El nuevo disco de Einstuerzende Neubauten iba a ser sobre Berlín, cuenta Blixa Bargeld. Y agrega: “Estoy en mi propia cuarentena hace 71 días. No soy joven, no puedo correr riesgos”. Justo antes de que se decidiera el distanciamiento social en Alemania logró completar Alles in Allem, el primer disco de Einstuerzende Neubauten en unos trece años y lanzado, como ocurre desde 2002, gracias al financiamiento de sus fans. Berlín no se ve desde donde está sentado, en un estudio estrecho, con sus carpetas a manoy las paredes blancas, despojadas; apenas llega desde afuera una luz muy clara, la de una mañana fresca del verano en el norte. Blixa usa el traje negro de rigor y tiene el pelo canoso y largo. Ya no es el dios insecto de los 80 ni el párroco rubio con el pelo enloquecido que acompañó a Nick Cave cuando era parte de los Bad Seeds: ahora su aspecto es respetable y su entusiasmo contagioso. Su malhumor es legendario, pero en la charla por Skype está amable, a su manera, es decir: dominante, imposible de interrumpir, sensible pero nunca cerca del desborde. Su alegría es tan obvia que no hace falta señalarla y él confirma la euforia: “Siempre estoy contento cuando lanzo un disco, pero con este estoy más contento que nunca. O digamos que tengo una felicidad extra. Algo pasó que lo hizo mejor. Me alegró poder abandonar algunos de mis mecanismos de defensa. Bajar la guardia. Especialmente cuando escribo, las letras siempre son herméticas, codificadas, trato de no revelar mucho. Pero ya dije muchas veces que soy intocable: no lo necesito más. Así que el disco es mucho más accesible y más directo”.
Él también, parece. De este hombre sus compañeros dijeron que era “un dictador”. Fue parte de los Bad Seeds de 1984 a 2003 y Nick Cave que, asegura, aún lo extraña, añora su presencia, alguna vez dijo “no existe una persona a quien le importe menos la opinión de los demás, una criatura más decidida. Yo siempre lo veneré. Él es una especie de creación. Uno no se imagina que tenga padres. Es imposible pensar qué pareja de gente normal pudo dar a luz esta cosa”.
Esta cosa ahora cocina todos los días para sus fans en Instagram con su hija Anna, de diez años, que es “por supuesto fan de Billie Eilish”. Todavía, sin embargo, hay una tensión en la voz y la actitud de Blixa Bargeld, el artista rígido, el dadaísta que ama las reglas. Por eso es mejor preguntarle rápido sobre su relación con Nick Cave. Espera la pregunta, así que no le molesta, pero ese mecanismo de defensa que dice haber relajado vuelve a endurecerse, un poco. “Hace mucho que no lo veo, pero sigo con atención todo lo que hace y me interesa su trabajo. Y su vida. Incluso hice algo parecido a lo que Nick hace con sus fans. Tenía una invitación con otra de mis bandas a Tasmania, Australia, y mi compañero no pudo viajar por problemas personales. Yo volé igual y como no podía tocar, canté algunas canciones y hablé con la gente tal como lo hace él en sus encuentros. Me resultó muy natural. Nick ha hecho todo tipo de formatos no predecibles, yo también, en ese sentido somos muy similares. En estos shows íntimos, él solo con el piano, yo solo con mi voz, creo que tenemos una conexión artística”.
Por supuesto Nick Cave es una estrella que llena estadios en todo el mundo y que, desde la trágica muerte de su hijo, también se abrió a los fans de una manera insólita, tanto en los shows con preguntas sin red hasta las cartas que contesta en The Red Hand Files. Einstuerzende Neubaten también tiene una relación intensa con sus fans, a quienes llaman “supporters”, gente que apoya, seguidores en una traducción más libre. Se contactan con ellos a través del foro oficial del grupo, hacen ediciones especiales, shows, todo tipo de actividades. Los seguidores les dan el dinero para crear: muchos artistas eligen este método (Patreon es el ejemplo más obvio de una plataforma del estilo), y a Neubaten le funciona mejor que a casi todos. “Si uno piensa en los tiempos antes de Internet, yo les pasaba las mezclas a mis amigos. Venían al estudio y se sentaban en un sillón a escuchar lo que estábamos haciendo. Ahora es lo mismo, pero con un círculo más grande. Yo no soy muy seguro, a pesar de lo que cree la gente. Menos con las canciones, las sugerencias me ponen contento. De hecho, antes decía que el disco iba a ser sobre Berlín y si dejó de serlo fue en parte porque una canción, ‘Welcome to Berlin’, se discutió mucho con los seguidores. Mi decisión de descartarla tuvo que ver con esas conversaciones. Me di cuenta de que era derivativa, que no iba a ser bienvenida”.
