Encerrado desde el 20 de marzo. En mi caso personal, no es tan grave. Ya me veía venir el tiempo de las pantuflas, pero una cosa es no tengo ganas de salir y otra no podés salir.
No cambié mucho mi rutina. Recuperé el gusto por la literatura y escuché mucha música.
Como la mayoría de los argentinos y argentinas estoy preocupado a dos puntas.
Saber cuándo se termina la pandemia y presagiar cómo será el país en el futuro. Como buen ignorante escucho lo que dicen los que saben, lo malo es que a veces opinan diferente.
Algunos piensan que el coronavirus desaparecerá en agosto, pero hay otros que se prevén encerrados hasta fin del año que viene. De lo que estoy seguro es que estaré entre los últimos en salir a la calle
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Llamo a mi amigo Raúl y le pregunto cómo está. Vive con su mujer e hijo de 6 años.
-– Estamos muy nerviosos. Cuando veo que el nene agarra un cuchillo salgo corriendo y se lo saco de la mano.
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Otros, desesperados, lloran la cuarentena. Son adultos del medio y adultos menores. Miran la estadística y comprueban que la gran mayoría de las víctimas son adultos mayores. Y si se muere el abuelo... qué le vamos a hacer.
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Ya nadie llora en los velorios de los viejos. Antiguamente se alquilaba a las lloronas para fingir el dolor de la familia, aunque muchas veces los parientes tenían ganas de cantar la marsellesa. Hoy, deudos y amigos, suelen decir: "buá... hizo su vida".
Pero los viejos queremos seguir haciendo nuestras vidas.
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Todos pensamos que, días más, días menos, el coronavirus nos dejará vivir tranquilos. Pero, ¿qué pasará después? Sobre el futuro podemos opinar todos porque nadie está seguro de nada. Hay una especie de corriente optimista, según la cual el mundo va a mejorar, que fortalecerá el rol del Estado, que terminará con el poder financiero, habrá más justicia universal. Me pregunto: ¿La Argentina va a cambiar? ¿La Bestia va a retroceder? ¿Se va a volver dócil?
Cada vez que pienso en este tema recuerdo la confesión de Cristina, cuando admitió que bajo su presidencia solo tenía el veinticinco por ciento del poder. Y Cristina no era De la Rúa.
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¿A quién se le ocurrió sacarles un mango a los ricos? ¡Un disparate! Los ricos son ricos de puro amarretes. Si gastan unas chirolas es por interés. Cuando un rico te invita a morfar es porque te quiere sacar algo. Los ricos no gastan, invierten y encima el que los manga es un gobierno peronista.
Son amarretes y gorilas.
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Viví toda mi vida sin protocolos. Y si los había no me enteraba. Con la pandemia se vino encima una avalancha de protocolos.
Protocolos para vivir aislados y protocolos para comprar un kilo de zanahorias.
Tengo por hábito tomarme un whisky a las seis de la tarde. Días pasados me lo serví media hora antes. Mi mujer me lo reprochó.
--No son las seis.
--Buenos… cinco y media… las seis...
--Las seis. Es el protocolo.
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Se dice que la pandemia golpeó a muchas de las actividades de la sociedad. Al teatro lo noqueó. No sólo está paralizado totalmente sino que será el último en reponerse.
La cuarentena azota toda la actividad teatral, al llamado teatro comercial y al independiente. Pero en el caso de las pequeñas salas el tema es más grave. Muchos de ellos alquilan el espacio. La pandemia los derribará si no aparece una fórmula que los haga sobrevivir.
Las varias entidades que agrupan a todas las disciplinas se están moviendo, dialogando con las autoridades para evitar esta verdadera tragedia cultural. El teatro independiente es un fenómeno cultural de los argentinos --especialmente los porteños-- único en el mundo. Admirado por los oficiantes teatrales de todo el planeta.
El teatro independiente no es un negocio. Solo un loco puede pensar en hacer dinero abriendo una sala de teatro independiente. En el mejor de los casos el grupo que comparte un éxito gana un buen sueldo, pero mientras dure el espectáculo.
El gobierno popular ha puesto como eje de su misión recuperar el sentido de la solidaridad. No hay una actividad donde el dinero no manda. Los grupos trabajan en cooperativa y las salas cobran un porcentaje del borderó.
Los teatros independientes nacieron como independientes del Estado y de los empresarios. Hoy reciben subsidios del Estado y con los empresarios mantienen un vínculo amistoso.
Pero siguen siendo independientes.
Independientes del dinero.