Producción: Florencia Barragan
Precisiones sobre fuga
Por Julia Strada *
La circulación de listados de top 100 de personas jurídicas y humanas que atesoraron dólares en el periodo 2015-2019 abrió un amplio debate. Para algunos sectores del liberalismo económico la filtración pareció ser la excusa perfecta para correr el eje del debate de fondo sobre los impactos del fenómeno y cuestionar la publicación. Las posiciones se dividen entre quienes consideran que la fuga es un fenómeno relevante porque extrae porciones del excedente nacional y ello requiere su regulación, y quienes no ven allí un problema, sino un subproducto inevitable de un sistema que no es confiable para invertir y se oponen a su regulación. El objetivo de estos párrafos es retomar lo importante: qué es la fuga, sus distintas formas de estimarla y qué se puede hacer al respecto.
Si bien desde el sentido común se asocia fuga a los dólares que salen de las fronteras del país, en términos estrictos son dólares que se fugan todos aquellos que salen del sistema financiero nacional. Constituyen fuga los dólares que están en cajas de seguridad o “debajo del colchón”. ¿Por qué? Porque si estuvieran en una caja de ahorro en dólares esos dólares conformarían capacidad prestable del sistema y también encajes del BCRA, y por ende permitirían aumentar las reservas.
En la bibliografía sobre el tema es bastante difundida la existencia de tres métodos para estimarla. Primero, el “método residual de la Balanza de Pagos” es una estimación indirecta basada en balanza de pagos, que considera como fuga a todos los dólares que ingresaron al país y no se sumaron a las reservas del BCRA. Otra estimación es la Posición de Inversión Internacional de INDEC, que es un método directo que mide el valor del stock de activos que tienen los argentinos en el extranjero. Tercero, el método más usado es la Formación de Activos Externos del Sector Privado no Financiero de los residentes (FAE de SPNF). La medición del Banco Central es un registro de la compra y venta de moneda extranjera en el mercado cambiario desde el 2002 hasta la actualidad. Sin embargo, la FAE tiene una limitación que cabe corregir y pocos lo hacen: incluye la dolarización que queda en el sistema financiero a través de depósitos en dólares y lo correcto es netearlos del acumulado.
No se trata de empresarios buenos y malos. “Si vos no me garantizás, a través de tu macro, que yo puedo ganar determinada cantidad de dinero, me llevo el excedente y mejoro mi ecuación en otro lado”, puede resumirse el razonamiento de quien dolariza y fuga. Pero cabe ser claros: esta acción supone una sustracción de una porción del excedente creado en la Argentina, lo que impacta negativamente en los niveles de inversión y en la generación de empleo local. La contracara de ese aumento de rentabilidad no es gratis para el resto de la población.
Peor aún, si el atesoramiento se da en grandes magnitudes (como lo es el 86 por ciento de los dólares ingresados en concepto de deuda entre 2015 y 2019, según publicó BCRA al comparar con FAE bruta), significa una caída de las reservas del Banco Central, lo que presiona en el tipo de cambio, con evidente efecto sobre los precios y eventualmente en los ingresos reales del conjunto de la clase trabajadora. Así, el señalamiento público de la fuga como un problema que cabe evitar, junto con la respuesta reguladora del Estado, son acciones elementales de defensa del interés público.
El listado de fuga de personas jurídicas en 2015-2019 presenta un 52 por ciento de coincidencias con listados anteriores, lo que demuestra que hay conductas sistemáticas. Corresponde, para la definición de políticas públicas, realizar caracterizaciones exhaustivas sobre los roles de grandes actores en relación al Estado, para modificar las matrices de incentivos.
Este diagnóstico ya problemático cobra incluso otra dimensión cuando se incorpora la fuente de los dólares que alimentan la formación de activos externos. Entre 1976 y 2001 los dólares que se extrajeron del sistema financiero nacional provinieron del endeudamiento externo público y privado, y en la etapa 2002 a 2015 la financiación provino del superávit comercial. En el macrismo, la financiación proviene en un 80 por ciento nuevamente del endeudamiento externo. Pongámoslo más claro: el Tesoro consiguió dólares (que hoy se están renegociando en su repago porque no son suficientes las reservas para ello), pero no los tiene más el Tesoro, sino los privados, que los atesoraron.
En suma, ¿es la fuga de dólares un fenómeno relevante en la economía argentina? Lo es, incorpora un componente de desestabilización de la macro, ya de por sí inestable y por eso bimonetaria. ¿Cabe algún tipo de abordaje estatal? Sí, la regulación través de política cambiaria desde la máxima autoridad monetaria, el Banco Central. ¿Es esta la solución definitiva? No, la meta es construir una moneda fuerte que sea atractiva como depósito de valor, profundizando el mercado de capitales y generando alternativas de inversión en pesos, para que eventualmente las regulaciones dejen de ser necesarias. Discutir fuga es discutir modelo económico y, con ello, el direccionamiento de las decisiones de inversión de sus principales actores a partir de un marco dado por el Estado.