¿Qué otros beneficios tiene este método de financiamiento?
--Recibimos dinero de los seguidores y eso nos ayuda a hacer los discos, es obvio, pero creo que más nos ayuda la atención que nos prestan. Cuando un lunes a las 4 de la tarde tocamos porque lo agendamos con ellos, eso nos impulsa a trabajar: somos tan perezosos como cualquier persona. Y son muy protectores con el trabajo, porque de alguna manera es de ellos, es algo propio. Antes de la cuarentena teníamos planeadas muchas fechas en Berlín, y muchos fans tenían tickets y hoteles para estos shows y fiestas. Hasta alquilamos uno de los estudios de Hansa para tocar en vivo todo el disco para los fans. No lo pudimos hacer. Entonces organizamos tres zooms con cien personas cada uno para mostrarles las canciones. Y después de eso, el disco no se podía encontrar en ninguna plataforma pirata de la web, lo que me sorprendió. Ahora ya está en todas partes, es normal que se filtre, es probable que lo haya hecho un periodista, no me importa. Lo que quiero remarcar es que los seguidores lo cuidan porque lo sienten cercano. Es un efecto que no esperaba.
Los acercamientos son muy distintos, pero me permito apuntar algo provocativo: resulta muy sorprendente que personalidades como la tuya y la de Nick Cave hoy tengan esta relación cercana y afectuosa con los fans.
Blixa Bargeld no contesta pero se ríe y abre los brazos, deja ver entera su camisa negra y le brillan los ojos azules. El tiempo, parece decir. Está bien ser un personaje y usar una máscara, pero se complica cuando ya no se puede arrancar. Hay que descubrir el rostro debajo. Volver a mostrarse, o hacerlo por primera vez, puede ser un alivio.
Ablandarse, después de todo, también es una forma de resistir.
Cazadores y recolectores
Berlín Occidental, 1980. Una isla de creatividad insólita con sus casas ocupadas, los alquileres más baratos de Europa, una comunidad de músicos de vanguardia que experimentan con la electrónica, el pop y los sonidos industriales más extremos. Una ciudad marcada aún por los bombardeos, los edificios abandonados o en derrumbe, el muro militarizado, las noches de cabaret, cerveza y raros peinados, un lugar marcado por las cicatrices de la historia en el que los jóvenes –alemanes sobre todo, pero también muchos expatriados-- trataban de ser lo más modernos posibles en un esfuerzo por sacarse de encima el siglo XX. Una ciudad fea, claustrofóbica, fría, intensa, con protestas en las calles, peleas con las policías, cocaína y anfetaminas. Durante toda la década, hasta la caída del Muro que se sentía en el aire –un muro intervenido por artistas, desde grafiteros anónimos hasta Keith Haring-- Berlín Occidental fue centro de la vanguardia y el reviente, un refugio de artistas excéntricos y de chicos perdidos, una infección de política, urbanidad y aerosol.
En esa ciudad las bandas se creaban y se compartían, todos se conocían y solían pasar de un grupo a otro, como si se tratara de un organismo o una máquina colaborativa. Lo peculiar de la estética de Berlín Occidental era esa mezcla de razón y cuerpo, mutantes que hacían música electrónica y visitaban bares drags, el sexo y la robótica: una visión del futuro. Por supuesto, lo que sobraba en la ciudad eran personajes: son los actores protagónicos de cualquier under y éste era uno de los escenarios más vistosos del mundo. Uno de los más destacados era Blixa Bargeld, un joven que había trabajado de sepulturero y recolector de basura, y que tenía base en el negocio de ropa Eisengrau. Formó la banda en un rapto de improvisación: “alguien me dio la posibilidad de tocar en un club, en el Moon, abril de 1980 y llamé a algunos amigos, Andrew y dos chicas, Beate y Gudrun. Me dijeron que pensara un nombre para la banda y dije ‘Einstuerzende Neubauten’, que quiere decir ‘edificios nuevos que se derrumban’”, le contó al periodista italiano Andrea Cangioli en 1993. Pronto cambiaría toda la formación de la banda, reclutando a más músicos: Andrew, conocido como N.U. Unruh se quedó y se sumaron F.M Einheit, el adolescente Alexander Hacke y Mark Chung. La banda no se parecía a nada. Ensayaban en un espacio secreto bajo una autopista dejando que el ruido de los autos sobre sus cabezas fuera parte del sonido. Unruh se encargaba de diseñar los “instrumentos”: una tubería a la que llamaban “animal sediento”, planchas de metal, perforadoras, carritos de supermercado, tachos, fuego, arena, cualquier cosa que pudiera hacer ruido y música. “Escuchar con dolor”, era el lema.
