Hace dos semanas la Bundesliga retomó su actividad habitual luego de dos meses de suspensión por la pandemia del Covid-19. La Bundesliga es la cuarta liga europea de fútbol, no sorprende que sea Alemania la dueña de la pelota en la Unión Europea, el primer país donde la industria del fútbol se reactiva tras las medidas de aislamiento social obligatorio aplicadas en muchos lugares del mundo. Tampoco sorprende que sea el fútbol la punta de lanza de un retorno posible a la normalidad -probablemente más performático que real- en el mundo del deporte. Sin público en las tribunas y con un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus, el martes 26 de mayo se jugó el clásico de la liga entre Bayern Munich y Borussia Dortmund. El mundo continúa, la FIFA certifica.
En algunos vestuarios de otros lugares del planeta creemos que no es posible seguir como si el césped hubiera vuelto a crecer y la cancha estuviera ya lista para usar. Con la pelota detenida, se abre un tiempo de descuento para balbucear algunos pensamientos sobre cómo volver y para qué. ¿Queremos volver a jugar como si nada? ¿Existe una vuelta diferente para las canchas del sur? Nos dicen que acá la pandemia llegó más tarde, que debemos mirar al norte para aprender. Pero la pandemia no impacta de la misma manera en todas las latitudes, no sólo por la diferencia de estaciones sino porque acá en el sur somos más pobres: los primeros casos de coronavirus en el fútbol argentino fueron de jugadoras que viven en la Villa 31.
Se escucha por ahí decir que el virus no discrimina, y es cierto que quizás vino a recordarnos nuestra común fragilidad, pero también vino a poner al descubierto la radical desigualdad de la distribución de recursos vitales y la manera predatoria en que nos vinculamos -no sólo entre personas, sino también con el resto de los animales y el medio ambiente: como si fuéramos l*s más importantes, l*s únicos y l*s mejores.
Nos parece tan sorprendente ver delfines en Venecia o gansos cruzando la Avenida Sarmiento como la cuantificación de personas muertas por Covid19 apiladas en las pantallas de la televisión. ¿Realmente creíamos que podíamos desmontar los bosques, construir fábricas de vacas o extraer minerales de las montañas sin consecuencias negativas para el medioambiente? Ni el capitalismo es una casualidad, ni el virus una catástrofe natural. Nuestra capacidad de hacer y cambiar nos vuelve responsables de este presente. ¿Qué quiere decir que las grandes ligas europeas de fútbol vuelven a jugar? ¿Qué significan esas trasmisiones en vivo? No podemos volver a eso que se publicita como la normalidad.
Maristella Svampa en “La humanidad vive tiempos de descuento” , propone leer este contexto de pandemia como una oportunidad -que se abre brevemente, como un portal- para una acción transformadora en medio del desastre, propone pensar desde la liberación cognitiva. Pero para aprovecharla se vuelve urgente poder desatar los cordones que nos amarran a la ansiedad de volver a lo que éramos, al consumo de los estadios lujosos, los cuerpos de diseño y los futbolistas millonarios. Podemos jugar sin la FIFA, no volvamos a eso que se publicita como la normalidad.