Sam Neill se propuso ser el bufón de la cuarentena. Para divertimento de su medio millón de seguidores en Twitter, el actor de 72 años se convirtió “en un idiota de las redes sociales”. Lo que significa tocar “Uptown Funk” en ukelele; pintar “retratos posmodernos” de Stephen Fry; leer historias del Dr. Seuss; hacer trailers apócrifos; arreglar su jardín para la cita de un enano de cerámica; mostrar su colección de imanes de heladera, y filmar las “Cinema Quarantino Productions” con Hugo Weaving y otros colegas amigos. Cualquier cosa que postee tiene cien veces más sentimiento que aquel video de “Imagine”.
“La gente necesita animarse un poco, se siente algo miserable”, dice Neill, que no suena para nada miserable. Puede haber cierta gravedad en su persona en pantalla –a veces incluso una malevolencia, como en su ataque de furia con un hacha en La lección de piano-, pero puede cambiar a cierta malicia con solo arquear una ceja. Ese es el Neill que habla hoy. Está aislado en Australia con su novia, la periodística política Laura Tingle; lejos de su Nueva Zelanda natal y de su viñedo, sus cerdos Angelica Huston e Imogen Poots, su gallo Michael Fassbender y su vaca Helena Bonham Carter. Pero no deja que eso lo deprima.
“Si hay un lado positivo de estar en prisión es que te estimula la inventiva”, dice Neill. “Tenés tiempo de hacer cosas que de otro modo estás muy lejos de hacer. Todo ese atareo es simplemente estar ocupado en llegar a un lugar donde vas a estar ocupado, y volver a tu casa para seguir estando ocupado. Tenemos la oportunidad de tranquilizarnos un poco, pensar en cosas muy diferentes, jugar con nuestros juguetes”. Al comienzo de la cuarentena tuvo planes de “ver televisión como si no hubiera un mañana”. Pero eso no sucedió. “Rara vez prendí la TV. Simplemente no puedo ser molestado por la TV”.
Presumiblemente, él espera que no todos hagan lo mismo. Porque el motivo de la charla es Flack -la comedia dramática que protagoniza Anna Paquin como la despiadada publicista de celebridades Robyn, con Sophie Okonedo como su jefa Caroline-, aunque su rol ahí es bastante pequeño. Neill aparece en la segunda temporada que, a pesar de ser mejor que la primera, no tendrá aire en los Estados Unidos porque fue cancelada sin mayor ceremonia por la señal de cable Pop. Pero fue editada en DVD, lo que permite asomarse a la química entre Okonedo y Neill, quien interpreta al ex marido de Caroline: un hombre que “una vez aspiró un gramo de cocaína del trasero de Kylie Minogue y luego cabalgó un pony hasta dentro de una piscina”. “Kylie es amiga mía”, dice Neill con una risita. Neill se ríe mucho. “Y pensé que no le importaría, aunque quizá haga una excepción. Pero ella tiene un trasero famosamente bueno.”
Neill se sumó a la serie porque “me pareció graciosa... el mundo de las celebridades que retrata existe, pero no estoy vinculando eso todo el tiempo. No es mi vida. Tengo muchos amigos que son celebridades, y no envidio su vida para nada. No es muy familiar para mí, pero es divertido.” Pero más que nada tomó el trabajo porque significaba trabajar de nuevo con Paquin, a quien conoció en La lección de piano, el film romántico de Jane Campion en el que interpretó al colono Alisdair y por el que Paquin obtuvo un Oscar a los 11 años. “Fue su primer trabajo, con lo cual es una especie de cierre de círculo”, dice Neill. “Ella ya es madre y todo eso, con lo que la reunión fue muy placentera.”
El estreno de La lección de piano coincidió con el de Jurassic Park. Dirigida por Steven Spielberg, la película de dinosaurios que lo cambió todo y en la que Neill fue el paleontólogo Alan Grant recaudó más de mil millones de dólares y convirtió al nombre de Neill en marca de fábrica. Entonces tenía 46 años. De chico era dolorosamente tímido y tartamudeaba; actuar lo ayudó a superar eso. Pero no fue hasta 1981, cuando estaba en sus treintaipico, que alcanzó reconocimiento internacional con dos roles demoníacos: uno como el letal espía de la película de horror de culto Una mujer poseída, el otro como el anticristo Damien en La última profecía.
