En especial, la Unión Soviética había despertado una expectativa que excedía el marco de un partido. Las razones tenían relación directa con el encuentro del miércoles en el estadio San Paolo ante Argentina, al borde de un regreso prematuro por su inesperada derrota frente a Camerún. Pero la Unión Soviética defraudó, no sólo por una caída que no aparecía muy clara en los cálculos previos, sino por un rendimiento flaco a nivel individual y colectivo.
El primer actor de la película fue Rumania. Sin brillo, sin demasiado vuelo, pero con conexiones para tocar a la mejor manera de los equipos nuestros, los de antes, con una solidez y una firmeza que la identificaron —por el momento— como la selección más fuerte del grupo.
Unión Soviética fue fiel a algunos antecedentes que lo sindicaban como un equipo proclive a perder pie anímicamente cuando las circunstancias lo obligaban a apelar a la garra y al temperamento. Estando en desventaja cuando sobre el final del primer tiempo, Lacatus desató el primer grito con un derechazo al primer palo de Dasaev, se resignó a un destino perdedor. A veces, cuando falta fútbol, es imprescindible poner otra cosa... Esa asignatura pendiente sobrevoló por Barí para intentar acercarse a una explicación sobre el desarrollo de un partido que encontró a la Unión Soviética entregada apenas Lacatus concretó el segundo gol de penal ante un error del árbitro Cardellino al sancionar una mano dentro del área.
Con espacio a favor, con un adversario irresoluto, impotente y abatido y con un agrande lógico por la facilidad con que iba imponiéndose, Rumania se perfiló para darle forma a un resultado más concluyente. Con Lacatus convirtiéndose en una señal de alarma permanente, con Popescu yendo a buscar vacío en los últimos metros y con el respaldo de un equipo que funcionó de menor a mayor a favor de su propio crecimiento y de las franquicias que progresivamente le fue ofreciendo un adversario alejado de cualquier respuesta desequilibrante.
La paridad de la primera etapa, donde Unión Soviética insinuó su capacidad para partir rápido y preciso en contraataque y Rumania amenazó con su circulación prolija, le abrió paso en el complemento a un desarrollo con menores equivalencias. Rumania se manejó a voluntad. Poniendo el pie en el acelerador cuando metió puñaladas en contragolpe que se frustraron por algunas intervenciones de Dasaev o por falta de golpe de nocaut, controlando los tiempos, regulando el ritmo y dibujando la silueta de una selección más competitiva de lo que el ambiente en realidad imaginaba. Es cierto que ligó un penal de arriba que le otorgó mayor segundad, pero también es cierto que su victoria no admite cuestionamientos.
Por el lado de Unión Soviética no es admisible la excusa de que la ausencia del volante Alexei Mijailichenko haya quebrado su estructura. Un equipo con pretensiones no puede depender de una individualidad. Nuevamente los rusos dejaron la imagen de venirse en picada ante cualquier contratiempo. Ahora los espera Argentina el miércoles en un encuentro que para las posibilidades de los dos asoma como definitorio. Mostraron muy poco los impulsores de la perestroika, entró en escena Rumania para pelear por una plaza. El Grupo B tomó color, y si no que le pregunten a Camerún...
* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial Italia 90.