Sólo 48 horas atrás, François Oman Biyik, delantero del Laval de la segunda división del fútbol francés, no podía creer que Diego Armando Maradona hubiera advertido sobre sus condiciones. "Es mi ídolo, no lo puedo creer", afirmaba en la concentración de Camerún, en Varese, a 50 kilómetros de Milán. Dos días después, el ídolo abandonó la cancha silbado por italianos y golpeado por africanos; dolorido y más solo que nunca. Biyik, en cambio, lloraba y se abrazaba dentro de la cancha, ovacionado por más de 70 mil italianos; en un país que desde hace algún tiempo mira mal a los negros.
Después del triunfo de Nigeria en el Mundial juvenil de 1985 y de la goleada de Zambia a los millonarios de Italia en los Juegos Olímpicos de Seúl '88, el fútbol africano vivió su tercera gran alegría: debutó en la inauguración de un campeonato mundial ganándole nada menos que al último campeón.
Horas antes, sus dirigentes protagonizaron, tal vez, la primera rebelión que Joao Havelange debió soportar desde que en 1974 dirige con mano dura a la FIFA. Reclamaron que se acabara con la farsa de los cuatro votos distintos para los países británicos, siendo que se trata de la misma cosa. Inesperadamente para el patrón, los 44 votos negros sumaron aliados y por muy poco la moción fue rechazada. Los negros vienen avanzando, afuera y adentro de la cancha.
Casi ningún periodista argentino quiso perder el tiempo yendo en los días previos hasta la concentración de Camerún. Un país que presenta tarde su lista de 22 jugadores y le echa la culpa al correo no merece ser considerado seriamente. Menos aún cuando termina mandando tres listas distintas a la FIFA. Y menos aún cuando se descubre que el intérprete traduce al revés las órdenes del entrenador soviético, que los jugadores aún no acordaron los premios y están enfrentados con el técnico. Y menos aún si se informa que fue el propio presidente del país a poner orden en la concentración.
Nosotros no llegamos a tanto: Camerún, con un fútbol organizado recién desde 1959 e incorporado a la FIFA tres años después, con 204 clubes y menos de 10 mil jugadores, viene buscando un lugar en el fútbol mundial, como todo el continente negro. Hoy dio un nuevo paso. Argentina le ofreció un enorme regalo. ¿O acaso fue así?
* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia 90.