registraba los días que llevaba trabajados y la contabilidad de la hacienda que él atendía. Solo eso le robaron, y su patrón era el único que tenía llave de su pieza. Ahí empezaron los conflictos.
"Nos dijo que Theobald lo seguía cuando él andaba trabajando en el cerro, a caballo, y le apuntaba con un rifle desde lejos", recordó la testigo.La mujer relató que la situación empeoró cuando su esposo decidió denunciar a su patrón en la AFIP porque nunca le había pagado el salario familiar. “Después de eso nos reunió a toda la familia y nos dijo que si a él le llegaba a pasar algo, teníamos que responsabilizar a Theobald. No se lo notaba con miedo, estaba tranquilo, pero nos advirtió eso”, refirió Ávila.
En octubre de 2018, cuando se cometieron estos hechos, Ávila estaba separada de su marido, pero él iba una vez al mes a su casa, cuando cobraba, para llevarle suministros a la familia. La testigo dijo que la relación era buena y que, aunque Casas no vivía permanentemente con ella y sus nueve hijos, tenían una comunicación telefónica fluida. En la finca El Salto Casas trabajaba como puestero cuidando la hacienda.
Ávila describió a su esposo como “un hombre normal, tranquilo” y descartó que en los días previos a su muerte se hubiera encontrado deprimido por algo.
Raúl Victoriano Casas, hermano de la víctima fatal, que conoce a Theobald porque trabajó un tiempo en su finca amansando caballos, también afirmó que la relación de Ramón Casas con Theobald era mala. “No le quería pagar el salario familiar. Cuando nos dijo que si le pasaba algo iba a ser culpa de su patrón, le pedí que deje de trabajar ahí, pero él me dijo que no podía porque había sacado una moto y tenía que terminar de pagarla”, relató.
El testigo también ratificó parte de la declaración que brindó en fiscalía en octubre de 2018, cuando había detallado que cuando su hermano regresó de Salta, luego de denunciar a Theobald ante la AFIP, le dijo que lo había hecho porque “estaba zorreando que lo iba a rajar, y que a partir de esa denuncia iba a tener que pagarle lo que le correspondía por los años trabajados. Estaba contento por eso”, sostuvo.
La audiencia continuará hoy, con más testimonios. Del debate interviene el fiscal Ramiro Ramos Ossorio. Los abogados Marcos Molina y Luis César Fernández están a cargo de la defensa del finquero acusado, y también participan los abogados José F. Teseyra y Alejandro Tapia, en representación de la querella y actoría civil de la familia de Casas.