De añitos a fecha, la neozelandesa Jacqui Kenny se ha convertido en una reconocida fotógrafa de viajes por tomar imágenes de escenarios distantes, de Chile a Mongolia, de Perú a Senegal, de Túnez a Bolivia, de Estados Unidos a Kirguistán, sin siquiera haber salido de los confines de su casa. Lo que a priori parece un imposible, no lo es de ningún modo; responde a razones. Tiempo atrás descubrió la artista las bondades de Google Street View, herramienta de extendido uso que hace más de una década revolucionase la cartografía al permitir visionar calles a través de pics reales, y desde entonces así recorre territorios lejanos a su Londres de residencia: vía computadora. “Encontré pueblos remotos y paisajes polvorientos, gemas arquitectónicas vibrantes y personas anónimas, todo congelado en el tiempo. Me intrigó el extraño y expansivo universo paralelo de la plataforma, y comencé a hacer capturas de pantalla para preservar esos reinos mágicos y ocultos”, recuerda los orígenes la mujer que ha llegado a exponer sus piezas en galerías neoyorkinas y actualmente trabaja en un fotolibro.

Vale aclarar que su renuencia a salir del hogar nada tiene que ver con estar corta de cash o con haraganería: si la modalidad le viene al pelo es porque la muchacha padece de agorafobia, “condición que limita mi capacidad de viajar, por la que tuve que encontrar otra forma de ver el mundo”. A trancas y barrancas sale de su casa, evitando montar trenes y autobuses, ir a reuniones de trabajo, concurrir a eventos, entrar al supermercado… Así y todo, bien se ha apañado dándole renovado uso al chiche 360, amasando hoy un encantador cuerpo de obra y casi 130 mil seguidores en Instagram.

Su primera “visita” fue a Brasil, “y me quedé prendada por sus colores, su arquitectura. Casi podía sentir la energía que recorre el país a través de la pantalla de mi ordenador. Me pareció excitante y adictivo, y así fue como empecé este viaje alrededor del globo”. Cuanto más exploraba, más notaba que “las miles de millones de fotos que Google hizo con fines funcionales son fértiles para la creatividad, potencialmente bellas y emotivas: solo es necesario enmarcarlas y editarlas con cuidado”. Y armarse de paciencia, todo sea dicho… “Me puede llevar semanas o incluso meses encontrar una imagen que me guste, y eso si rastreo a tiempo completo. Nunca di con la imagen diez, ese es el reto”, cuenta, y pronto ofrece que “aunque dispongo de control total para trasladarme a cualquier punto sin restricciones, el control no es tal respecto a la imagen, que en nada puede modificarse: no puedo probar poses, quitar un coche. Y eso frustra, muchísimo”. En fin, luces y sombras de un proyecto que, por estos días cobra renovados bríos, vuelta a entrevistar su creadora por medios que solícitamente solicitan consejo. A las almitas confinadas les dice Kenny: aprovechen las herramientas digitales para burlar simbólicamente las restricciones. Así las cosas…

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