Reset, volver a empezar         6 puntos

Argentina, 2020.

Dirección: Alejandro Hartmann.

Guion: Iván Tokman.

Duración: 77 minutos.

Testimonios de Fabricio Oberto, Manu Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni y Alejandro Montecchia.

Estreno: este jueves y sábado a las 20 en Cine.ar TV, y disponible desde mañana en Cine.ar Play

La voz en off de Fabricio Oberto traduce el término reset como “la puesta en condiciones iniciales de un sistema”. Y vaya si este ex basquetbolista cordobés, dueño de una trayectoria que alcanzó su cénit en la NBA y con la Generación Dorada de la selección nacional, puede hablar de resets. A lo largo de su vida tuvo por lo menos dos. El primero en 2009, cuando durante su paso por San Antonio Spurs –donde compartió plantilla con Manu Ginóbili– le detectaron una arritmia por un problema congénito que los médicos solucionaron mediante un shock eléctrico para “resetear” el corazón y establecer un ritmo cardíaco normal. El otro empezó a mediados de 2013, ni bien colgó las zapatillas. Pero éste, a diferencia del anterior, todavía no terminó. “¡Qué pregunta!”, resopla ante la consulta de su ex DT Rubén Magnano sobre si quiere seguir jugando, mientras comen una picadita bajo el sol serrano. Alrededor de los caminos posibles para transitar el duelo gira el documental Reset, volver a empezar.

Con la miniserie The Last Dance convertida en furor pandémico, la idea de asociar éste y cualquier documental que tenga una pelota naranja con rayas negras con la superproducción de ESPN –disponible en Netflix– es una tentación que conviene evitar. La razón es sencilla: hay una distancia tan grande entre las intenciones de The Last Dance y Reset como la que separa la Tierra de la Luna. Si uno se propone registrar los múltiples matices detrás de esa figura planetaria que fue (y es) Michael Jordan durante sus años en los Chicago Bulls, lo del realizador Alejandro Hartmann y el protagonista Oberto es mucho menos ambicioso, más mundano y terrenal. Nada de jets privados ni apuestas millonarias. Lo que hay aquí es alguien que tuvo la suerte de trabajar de lo que le gusta en las mejores ligas del mundo, pero que debió retirarse antes de tiempo y todavía le cuesta aceptarlo. La épica deportiva devenida en necesidad de construir un después.

Pero ese después no puede disociarse del antes. Hartmann siguió a Oberto en varios periodos durante cuatro años, abarcando desde el homenaje en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro hasta los ensayos con su banda, los entrenamientos vocales, su trabajo como director técnico y la cotidianeidad de los mates con amigos. Amigos que son, entre otros, Manu Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni o Alejandro Montecchia, integrantes de la selección nacional durante las dos últimas décadas, que coinciden en que ni aun retirado se deja de ser deportista. Cada quien hizo lo que pudo: está el que encontró un lugar en el paddle, el que se alejó de las canchas por problemas físicos y los que devinieron en entrenadores. En la franqueza y honestidad de esas charlas sobre las experiencias del retiro anida el núcleo más jugoso de este documental que rápidamente trasciende su carácter específico para convertirse en una reflexión sobre la pasión y la vocación, sobre qué hacer cuando uno no puede dejar de ser quien es.