*Doctora en Desarrollo Económico y directora de CEPA
Verde que te quiero verde
Por Juan Paolicchi **
La cantidad de personas que demandaron “dólar solidario” se triplicó entre abril y mayo, mientras que las empresas se apresuraron a cancelar deudas comerciales y financieras. En el mismo período, el Banco Central tuvo que vender casi 550 millones de dólares de las reservas para tratar de contener las presiones cambiarias, dinámica que se sostuvo en mayo hasta que llegaron nuevas regulaciones que terminaron por cerrar definitivamente el grifo.
Aunque aparentemente las mismas tendrían un carácter transitorio en el caso de que la negociación de la deuda se resuelva de forma satisfactoria, lo cierto es que dichas medidas tienen riesgos ciertos de aceleración inflacionaria y caída en el nivel de actividad si se sostienen en el tiempo. Hasta ahora, la posibilidad de importar al dólar oficial mantenía muy acotado el impacto de la suba en el dólar paralelo sobre la inflación.
Hacia delante, las mayores restricciones, además de los costos en términos de productividad, van a ir derivando gradualmente en un impacto sobre la inflación, dado que el costo de reposición de la mercadería importada se empezaría a valuar al tipo de cambio paralelo en lugar de al oficial. Y, además, impactaría sobre los niveles de actividad y el empleo, dado que semejantes restricciones pueden desalentar directamente las importaciones, impactando negativamente sobre los procesos productivos de muchas firmas.
Las medidas tienen un objetivo directo: impedir el acceso al tipo de cambio oficial a aquellos importadores que busquen cancelar deuda comercial y/o financiera, algo que se había acelerado en los últimos meses mientras la brecha subía sostenidamente y el movimiento del tipo de cambio se movía (y lo sigue haciendo hasta el día de hoy) a un ritmo anticipado de 0,13 por ciento diario. Para evitar que las empresas aceleren la cancelación de deuda, demandando dólares al oficial y forzando al BCRA a vender reservas, la entidad dispuso que primero deberían desarmar los activos externos líquidos que tienen depositados en cuentas en el exterior.
Si bien estas medidas suelen ser eficaces en el corto plazo, dado que le devuelven al BCRA la posibilidad de volver a comprar dólares -de hecho, en los últimos 5 días hábiles se estima que compró cerca de 500 millones de dólares-, lo cierto es que no están exentas de costos, y dichos costos son significativos si dichas medidas no se relajan en los próximos meses. El problema de fondo es estructural, por lo que se requiere una solución de la misma índole para aflojar la demanda de divisas.
Lo paradójico de estas medidas es que se toman en un contexto muy favorable por dos motivos: 1) son los “meses de oro” en términos de la cosecha, donde en promedio el BCRA compró en los últimos 15 años entre 20 y 30 millones de dólares diarios durante los meses de abril, mayo y junio, lo que arroja un promedio mensual en torno a los 400 o 500 millones de dólares; y 2) el contexto internacional acompaña, a medida que los capitales vuelven a ingresar a los mercados emergentes en línea con una inyección de liquidez en el mundo desarrollado que no tiene precedentes, mientras se aprecian todas las monedas de la región.
Y hoy por hoy, mientras la tasa de interés en pesos va por debajo del ritmo de devaluación (lo que incentiva a tomar pesos para posicionarse en dólares), la incertidumbre en torno a la renegociación de la deuda no trae los mejores recuerdos. Los depósitos en dólares, desde que llegaron a su pico a mediados de abril, caen a un ritmo promedio y sostenido de 50 millones de dólares diarios, mientras la brecha aún con restricciones sigue subiendo. Tampoco se liquidan divisas: luego del adelanto de fin de año frente a la expectativa de aumento en la alícuota de retenciones (que efectivamente se concretó), con una brecha creciendo y con el BCRA perdiendo divisas diariamente, el incentivo es a demorar la liquidación de los dólares que quedan.
La clave estará en despejar la incertidumbre. Si el arreglo de la deuda llega a buen puerto, se puede descomprimir la presión cambiaria y Argentina podría verse favorecida por el exceso de liquidez global. Probablemente no para volver a los mercados de deuda, pero sí para relajar las regulaciones cambiarias sin mayores presiones sobre el tipo de cambio. Es una oportunidad que no deberíamos desaprovechar.
** Economista de Eco Go.