Einstuerzende Neubauten sonaba al mismo tiempo cavernícola e industrial: le ponían micrófonos a pedazos de carne pero también grababan los sonidos de edificios demolidos para hacer lugar en la ciudad. “La regla de oro de la musica es que tenés que tocar un instrumento”, decía Blixa en Spex, 1981. “La del punk, que tenés que tocarlo mal. Nosotros no tenemos instrumentos. Tocamos con metal desechado. Ya no tenemos batería. Solo me queda la guitarra y si se rompe no pienso reemplazarla. Vamos a tocar con apisonadoras de suelo y hacer música folklórica moderna. Este es nuestro ritmo porque es el que está a nuestro alrededor”. Un show en el ICA (Instituto de Arte Contemporáneo) de Londres terminó con la banda intentando agujerear el escenario para acceder a los supuestos túneles que llevaban al Parlamento y el público tratando de seguirlos. Otro show, en el desierto de Mojave, casi se sale de control por el desmanejo del fuego. El primer disco se llamó Kollaps
y ellos reinvidicaban la definición de Walter Benjamin de “personalidad destructiva” como la de alguien alegre porque su objetivo es destruir para hacer lugar a lo nuevo.
Aquellos shows, tan intensos, ¿los extrañás? Ahora son más tranquilos. No sólo los de Neubauten, todos.
--Es extraño, pero aunque entiendo que el público es distinto, para mi ahora son más intensos aún. Amo tocar en vivo. Fue difícil suspender la gira. Disfruté muchísimo los conciertos de Lament
, por ejemplo. Hace tiempo me pregunté si debía hacer otro disco. Tenía la sensación de que ya no hacía falta, que lo había dicho todo. Pero no podría vivir sin tocar en el escenario.
En 1982, Nick Cave vio a EN en televisión y escribió un texto de fan enloquecido: “Ellos son, sencillamente, una gran banda –y utilizo la palabra en el sentido clásico. Para mi, la esencia de su grandeza no reside en su actitud nada ortodoxa hacia la composición musical, sino que está basada, más bien, en una premisa fundamentalmente ortodoxa. Lo que hace, desde mi punto de vista, grande a EN es lo mismo que hace grande a Johnny Cash, o a los Velvet Underground, John Lee Hooker, Suicide, Elvis, Dylan, Leadbelly, The Stooges. Todos ellos son innovadores, pero lo que diferencia a Hank Williams del resto de sus contemporáneos es lo mismo que diferencia a EN del enorme y anónimo embrollo en que se ha convertido la música moderna de la new wave. A través de su propio trabajo duro, con su firme falta de compromiso, a través del dolor de la verdadera expresión personal, a través de un amor genuino por su medio, han alcanzado un sonido que es, en primer lugar, auténtico, y absolutamente suyo. Pero no es solo por el propósito de ser diferentes. Se trata de un grupo que ha desarrollado su especial lenguaje por una sola razón: para dotar de voz a sus almas”. Poco después, Nick Cave desarmó su banda, The Birthday Party, se mudó a Berlín e invitó a Blixa Bargeld a ser parte de los Bad Seeds. Neubauten seguía moviéndose de la misma manera: recolectaban hierro y deshechos hospitalarios, recorrían cementerios de autos y electrodomésticos, hacían perfomances de enorme intensidad. La voz de Blixa Bargeld era uno más de los instrumentos brutales: a veces, muy pocas, la usaba para cantar, pero sobre todo experimentaba sonidos con su garganta. Algunos de ellos no parecían humanos. Escribía Nick Cave sobre aquella primera impresión de la banda: “Durante sesenta segundos, ese hombre permaneció como paralizado, embrujado por su propia locura. Entonces abrió la boca y dejó escapar un grito que sonó como si alguien le estuviese arrancando un cardo del alma”.
