El domingo pasado, en medio de las protestas en todo Estados Unidos por el asesinato de un joven negro a manos de la policía y la represión que siguió su curso, la cuenta oficial de la policía de Dallas recordó a sus seguidores de Twitter que existe iWatch: una aplicación diseñada para enviar información (botonear) sobre manifestantes molestos. Vigilancia sobre vigilancia, invitaban a enviar fotos o videos donde se registraran “actividades ilegales” durante las protestas de Black Lives Matter para poder rastrear a las personas implicadas y obviamente, perseguirlas, neutralizarlas. 

LA REBELION DE LAS COREO 

¿Qué pasó? El famoso tiro por la culata: en lugar de rostros de manifestantes para ser luego perseguidos, miles de videos de idols coreanos invadieron las pantallas de la policía estadounidense. Pocas horas después de ese post, la aplicación de ciber vigilancia colapsó por completo. 

¿Quienes estaban detrás de ese activismo virtual tan eficiente? Las kpopers, una de las tribus urbanas más activas de la nueva generación.

El pop coreano, mejor conocido como kpop, es un fenómeno de los últimos años que suma millones de fans alrededor del mundo, atraídes por ese mundo de coreografías perfectas, colores estridentes y posibles romances entre idols. En su mayoría chicas adolescentes, las kpopers se hacen notar en las redes con sus fancams: pequeños recortes y ediciones de shows en vivo donde el foco está puesto en algún integrante particular del grupo. 

Suelen subir sus fancams a twitter y repostearlas masivamente en busca de más reproducciones. No están muy bien vistas: más que las fancams en sí mismas, es notorio el hastío desmedido que parece sentir el resto de la población virtual frente al spam de estos videos. Sintetizada bajo el estereotipo de “esas adolescentes insoportables obsesionadas con los coreanos”, las fans del kpop son objeto de chistes donde siempre son nombradas como “lo peor de una generación”. 

Pero ahora, esa famosa habilidad kpoper de movilizarse en forma de spam toma giros inesperados. Después de leer el tweet de la policía de Dallas, una kpoper convocó al resto de las armys (así denominan a sus comunidades), que decidieron darle honor a su nombre militarizado y colapsar el sistema de vigilancia digital enviando cientos de fancams a la aplicación. Tras este operativo exitoso, su próxima medida fue spamear el hashtag #calminkirklan que usaba la policía para rastrear las caras de lxs protestantes. Justicia poética: gifs, fotos y videos de bandas como BTS y Blackpink, idols de pelo rosa y caras angelicales, sus bailes y esos besos que muchas a veces acostumbran a darse en cámara invadieron las pantallas de la policía estadounidense.

Los policías en lugar de manifestantes indignados se encontraron con coreografías y fanáticas del opo coreano. Los comentarios del estilo “por fin las kpopers resultaron útiles” fueron los más leídos en twitter, una suerte de misoginia al estilo “estas chicas son inútiles hasta que se demuestre lo contrario”. Pero su mayor feedback fue la felicitación de Anonymous, el mítico grupo de hackers activistas que, al mismísimo estilo kpop, hizo su comeback con video la semana pasada, enfrentándose a la corrupción del gobierno de Donald Trump, denunciando su complicidad con las redes de trata y repudiando el abuso de poder policial. Felicitaron a las kpopers y, orgulloses de su militancia virtual victoriosa, declararon: “Spameen a la policía, protejan a lxs protestantes, respeten el kpop”. Las kpopers siguen boicoteando hashtags racistas y policiales como #whiteouttuesday, siempre con éxito, y ya fueron convocadas para formar la división K-pop de Anonymous. 

La capacidad política del spam posmillenial podría pensarse como contracara o antítesis de los cuadrados negros de #blacktuesday que aparecieron en instagram el martes. Insuficiente, por decir algo... Cuando la información y las fotos de las protestas quedaron tapadas por miles de imágenes vacías, sin contenido alguno, quedó clara la poca productividad política que tiene el simbolismo abstracto, carente de contenido. La revolución virtual, por ahora, queda en manos de las nuevas generaciones.