Del Mundial de Italia ’90 se celebran 30 años de una épica: la de una Selección argentina que llegó maltrecha, a los tumbos, repleta de dudas como cuatro años antes en la previa de México ’86. Y que a su falta de fútbol, a las obsesiones y ansiedades de su técnico Carlos Bilardo y a los claroscuros personales de Diego Maradona les opuso carácter, coraje, una dosis apreciable de buena fortuna y cuatro atajadas clave de Sergio Goycochea en la series de penales ante Yugoslavia e Italia.

Con todo esto se llegó a aquella final con Alemania y por poco no le alcanzó: perdió con aquel gol de penal de Andreas Brehme en los últimos 5 minutos. Pero bien pudo haber forzado el alargue si el turbio árbitro mexicano Edgardo Codesal no hubiera omitido cobrar un penal de Lothar Matthaeus a Gabriel Calderón que sucedió delante de él y del que rápidamente se desentendió.

Pero al mismo tiempo hay otro aniversario que no debería celebrarse. También se cumplen 30 años de un discurso resultadista que en aquellos días se leyó, se escuchó y se vio sin disimulos. Frases hechas como “lo único que importa es ganar”, “hay que ganar como sea” y tantas otras que Bilardo dijo y repitió a medida que la Selección iba pasando de fases, pulularon por los medios de aquel entonces y buena parte de la sociedad futbolera las adoptó hasta hoy. Como si fueran verdades reveladas, indiscutibles y no, lo que verdaderamente son: frases de ocasión, ni más ni menos que eso.

En medio de una fiebre patriotera mayor a la que suele imperar en cada Mundial, aquel discurso duro y resultadista terminó siendo una pandemia que, amplificada por cierto sector del periodismo, ya lleva 30 años infectando el debate del futbol argentino. Y acaso esa haya sido la herencia maldita de aquella Selección de Italia ’90 que por estas días se recuerda con cariño. Instaló un mensaje erróneo y dañino según el cual, lo único que sirve es ganar. Muchos creen, aún hoy, que el fútbol es así y así lo repiten. La historia misma les demostró, con el correr de los tiempos, que están equivocados, muy equivocados.