EN fue dejando, de a poco, la experimentación más ruidosa que los convirtió en los “reyes de la música industrial” para experimentar con todo tipo de sonidos, no necesariamente a máximo volumen. Halber-Mensch (1985) , grabado en los estudios Hansa (donde David Bowie hizo Heroes, Depeche Mode lanzó su carrera y U2 cambió de piel con Achtung Baby), usaba muchísimo metal pero más rítmico y bailable, lo que se profundiza en el excelente Haus der Lüge (1989) con clásicos como “Feurio!”. Las perfomances de la banda --y de Blixa como solista-- cada vez se alejaban más de la experiencia formal del rock, sensación confirmada por la versión que hicieron de la obra Hamletmaschine de Heiner Müller en 1991. El juego cambiaría una vez más con Tabula Rasa (1993), un disco casi pop: melodías, canciones en el sentido más convencional del término, experimentaciones con sonidos delicados, otras voces como la de Anita Lane (ex Bad Seed), susurros en la voz de Blixa, la ausencia casi total de la agresión metálica (salvo en la abrasiva “Headcleaner”), incluso largos silencios. Cada vez más la banda era bilingüe y hasta trilingüe: no sólo porque el inglés se había vuelto una segunda lengua gracias a estar con Nick Cave, sino porque Bargeld lo consideraba un truco de escritor, una experimentación con la palabra. Neubauten sigue siendo, hoy, una banda que hace del juego con el lenguaje parte elemental de su estética. Hay que recordar que Blixa tomó su seudónimo (nombre real Christian Emmerich) del pintor y poeta Johannes Theodor Baargeld, que fundó el grupo dadaísta alemán junto a Max Ernst. “Para este disco”, cuenta Blixa, “usé las cartas que se llaman Dave, una invención de la banda de hace muchos años atrás, donde hay anotadas palabras para asociación libre, todas muy específicas sobre la banda. Un cut-up, o un Tarot, un sistema de navegación. También llamé a veinte seguidores para que compartieran palabras conmigo. Una seguidora filipina que vive en Maryland me dijo ‘Kapit sa patalim’, que en filipino describe el más bajo estatus social posible, podría traducirse como ‘cerca del suelo’. Me encantó, porque estaba pensando en una canción relacionada sobre los refugiados y su estatus en Europa. También les pedí que, por ejemplo, me dijeran la última frase que habían escuchado: una terminó siendo el título de una canción, ‘Ten Grand Goldie’”.
Blixa busca en su escritorio y encuentra uno de sus tantos cuadernos (tiene otro, titulado “ideas pequeñas”, que usa para determinados momentos complejos de la composición). “Tomé todo ese material, lo volqué en este anotador y jugué con las palabras. Lo canalizo, lo manipulo, lo cambio, lo tomo como pista o posibilidad. Pienso en las diferentes y disparatadas fuentes que lo originan hasta que, en un momento, en mi cabeza, deja de ser nonsense, encuentra un camino. Siento que estoy escribiendo una canción política serial, con distintas intervenciones, pero la mantengo ambigua, para que cada uno tenga sus interpretaciones. Funcionó. No lo intentaría de nuevo, pero esta vez, la cosecha de palabras sirvió. Yo soy muy lento para escribir. Cuando estoy trabajando, puedo quedarme hasta la madrugada para conseguir una sola frase”.
Hacia 2002, Blixa y su esposa, Erin Zhu, decidieron el sistema de patrocinamiento para la banda y el ingreso en la virtualidad. Así pensaban asegurar su continuidad. Un año después, Blixa dejó a los Bad Seeds (“él tuvo la valentía de entender que el camino creativo compartido había finalizado como ciclo”, dijo Nick Cave) y la banda entró en un túnel muy rico en términos creativos pero más recóndito comercialmente, aunque exitoso: ahora sólo producían para quienes querían escucharlos. Los discos están ahí para todos, pero se hacen porque los fans pagan por anticipado. Esto ha llevado a Neubauten cerca del punto de partida: nuevamente una banda misteriosa, en un terreno poco transitado y haciendo, una vez más, lo que quieren.
El centro cede
Alles in Allem (que quiere decir algo así como “dentro de todo”) es formalmente el primer disco desde Alles Wieder Offen
en 2007. Lament, lanzado en 2014 en conmemoración de la Primera Guerra Mundial, fue concebido como un show en vivo y eventualmente grabado, no como un disco; hay otros lanzamientos intermedios con objeciones parecidas. Es decir, es un regreso al disco después de 13 años, aunque la banda estuvo activa y sus integrantes también tienen proyectos solistas (hay que apuntar que la formación sigue siendo un quinteto, pero con dos nuevos integrantes: Jochen Arbeit, ex Die Haut, también artista, y Rudolph Moser, luthier, sonidista y también ex Die Haut). Es un disco excelente, con momentos grandiosos, de una banda ya entregada a la melodía que envejece con belleza y dignidad, y sigue siendo rarísima, profundamente excéntrica. Los que extrañan la furia de los primeros discos se están perdiendo esta búsqueda del sonido inesperado y un refinamiento de baja intensidad, que no por baja es menos intensa. La grabación del disco llevó el tiempo que hizo falta, cuenta Blixa, pero algunas cosas se lograron a último momento, justo antes del aislamiento, a un ritmo algo frenético.
