Más allá de los diarios, lee dos horas por día y escribe fichas con fórmulas conceptuales para "tratar de explicar algunas cosas". Será por eso que Leandro Santoro (politólogo, radical, legislador porteño del Frente de Todos y asesor ad honorem de Alberto Fernández) parece que ya pensó todas las respuestas y es raro que haga una pausa antes de contestar. En esta entrevista con PáginaI12, el legislador habla de todo: luces y sombras del Gobierno, la estrategia de Patricia Bullrich y el legado macrista, los "cuatro grupos" del movimiento anticuarentena, el sentido común "de derecha" que cree que tienen los argentinos y el riesgo potencial de alimentar la figura de Horacio Rodríguez Larreta. Hasta analiza cómo la veta artística del Presidente tiene un correlato en su estilo de gestión.
--Alberto Fernández transmite un mensaje lleno de valores positivos y es dialoguista. ¿Pero qué pasa por ejemplo si los empresarios le dicen todo que sí en una reunión y después se van y hacen lo que quieren?
--Más allá de que el diálogo no se debe interrumpir nunca, la democracia no es sólo eso: es consenso y conflicto, puja de poder y gestión. Cuando el Gobierno sienta a todo el mundo en la mesa de concertación de los argentinos no busca la unanimidad, sino el mayor consenso posible (que nunca es total) en la construcción del bien común para cumplir con el contrato electoral. Lo que sucede es que cada corporación trata de pujar por intereses sectoriales. El método de construcción de consenso alrededor de las políticas no se basa solamente en la buena voluntad de los actores. A nosotros nos votaron para generar una sociedad más justa: eso supone no sólo la generación de riqueza, sino que esa riqueza llegue a todos los argentinos. El diálogo no se termina nunca, pero a veces tomás medidas de menor magnitud, otras de magnitud intermedia y en ocasiones tomás grandes decisiones. Yo creo que el Gobierno está tomando medidas de baja y media intensidad mientras construye consenso para las de alta intensidad.
--¿Y la renegociación de la deuda cómo influye en la toma de esas medidas?
--Influye. Es una negociación con actores gravitantes en el planeta. Los fondos de inversión tienen mucho poder político. Es uno de los problemas de las democracias modernas. En los países endeudados como el nuestro, los fondos de inversión tienen más poder que los partidos políticos.
--Y si se logra una renegociación exitosa de la deuda, ¿cree que llegarían esas medidas de "alta intensidad"?
--Sí. Yo creo que la clave es la reforma del sistema tributario, me parece más importante que el impuesto por única vez a la riqueza. El régimen fiscal se discute en simultáneo con el régimen social y productivo.
--¿Cómo es la modalidad de su asesoramiento ad honorem al Presidente? ¿Escucha?
--Escucha, sí. Me parece que él tiene muy claro qué país tiene en la cabeza, pero que la sociedad necesita saber más claramente cuáles son los objetivos del Gobierno. Te aclaro que yo no soy de las personas que está más cerca de él. Pero le hablo, le mando whatsapp, fui a Olivos. Entiendo cuál es el horizonte del Gobierno, pero también tengo críticas. Creo, por ejemplo, que habría que tener otros tiempos. No tengo responsabilidades de gestión y obviamente hay cosas que no me consultan.
--Si Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández se pelean, nadie se entera. Pero por abajo parece haber algunas disputas que llegan a los medios...
--Lo que veo es que la emergencia sanitaria, económica y social nos llevó a postergar decisiones y articulaciones que mejorarían el funcionamiento del frente. Debiera haber un espacio institucional del Frente de Todos para discutir. Lo que ocurre a veces es que personas que no forman parte del sistema de decisiones sobre la estructura de gestión se comportan de manera individualista. Eso es parte de la cultura neoliberal que también anida en nosotros.
--¿La buena sintonía del Presidente con Horacio Rodríguez Larreta para coordinar la lucha contra el coronavirus no representa el riesgo de hacer crecer a un adversario futuro de la derecha?
--Efectivamente ese riesgo existe, y Alberto toma la decisión de articular con la Ciudad de Buenos Aires porque prioriza otras cosas. Siempre que tomás una decisión, resolvés un tema, pero se te complica otro. El contexto está tan complejo que para poder avanzar tenés que asumir riesgos potenciales como alimentar a un dirigente político como Horacio Rodríguez Larreta que puede representar una amenaza electoral.
