Cada uno a su manera. Cada cual como puede. Pero lodos de algún modo se sienten protagonistas de la XIV Copa del Mundo que mañana inauguran Argentina y Camerún en Milán. Están todos, no falta nadie y sólo resta esperar los 30 minutos de ceremonia de apertura que incluirán exhibición de gimnasia, desfile de modelos de Valentino y palomas de la paz de papel que se le regalarán a cada uno de los 85.000 espectadores del Giuseppe Meazza.
Los italianos están preocupados por la lesión de Gianluca Vialli. Los brasileños por ese engendro nuevo de tres stoppers y el líbero delante de ellos que acaba de lucubrar la cabeza de Sebastiao Lazaroni. El ministro de Deportes de Inglaterra, Colin Moyniham, acaba de declarar que "al primer incidente que provoquen los hooligans retiramos el equipo del torneo" mientras Margaret Thatcher acaba de aprobar un decreto por el cual cada "violento" descubierto no podrá salir de las islas por cinco años. El presidente italiano Giulio Andreotti. después de recibir a la "Nazionale", dijo que "siempre me gustó el fútbol", pero los periodistas locales se empeñan en desmentirlo.
Periodistas, jornalistas, que en la Argentina hoy celebran su día. Nuestro dia y vale, también, desde aquí el recuerdo para los que quedaron en el país, para los 93 compañeros que desapareció la dictadura militar, a cuyos más célebres representantes se piensa indultar en breve. Uno de ellos, sin embargo, tendrá un privilegio del que no disfrutarán los inquilinos de Magdalena. Aquí en Via Veneto, la calle más elegante de Roma, está el hotel Excelsior que valúa su habitación simple en 400 dólares diarios. Allí, invitado especialmente por la FIFA, está alojado Carlos Lacoste. Por la misma Vía Veneto ayer paseó alegremente un minúsculo grupo de reconocidos "barras bravas" argentinos que se quedaron con las ganas de entrar en Trígona porque el riguroso dispositivo de seguridad los dejó con la ñata contra las rejas. Hoy se espera el último desembarco de "hinchas" que, también, quieren ser protagonistas del Mundial.
En Milán, César Luis Menotti cambio de hotel —paradoja o broma del destino—; allí en el Brun se alojará esta tarde la selección nacional.
En Roma ya están embanderados los balcones y los autos con la enseña tricolor. En Milán se prepara la ceremonia inaugural. El resto de las 12 sedes completa los detalles de un Mundial que pretende ser el de la era moderna. Ya falta casi nada. Vamos, venga. Aunque sólo tenga la posibilidad de verlo por TV. Es el fútbol que llama. Es "la máxima expresión de arte popular que se conozca” y todos, de algún modo, y cada uno a su manera, debe ser protagonista.
* Nota publicada en Página/90, durante el Mundial de Italia 90.