En el video de “Alles in Allem” la canción estás solo, ¿por qué?
--¡Por cuestiones económicas! Además presento a mi nuevo personaje escénico, estoy con una corona de flores rojas y con los párpados maquillados con purpurina plateada. Me gustó: un viejo usando glitter. Es provocativo y es divertido. Estar solo en el video es más barato. Tuve la suerte de llegar a hacerlo. Las fotos de promo las hicimos un día antes del aislamiento.
Hay canciones sorprendentes incluso para Neubauten como “Am Landwehkanal”, que tiene una melodía country.
--Si, absolutamente. Tenía esa melodía en la cabeza y tenía el título. Es un canal en Berlín, que tiene muchos. Pero eso era todo. Así que pensé ‘tengo que ir al canal y visitarlo y quedarme ahí hasta que me impacte la inspiración’. Lo hice, después me informé y me contaron que ahí fue donde tiraron el cuerpo de Rosa Luxemburgo. Esa fue suficiente información para mi. Es una canción que piensa en Rosa pero también en el Berlín de hace tantos años. Hay una frase que decía “teníamos miles de ideas y todas eran muy buenas”. Habla del asesinato de Rosa en el hotel Edén. Hay un diálogo con las otras canciones sobre la muerte del sueño del comunismo en este presente gentifricado, sin ruinas. Berlín es una ciudad que remite a estas cuestiones.
¿De qué manera es un disco sobre Berlín si decidieron desechar la canción que más se refería la ciudad?
--Era una canción muy viciosa, que hablaba del desarrollo de la ciudad, de cómo se convirtió en el centro de poder que es. Era muy mala, sin embargo. ¡Y lo pensaba como el centro, hasta como el título! Al tirar a la mierda el centro del disco, de repente el centro desapareció y eso fue bueno. A esa altura la ciudad estaba dispersa y diseminada en el resto de las canciones. La última, “Templehof” , es sobre un aeropuerto de la ciudad y sobre lo liminal. Sobre el momento de cruce del límite. No hay mejor simbolo de liminalidad que un aeropuerto.
El de "Taschen" es otro viaje, el de los refugiados.
--Es una canción Neubauten más tradicional y más política. La bolsa a la que se refiere, eso quiere decir “taschen”, “bolsa”, es la que cargan los refugiados pobres del mundo, los migrantes, que es muy típica en su forma y estampado. En el slang de Berlín se llaman “valijas de inmigrantes”, y en los 80 se llamaban “valijas polacas”, porque los polacos venían los fines de semana a vender al mercado de pulgas. Usamos las bolsas como instrumentos. No es el tipo de material que grita ser usado así, buscamos el punto para que sonara. Al princpio las llené de helio, porque pensé que sería fantástico que estas cosas pudieran volar, pero no funcionó. Entonces las llenamos de andrajos. De ropa vieja. De pequeñas cajitas que contenían monedas, clavos, pertenencias, cosas que la gente puede llevar. Las usamos como maracas, para que diera un sonido sin control. Y Andrew “toca” un sonido que grabé en China, precisamente en Wuhan, adentro de un edificio: es el sonido de una máquina, un ritmo industrial. El sonido de los andrajos es el del océano. Las bolsas dieron una metáfora y un sentimiento que era claro: un campo semántico que refuerzo en la letra hablando del océano como un animal feroz. Es mi canción favorita porque ilustra mi ideal de escribir música en Neubauten. La gente habla de sonido: para mi eso está sobrevalorado. Quiero que las cosas tengan sentido en un contexto particular. Y quiero que estos materiales den algo de sí mismos. No creo que un sonido sea mejor que otro, pero hay contextos donde ciertos sonidos son mejores. Me interesa más la metáfora que el sonido.
¿Vas a seguir cocinando durante el aislamiento?
--Si, lo hago en vivo para los seguidores y después se sube online en otro formato. Lo próximo es berenjenas con albahaca. No cocino lo que se hacer, prefiero experimentar con cosas nuevas.
Como con la banda.
--Trabajo de esa manera.