Jorge Catnich supo resumir en una sola frase, corta y contundente, los últimos 40 años de su historia: “Mis padres dejaron la vida esperando a mi hermano”. El hombre, de unos 60 años, fue el primer testigo de la jornada de hoy en el juicio por la Megacausa de Campo de Mayo: desde San Juan y por teleconferencia sumó datos del secuestro de su hermano, Juan Carlos, trabajador ferroviario de la Línea Mitre, de su cuñada Leonor Landaburu, y de su sobrine, nacide en cautiverio, que aún busca.
Paciente y tan detallado como si los hechos hubieran pasado ayer, Catnich desandó los años de búsqueda que él y sus padres llevaron a cabo desde septiembre de 1977, cuando se enteraron de que Juan Carlos había desaparecido. “Mi padre fue avisado de la desaparición de mi hermano a través de un ferroviario que había trabajado en el gremio de los conductores de La Fraternidad y que era conocido nuestro. Él había estado en los talleres de José León Suárez --en donde trabajaba Juan Carlos-- y había vuelto a San Juan”, comenzó.
Su padre le avisó a él y juntos viajaron a Buenos Aires, con el esfuerzo que debía hacer entonces “hace 43 años, la familia de un trabajador. Mi padre era trabajador ferroviario, ubiquémonos en el contexto, con escasos recursos materiales, ni siquiera teléfono teníamos...”
No conocía la ciudad, repitió una y otra vez. Esa ciudad que los recibió “en un clima completamente hostil”. En Buenos Aires se encontraron con la familia de Leonor Landaburu, compañera de Juan Carlos --se habían casado el año anterior en Mercedes, San Luis--, que también faltaba desde el mismo día que su esposo: el 31 de agosto. Padres y hermanos de ambos “nos dispusimos a presentar hábeas corpus y denuncias correspondientes”.
En ese viaje, el primero de muchos que harían durante los años siguientes desde San Juan hasta territorio porteño, su papá “se llegó hasta los talleres del Mitre”. “Ahí le relataron dos hombres los hechos: que el 31, cerca del mediodía, mi hermano estaba en horario de trabajo, se presentaron dos personas de civil diciendo que pertenecían a la Policía ferroviaria y que necesitaban llevarlo a él y a un compañero, (Enrique) Montarcé, a hacer una declaración. Que les dijeron que volverían, pero nunca más regresaron”, reconstruyó. Tras Catnich, declaró Nora Beatriz Montarcé, la hija de “Quique”.
A consulta de la fiscal del juicio, Gabriela Sosti, Catnich confirmó que su hermano militaba con Montarcé y con otros trabajadores ferroviarios. Que conocía a Egidio Battistiol, secuestrado a primera hora de aquel día. Según sus cálculos, un grupo de 23 trabajadores ferroviarios de las líneas Mitre y Belgrano, algunas de sus compañeras y otros familiares, cayeron en ese operativo que duró algunos días. Todos fueron mantenidos secuestrados en el centro clandestino El Campito, que funcionó en la guarnición militar de Campo de Mayo.
Fueron varios los viajes que Jorge realizó a Buenos Aires. En uno de ellos, fue a visitar al marido de una prima lejana de su mamá, que era policía de la Federal. Todavía recordaba su nombre: “Felipe Jalil se llamaba”, testimonió. El hombre lo llevó una mañana al lugar donde trabajaba, “un edificio sobre una avenida”, apostó: “Nos vino un chofer a buscar. El hombre iba festejando un triunfo de boca. Entramos al edificio por la playa de estacionamiento y subimos a una oficina desde donde se veía el playón. Yo ví como entraban y salían camionetas comunes a las que cargaban armas, se subían dos hombres y salían. Este tipo me dijo que no sabía nada de mi hermano, pero que me quedara tranquilo. Me sugirió que volviera a San Juan, que cualquier cosa me avisaba. Yo me fui llorando, de él no supe más nada”.
“Mi papá y mi mamá dejaron la vida buscando a mi hermano. Mi mamá se murió esperándolo, enfermó al poco tiempo de que desapareció”, aclaró para describir cómo los crímenes afectaron la historia de toda una familia.
El secuestro de Leonor
A Leonor, que estaba embarazada de seis meses, se la llevaron el 31 de agosto a la tarde. Catnich testimonió que supieron “que la secuestraron en la casa, suponemos que con las mismas llaves de mi hermano, porque la puerta estaba cerrada con dos vueltas de llave y se ve que entraron con esa llave”.
Ese día Leonor había ido a trabajar. Una compañera recordó la ropa que tenía puesta: un gamulán, un pantalón negro, botas de cuero negras. “Con esa ropa la vieron en Campo de Mayo”, detalló luego su cuñado. Quienes la vieron en el centro clandestino fueron la hermana de Egidio Battistiol, Ema, y su hija, Sandra, secuestradas junto al ferroviario y su esposa y liberadas al cabo de algunos días, bajo amenaza. Ellas confirmaron que el embarazo de Leonor llegó a término.
El otro cabo que sirvió para reconstruir el nacimiento en cautiverio de su sobrine fue el relato de una asistente social que estuvo internada en el Hospital Militar de Campo de Mayo, que aseguró ver a un bebé allí, y que una enfermera le confirmó que “era un bebé de una presa a la que ya se la habían llevado, que la mamá había pedido que lo llamaran Federico”. “Esto es lo que sé, los padres aparentemente había pensado el nombre de su hijo”, afirmó Catnich.
Las denuncias radicadas por la familia Catnich no solo apuntaron a buscar a Juan Carlos, sino también a dar con su hije. “Hicimos denuncias ante organismos sobre la presunción de nacimiento de un sobrino. Dejamos muestras de sangre”. Luego, relató cómo en 1988 se creyó que una niña criada por un policía era su sobrina. “En el año 88 nos llaman que había una persona que podía ser, con la técnica de histocompatibilidad. Nos llama el juez Ramos Padilla y nos presentan la situación”. Él y su mujer, que hasta ese momento tenían un solo hijo, decidieron llevarla vivir con ellos. Luego, con el avance de la genética, el estudio de ADN excluyó a la niña de la familia Catnich Landaburu. La búsqueda del niñe sigue.
Su testimonio duró poco más de una hora. Mantuvo la calma hasta el cierre, cuando no aguantó la emoción. "Agradezco que se hagan estos juicios, aunque sea en esta situación tan particular", concluyó como le permitió la angustia contenida.