Los anticuarentena
--¿Qué reflexiones le merece el movimiento anticuarentena que cada tanto se manifiesta públicamente?
--Yo los dividiría en cuatro grupos. Los desesperados, que son las personas que no tienen ingresos y están endeudados. No hay nada que decir contra ellos. Luego, están los incómodos por el encierro. Tienen parte de razón porque la cuarentena se podría mejorar, pero no terminan de entender que estamos frente a un dilema y no frente a un problema, Son imprecisos en la solución de su incomodidad. El tercer grupo son los operadores que en realidad lo que buscan es el desgaste del Gobierno y destruir el Estado. Y en cuarto lugar tenés a los estúpidos.
--Ya conocemos virtudes de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. ¿Qué aporte diferencial es el de Alberto Fernández?
--Creo que Alberto tiene una sensibilidad artística que lo hace percibir la vibración de una cuerda de la sociedad que otros dirigentes políticos no perciben. Porque la sociedad vibra en distintas frecuencias. Y tiene una experiencia política construida en la bohemia y una cabeza cosmopolita.
El destape de la olla macrista
--Usted tuiteó lo siguiente: "Les juego una pastafrola a todes que de todos los espiados por Macri la que está más tranquila es Cristina". ¿Por qué?
--Primero porque me la juego. Es una intuición. Me da la sensación de que muchos de los que rieron del calvario porque tuvo que pasar Cristina deben estar rezando para que no les pase a ellos. Una de las características del espionaje macrista es que se la agarró con tipos que nunca se imaginaron que los iban a espiar. Lo hizo porque Macri desconfía y terminó espiando a las personas del poder.
--Si en su momento, la marca de agua de la llamada "corrupción K" fueron los bolsos de José López. ¿Cuál le parece que va a ser la marca de agua de la ilegalidad macrista?
--El bono a cien años que colocó Caputo va a ser un símbolo del método de endeudamiento y fuga. La relación de los negocios de la familia Macri con el Estado (Correo Argentino, Parques eólicos) va a ser otro. Y esto del espionaje es probable que termine generando que un sector de la derecha que estaba avergonzando por el desastre que dejó en la Argentina se enoje con él y le suelte la mano.
--¿Qué le pasa a Patricia Bullrich?
--Ella cree que la sociedad va a hacer un giro a la derecha y está tratando de polarizar al extremo los antagonismos para ganar protagonismo personal y acumular capital propio. Es una estrategia de poder que depende del grado de deterioro socioeconómico que viva la Argentina. Si a Alberto le va bien, va a quedar como una ridícula. Si la crisis se profundiza, le puede ir bien.
¿Los argentinos somos de derecha?
--Usted dijo que "el sentido común de la Argentina es de derecha". ¿Cómo se cambia eso?
--La lucha cultural y la construcción de la contrahegemonía. Creo que la política necesita friccionar el sentido común a partir de la lucha cultural y para eso se necesita articular una contrahegemonía organizada sobre otros valores que friccionen contra los disvalores que sostienen el sentido común del neoliberalismo.
--Teóricamente queda claro. Pero subo a un taxi y a los 10 minutos me agoto de intentar de convencer al chofer, si piensa como un neoliberal...
--Está bueno lo que decís. Primero hay que entender que no alcanza con que esa pelea se dé solamente de manera individual. Vos podés tener la mejor voluntad de hacer docencia y buscar que ese taxista se dé cuenta de que está sosteniendo un discurso que va en contra de sus intereses. Pero de repente te encontrás con que el tipo en lugar de sentir que lo estás queriendo ayudar, siente que lo estás agrediendo. Muy bien. Primero eso lo tienen que hacer muchos. En segundo lugar, hay que entender que los cambios históricos se dan en la fricción de la voluntad política con lo posible hasta que un día, lo imposible se concreta. Un ejemplo re claro: en 1982, el autoritarismo formaba parte de nuestro sentido común. El discurso de Alfonsín estaba basado en la pluralidad y la tolerancia. Creía que había que construir sujetos democráticos. Yo creo que hoy nuestra batalla es construir sujetos culturales sobre la base de la solidaridad.