“Murió mi amigo que miente y respira como si todo / fuera un mismo canal / vive en mí la estupidez inocente de creer en fantasías / muere todo / nace de nuevo en mi inconsciente / cuando sueño que morís porque aun estás adentro mío / en el bombeo de mi sangre / hace días vengo sintiendo que algo muere y sin nostalgia / mi piel / los dolores del stress / la violencia que mastico / ha muerto otra marika por manos cobardes / murió la paciencia de las oprimidxs / nació el veneno de estas guachitas”. Esos versos se pueden leer promediando el libro de la actriz, clown travesti y escritora conurbana Gemma Rizzo Ríos El veneno de estas guachitas (Ed. Mutanta). ¿Quiénes son las “guachitas”? “En principio, son plurales porque lo colectivo atraviesa todo el poemario. No se trata de hablar solamente de lo que siento yo. Hablo de complicidades, de las personas que me han rodeado, las perras, las presas, las gatitas, las oprimidas”. Los poemas del libro fueron escritos cuando Gemma vivía en Casa Capullo, en Villa Tesei, una combinación de vivienda particular, zona de tertulias y refugio para las amigas viajeras que estaban de paso y las que se veían obligadas a irse con lo puesto de la casa paterna. “Era un edificio de tres pisos de la familia de mi abuelo y del hermano de mi abuelo. Estuvo en venta muchos años. Varios jóvenes de la familia fuimos ocupando partes del edificio. Yo tomé dos locales de planta baja. Todo muy under: tenía persiana a la calle y estructura de local, pero adentro era mi casa, con espacio para ensayar y en el fondo tenía un patio totalmente selvático con palmeras, donde hacíamos fiestas, obras de teatro. En el piso superior había una sala de ensayo para bandas y se daba una combinación muy interesante entre los rockeros de Hurlingam y los putos, tortas y maricas en algunos eventos”. Fueron años rodeada de guachitas. A Casa Capullo le decían El Putanato, “un Orfanato para putos”.
Aclarado lo de las guachitas. ¿Y el veneno?
Me gustó la idea de darle lugar a eso que tiene una connotación tan negativa para la mirada general. El veneno te puede lastimar, generar cosas negativas en el cuerpo. Una persona venenosa es alguien con la moral de la maldad. Pero también puede ser una respuesta a la violencia y las opresiones que venimos. Somos violentas porque estamos violentadas. Es una respuesta colectiva como cuando se dice “furia travesti”. La primera parte del poemario está relacionada con un vínculo que tuve. Vivimos cosas hermosas pero también, su psiquiatrización. Habla de la impotencia que generan las instituciones capacitistas, los médicos decidiendo por sus pacientes. La segunda parte del poemario habla sobre mi hormonización. Hablo de las visitas al consultorio trans que queda en El Palomar. Muchas personas de zona oeste nos atendemos ahí y se genera una situación de pertenencia y alianzas ya desde la sala de espera.
NO TAN REINA DEL DRAMA
A los once años Gemma conoció la técnica de clown tomando clases en un centro cultural en Hurlingam. “Yo me había anotado porque fantaseaba con el drama pero me encontré con esta otra posibilidad”. Alrededor de los quince años empezó a participar en los torneos bonaerenses actuando con un elenco estable. Después del secundario cursó el Profesorado de Teatro en Morón y se solventó de distintos modos, desde vender cigarrillos hasta trabajar en un pelotero. Ahora, trabaja como docente en secundarias estatales y en un Centro de día para personas con discapacidad, y participa de grupos teatrales como Mujeres Quemando, Carmelitas Clown y Glitter Barrior. “Desde que empecé con la actuación me había puesto una premisa: si ocupaba un escenario, tenía que transmitir un mensaje. Había algo que no me estaba dejando ser y tenía la posibilidad de poder cuestionarlo desde el lenguaje del teatro. A los 19 fue mi gran despertar. Una salida del closet en la que me sentí bastante sola hasta que di con Jóvenes por la Diversidad, que organizaban juntadas en Morón. Encontrarme con maricas, lesbianas, travestis, fue toda una novedad y allí entré en contacto con grandes activistas como Diana Sacayán, Marlene Wayar”. En ese momento empezó a generar el unipersonal Líquido varón, que hablaba del deber ser varón y con esta pieza se fue haciendo un lugar en muchos circuitos de oeste. “Fui conociendo gente me abría su casa para hacer varietés a la gorra, el formato que más se usaba en ese entonces porque no había tantos espacios culturales. Así conocí a Carmín Lupe. Las dos éramos entonces maricas y payasas, y formamos Carmelitas Clown”.
¿Qué significa ser una payasa travesti?
Susy Shock nos bautizó así. Queríamos llevar vestuario de mujer, disfrutarlo, llevarlo en el cuerpo pero lejos del estereotipo de la burla de las feminidades. Así fue que surgió el dúo Carmelitas Clown. Además de recorrer la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano anduvimos en festivales por todo el país. Hoy tenemos dos espectáculos Flor de piel y Travesía. Carmelitas tomó un tinte feminista e identitario, y hoy podemos movernos siempre en espacios que nos representan ideológicamente.
Actualmente funciona arriba de tu casa una sala de teatro llamada “La Batato”. ¿Qué pasó con las actividades en cuarentena?
La inauguración fue muy pocos días antes de la cuarentena. Estamos haciendo clases virtuales y también filmamos un videoclip, “No necesito espejos”. Se va a estrenar en Distópico Festival Disidente Digital. La situación es crítica para muchas personas de la disidencia: la policía en la calle, la precarización, etc. El hecho de poder quedarse en casa es un privilegio de clase. En ese contexto intentamos seguir haciendo cosas. Desde el C. C. Haroldo Conti me invitaron a participar de un video de lectura para celebrar el aniversario 95 del nacimiento del poeta y lo filmamos acá. Leí “Como un león”, se puede ver en las redes del Conti. Desde acá hicimos un lanzamiento virtual de El veneno de estas guachitas y una compra futura, es decir que a quienes lo quieran adquirir se lo mandamos por PDF y cuando todo se reactive se lo enviamos en papel. A la sala la construimos arriba de la casa que compartimos con Camille, la persona con la que tengo un vínculo. Hace un tiempo en el almacén de mi barrio me preguntaron por la sala. Les conté quién fue Batato Barea. Me di cuenta de que el nombre estaba muy bien puesto: me permitía poder traer a esa figura que abrió caminos ¡en plena dictadura y posdictadura! acá, a mi barrio.
A Gemma Rizzo se la puede ver junto a Leonardo Sbaraglia, Alejandra Flechner, Lorena Vega y Chacovacci en Como vida que vivo... lecturas cotidianas, una serie audiovisual de cinco capítulos filmados por el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Más info en centroculturalconti.jus.gob.ar. Y El veneno de estas guachitas se puede adquirir a través de Editorial Mutanta (@editorialmutanta )