Aunque su carrera tomó un camino muy diferente cuando estuvo a punto de ser elegido como el nuevo James Bond, siguió haciendo un camino estelar. Hubo roles televisivos –los más notables, Peaky Blinders y The Tudors- y otros cinematográficos; quizá su mejor trabajo del siglo XXI haya sido el de Hunt for the Wilderpeople, la comedia de aventuras de Taika Waititi. Pero para él no fue una carrera fácil. “Para la gente que se dedica a la actuación, la salud mental es todo un tema”, dice. “Creo que tiene que ver con la precariedad de nuestro trabajo. Hay probablemente 10 actores que tienen el trabajo asegurado. El resto de nosotros nunca sabe de dónde vendrá el próximo trabajo, o siquiera si habrá alguno bueno. Dicho esto”, señala con otra risita, “¡esos diez actores en este momento tampoco tienen trabajo!”.
Cuando el mundo quedó clausurado, Neill estaba por volar a Londres para trabajar en los Pinewood Studios en Jurassic World: Dominion, la tercera película del reboot protagonizado por Chris Pratt. “Creo que tenían dos semanas más de trabajo”, señala. “En este momento debería estar en la silla de maquillaje." Tras ausentarse de la secuela El mundo perdido en 1997, Neill volvió para Jurassic Park III (2001), pero no desempolvó su sombrero en casi dos décadas. En 2008 dijo que no haría un Jurassic Park IV. “¿Dije eso?”, pregunta. “Probablemente estaba borracho. Creo que nunca cerré esa puerta. Quizá lo dije de manera irónica, que quizá estaba un poquito viejo. Pero Chris Pratt encaja muy bien, y lo dejaremos hacer toda la acción. Y por supuesto, está mi reunión con viejos amigos Jeff Goldblum y Laura Dern, con lo que solo puedo imaginarlo como algo placentero”.
Hablando de Goldblum, hay una de sus líneas de la Jurassic Park original que se ha vuelto memes particularmente vigente: “Sus científicos están tan preocupados por preguntarse si pueden o no hacerlo que nunca se detienen a pensar si deberían hacerlo”. Neill disiente. “No sé si es tan premonitoria, porque el mundo actual tiende a descuidar la ciencia. La investigación ha sido desfinanciada y la ciencia sobre el clima no es tomada en serio... y eso está volviendo para mordernos el trasero. Yo creo en la ciencia, y deploro absolutamente el modo en que la investigación y la ciencia han sido denigradas. Nos piden que no escuchemos a los expertos. Bueno, si tengo que escuchar a alguien va a ser a un puto experto y no a algún payaso con la agenda de Trump. No puedo ponerlo de manera más brutal”.
Unas tres o cuatro semanas atrás, Neill dejó de mirar las noticias. No solo porque no quería ser molestado por la TV sino porque el ciclo de noticias “me estaba quemando la cabeza”. Ahora solo le pregunta a su novia si haty algo que deba saber. “Creo que cuando empezás a tener nostalgia de George W. Bush sabés que el planeta está en problemas”, dice, soltando su risita más sonora. “Por eso dejé de ver noticias. Una conferencia de prensa idiota más y querés colgarte. ¡Pero no voy a ahorcarme! No escucho más conferencias de prensa idiotas.”
Es difícil mantener el balance entre mantenerse informado y mantenerse sano. “Hay demasiado para poder manejarlo”, dice Neill. “Exacerbar la ansiedad es contraproducente. Ocuparse en cosas que no parecen tener ningún vínculo, como aprender a cantar una canción con un instrumento, puede ser de lo más energizante. Cosas que te hacen sentir bien. No creo que sea una cosa egoísta, es solo sentido común. Hay una cortesía en quedarse en casa, no amenazar la vida de otros andando por ahí, en particular en un Estados Unidos armado, por Dios. El pequeño sentido común que tengo me dice que busque el disfrute en los confines de mi cuarentena. Y tomarlo como una oportunidad.”
Y se tiene que ir. Debe filmar otra Cinema Quarantino Production con Helena Bonham Carter (la actriz, no la vaca): se llamará Das Fone Hell, y Bonham Carter encarnará al iPhone abandonado de Neill. Será visto por más de un millón de personas. Animar a la gente es todo un trabajo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.