Mirando a Jordan

Una actividad obligada es mirar la serie que es furor, la construcción del mito Jordan. Producido por ESPN y difundido en todo el mundo por Netflix, el documental "The Last Dance" ("El último baile") vino a reconstruir la historia de Michael Jordan, el basquetbolista más legendario de la humanidad. La serie repasa las hazañas deportivas de una generación de varones cis, millonarios, heterosexuales y poderosos que hicieron de la NBA una marca cultural y planetaria. En cuarentena Sebastián Vega mira la serie donde aparecen los ídolos de su infancia, pero en conversación con SOY invita a trascender la épica televisiva y hacer foco en la intimidad de los conflictos. Es que en la línea de tiempo del documental se retrata tanto el brillo de las alianzas con Scottie Pippen y Dennis Rodman, como las sombras del propio Jordan; su negativa para apoyar públicamente al candidato afroamericano Harvey Gant, su soberbia y hasta sus ritos masculinos de varón y brabucón. Existe otra realidad fuera de foco. La historia continuó y también fue un modelo de vida para el basquetbolista argentino: en otra línea de tiempo pero en esta misma liga, cinco años después del último título logrado por los Chicago Bulls de Jordan el por entonces jugador de los Wizards de Washington, Jason Collins, inauguró un nuevo espectro posible entre las megaestrellas: “Soy un pívot de 34 años de la NBA. Soy negro. Y soy gay”.

En su memoria aparecen las All Star de Dennis Rodman. Blancas y abotinadas, el sol rojo en la parte de atrás, amarrado con costuras negras fibrosas. Sebastián Vega recuerda el local, en el centro de Gualeguaychú, donde su madre le compró las famosas zapatillas: la calidad del calzado, la paleta de colores de los Chicago Bulls, el espíritu de una clase trabajadora en crisis, la contraseña de la estética noventista. Hasta ese estante de su memoria afectiva llega cuando mira en Netflix la serie documental estrella del momento.

A los 18 años dejó Gualeguaychú, su ciudad natal, y perfiló desde entonces la carrera deportista en el alto rendimiento del básquet. Ahora tiene 31 años, su ruta cuenta con sellos geográficos dispersos por un mapa competitivo: Santiago del Estero, Mar del Plata, Buenos Aires. Participó también de diferentes procesos con la selección nacional. Considera que lo personal afecta mucho a lo profesional, le molesta cuando le dicen que no parece gay, y a propósito de la serie de Michael Jordan: que Dennis Rodman es un adelantado y que no puede dejar de quererlo.

La salida del closet

Al igual que al jugador de volley profesional Facundo Imhoff, a Sebastián Vega le empezó a resultar incómodo su propio silencio. Contará que en la recta final de este proceso se valió de dos conversaciones definitorias, con Lucas Pérez primero y “Pitu” Rivero después, ambos jugadores de la Liga Nacional, para acercarse a la decisión de enfrentar a la esfera de lo social. Atrás había quedado la época oscura de la negación y el ocultamiento. Con la ayuda de Germán Beder, ex jefe de prensa de la selección de básquet, motorizó el hecho público.

Diez días después se decretó la cuarentena obligatoria para todo el territorio nacional. Y Sebastián Vega se guardó en su casa en Comodoro Rivadavia, solo, justo cuando su equipo iba tercero en la tabla de posiciones, justo después de haber hecho pública su decisión de empezar una nueva vida. 

¿Cómo viene siendo el proceso de tu salida pública del closet seguida inmediatamente por la cuarentena?

Raro. Venía con muchas expectativas de poder cerrar ese ciclo de mi sexualidad. De ponerle un punto final y empezar como una nueva vida. Y bueno, de repente, tuve que quedarme encerrado. Igual, creo la cuarentena me ayudó un montón. Si yo hubiese seguido jugando después de lo que pasó con la carta, quizás no hubiese disfrutado, o no hubiese podido parar un poco la pelota. Poder mirar toda la gente que me escribió, poder responderles o tratar de estar más tranquilo. Si yo seguía jugando en ese momento, hubiera sido un “vamos que vamos” y por ahí no hubiese podido disfrutar ni del básquet ni de la carta, ni de todo lo que había sucedido.

El aislamiento te sirvió para tener un momento de revisitar todo lo explosivo de esos días.

Sí, lo aproveché mucho para pensar todas las cosas que pasé en el proceso. Más allá de que hoy lo miro y digo con otros ojos: qué pelotudo las cosas que pasé, o ¿por qué hice esto y por qué hice lo otro? Pero bueno, hoy por hoy te puedo decir que todo lo que pasó y todo lo que hice, o dejé de hacer, fue lo que pude hacer en su momento. Ahora tengo otras herramientas, pero en aquel momento estaba como muy metido en el problema y no podía ver las opciones que puedo ver hoy.

Y entre esas opciones está la de poner sobre la mesa la discusión de lo LGBT en el deporte.

Es un tema que se tiene que hablar, porque es un tema tabú en el deporte, en todo el ambiente del básquet. Creo que somos una generación bisagra. Antes de cerrar la carta con Germán Beder, quien me ayudó, preveíamos que podrían haber comentarios buenos y no tan buenos. Pero una vez que salió la carta y empecé a ver el apoyo, las reacciones, me di cuenta de que realmente era necesario hacerlo porque es un tema del que hay que hablar. Y la idea es que nadie tenga que pasar por lo que yo pasé.

¿Cómo fueron esas reacciones en el territorio hostil de las redes sociales?

Se dejó de lado el tema de mi sexualidad. Siento que se vio todo el proceso que yo viví. Creo que la gente sintió empatía con el sufrimiento que pasé. Yo quería contar mi historia, decir: yo pasé esto, pasé estas situaciones que no me hicieron bien. Y también poder ayudar a los que vienen. La gente sintió empatía, entendió que no hay que sufrir por ser gay.

Y que el deportista gay de alto rendimiento sí existe.

Sí, pero era necesario empezar a crear conciencia. Y también para mí, tenía muchos prejuicios sobre lo que podrían llegar a pensar. Entonces se trató de eso, de hablarlo, porque el hablarlo crea conciencia. Que deje de ser un tema tabú, que se hable. Y que sea algo cotidiano. Porque el deporte para mí tiene que ser totalmente inclusivo. Y hasta va más allá de la sexualidad. Tiene que ver con la discriminación. Porque yo durante muchos años, posta, estuve pensando en retirarme. Entonces para mí el deporte tiene que ser inclusivo en todos los aspectos. Por eso la carta se publicó a través del club. No era que solamente yo...

¿Te sentiste contenido por el club?

Fue todo muy fluido, con todas las personas con las que fui hablando: el club, el presidente, el entrenador, mis compañeros, mi representante, todos me brindaron su apoyo. Uno de mis grandes miedos era quedarme sin trabajo, para mí fue de mucha confianza que el club me haya renovado para este año. Pude romper con los miedos que yo tenía, realmente fueron muchos años en lo que pensé en retirarme. Por eso empecé a estudiar, no podía con esa situación. El club donde estoy ahora tiene mucho compromiso con lo LGBT. En mi caso, con mi carta, siempre me apoyaron, si hasta fueron parte porque esa era la idea. Estoy muy agradecido, pero creo que siempre se puede hacer un poco más, y puntualmente creo que los clubes tienen que involucrarse más en ese sentido. Es un proceso, recién se está dando, desde hace muy poco tiempo se está empezando a hablar