Cuando la selección argentina enfrente la de Camerún, en el estadio Giuseppe Meazza de la ciudad de Milán, será la segunda oportunidad en que un equipo representativo nacional abra un Mundial exhibiendo el título.

La primera fue el 13 de junio de 1982, en el Camp Nou de Barcelona, la ceremonia inaugural que a criterio de la mayoría aportó la cuota más significativa de expresión artística de todas las realizadas hasta el momento. Se inició con el desfile de "los gigantes cabezudos", un rito ancestral castellano que se remonta a Toledo del año 1280. Luego, cientos de parejas se entrelazaron con la sardana, la danza típica catalana y. por último, cuatro mil alumnos de las escuelas de Barcelona formaron sobre el césped la inmortal "Paloma de la Paz" del genial Pablo Picasso, mientras un niño de ocho años caminaba lentamente hacia el centro de la cancha vestido con la indumentaria de la selección española con una pelota en sus manos. Al llegar al círculo central soltó una paloma blanca y el desborde emocional fue incontenible. Después salieron al campo los equipos de la Argentina y Bélgica. Fue la primera decepción. El gol de Vandenberg. en el segundo tiempo, selló el triunfo belga y el anticipo del posterior fracaso de nuestra selección.

Este que recordamos y el próximo en Milán muestran una particular significación para los argentinos por la participación de los equipos nacionales, pero las ceremonias inaugurales tienen una historia que arranca precisamente en el primer campeonato, disputado en Montevideo (el único realizado en una sola ciudad), en 1930. Los dirigentes uruguayos comenzaron, ocho meses antes de la iniciación, la construcción de un estadio que sería donde se disputarían todos los encuentros. Pero las lluvias y una capa de agua debajo del terreno (equipos de obreros trabajaron en triple turno) impidieron que el día designado para la apertura los trabajos estuvieran concluidos. Jules Rimet, presidente de la FIFA, decidió que se realizara una jornada doble el domingo 13 de junio en el Parque Central, estadio de Nacional, jugaron Francia y México, y en Pocitos, cancha de Peñarol, Estados Unidos-Bélgica. 

El primer gol de los 128 que se llevan anotados en los mundiales lo convirtió el francés Lucien Laurent al arquero mexicano Bonfiglio. Los franceses ganaron 4 a 1, en tanto que los norteamericanos, reforzados por siete escoceses nacionalizados, vencieron a los belgas 3-0. Finalmente, el 18 de julio, justamente el día que se cumplían cien años de la independencia de los orientales, se inauguró el estadio Centenario, con el triunfo de los uruguayos sobre los peruanos 1-0.

En 1934, en el torneo disputado en Italia, se inició el ciclo de utilización política que le dieron algunos gobiernos a los mundiales. El encuentro inaugural, con la presencia de Benito Mussolini, se disputó en el estadio del Partido Nazionale Fascista, el actual estadio Flaminio de la capital italiana. Los italianos dieron la nota al vencer a los Estados Unidos por 7 a 1, iniciando la marcha hacia el título.

En 1938, Adolf Hitler, cuyas tropas habían invadido y anexado Austria a la Alemania nazi, intentó hacer lo mismo con el equipo que competiría en el Mundial de Francia, pero el técnico Nerz, en una de las actitudes más edificantes de los mundiales, se negó y renunció. Fue reemplazado por Seep Herberger. quien convocó a siete jugadores austríacos. La formación alemana pretendía ser la síntesis de la potencia teutona y la depurada técnica de los austríacos. Pero en el partido inicial, frente a los suizos, dirigidos por el austríaco Rappan, inventor del celebre "cerrojo", sólo pudieron empatar 1-1. En la revancha, los helvéticos vencieron 4-2 en el Parque de los Príncipes, escenario de los dos encuentros. El fútbol demostró que no se lo puede digitar por razones de Estado.

En los cuatro mundiales disputados entre 1950 y 1962 las ceremonias inaugurales no tuvieron el brillo ni el esplendor de las siguientes. Para los argentinos, tal vez lo que más se recuerda es que en dos de esos campeonatos fueron punteros derechos de nuestro fútbol los primeros en convertir el gol más rápido en la jornada inaugural, que se jugaba en distintas zonas. En 1958, en Suecia, el equipo dirigido por Guillermo Stábile, debía medirse con los alemanes campeones del mundo. A los 3 minutos, Orestes Omar Corbatta, venció al arquero alemán Herkenrath. Cuatro años más tarde, en Rancagua, Chile, Facundo derrotó al búlgaro Neyrejov, a los 4 minutos. En Suecia finalmente fue derrotada por 3 a 1 y en Chile ese gol aseguró el triunfo, pero en ambos casos nuestra selección quedó eliminada en la primera serie.

A partir de 1966, en el Mundial disputado en Inglaterra, se introdujo la modalidad de hacer jugar un solo partido, con el último campeón o con el equipo local, en la inauguración. Esta modalidad no tuvo demasiada suerte en lo deportivo porque se dio una larga racha de encuentros caracterizados por la baja calidad y el mismo resultado: 0-0.

El 11 de junio de ese año, en el legendario estadio de Wembley, los ingleses no pudieron quebrar la sólida defensa que les opuso Uruguay. En 1970, más precisamente el 31 de mayo, México y la Unión Soviética abrieron el primer torneo jugado en tierra azteca. El partido fue calificado por la prensa como "aburrido" y tampoco se abrió el marcador. Los críticos tampoco se mostraron muy entusiastas para calificar el nuevo 0-0 entre Brasil y Yugoslavia, jugado el 13 de junio de 1974, en el Walstadion de Francfort, bajo excepcionales medidas de seguridad por temor a que se repitiera un hecho terrorista como el asalto palestino en el sector de la Villa Olímpica que ocupaban los israelíes en los Juegos de Munich, en 1972. Pero, sin lugar a dudas, el de menor calidad fue el que jugaron en la cancha de River Alemania —titular de la Copa— y Polonia —tercero en el torneo anterior— el 1° de junio de 1978. En este caso, el veredicto lo dio el público argentino, que a los 20 minutos del segundo tiempo comenzó a corear: "Se van para la B, se van para la B...". Seguramente ni alemanes ni polacos habrán entendido textualmente el mensaje, pero sí el contenido reprobatorio. Fue el cuarto 0-0 consecutivo.

En el último Mundial se logró quebrar el cero, pero el partido no alcanzó un gran nivel. Italianos y búlgaros igualaron en un tanto en el Azteca de México, continuando la tradición de que los encuentro inaugurales no se caracterizan por ser los mejores, una regla que todos esperamos que se rompa cuando la selección nacional enfrente a Camerún hoy en el Giuseppe Meazza de Milán.

* Nota publicada en Página/90, durante el Mundial de Italia 90.