En el atardecer de su vida, la poeta y artista visual Niní Bernardello (Cosquín, 1940) reúne en Atardeceres marinos un conjunto de poemas, dibujos y pinturas compuestos entre 2009 y 2017 en Río Grande, ciudad de Tierra del Fuego, donde reside desde 1981. Un año después, a instancias de su amiga, la escritora Diana Bellessi, publicó su primer libro, Espejos de papel. Bernardello es una de las voces mayores de la poesía argentina y, como se comprueba en esta edición, en su voz late una sonoridad hipnótica: “Vacía de mi propio saber/ fondo en cruz de cascabel silabeante/ dicto a la oración escrita mi negación/ obstinada, segura y constante”. La entonación de Bernardello obedece, como señala Juan Fernando García en el prólogo, a la suspensión del intento de afirmar mediante poemas. Así lo reconoce ella misma, casi maravillada: “Cómo se escribe ese fluir sin pensar,/ mano guiada por lo que no sabemos”. Como unidades de alfabetos menores, de un idioma que se va descubriendo en la lectura, sus poemas forman sentidos únicos; al leerlos, el objeto del poema parece un enigma incluso para la que escribe.
El territorio de la niñez y juventud de la autora se fusiona con el de su madurez en Atardeceres marinos, que es también el relato de un viaje temporal, espacial y tal vez místico. “El andar lento de mis pasos tiñe/ el aire fueguino de otro aire/ perfumado en sí desde siglos./ Lejano templo donde flores/ y ruegos se unían en las tardes/ serranas con sabor de eternidad”, se lee en uno de los primeros poemas. En la obra de Bernardello, el lugar de lo sagrado está en la naturaleza y la escritora, como los que leen, son solamente peregrinos. Aquel templo de flores serranas se convierte, en el extremo sur, en otro “de raíces/ amargas, con bloques/ de espejos negros repetidos/ en órganos erguidos/ deseantes, deseando”. El peregrinaje puede desembocar en un encuentro (“Atlántico, te hallé en mi fervor/ de huir y huir desbocada hacia/ el pliego cerrado de un enigma/ el mío”) o en el roce de la eternidad (“¿Y si me dejara llevar por el temblor/ de la mirada,/ por el color afiebrado del cielo fueguino/ y escapara al lugar de diamante sagrado/ del sueño?”). Al mismo tiempo, la poesía de Bernardello es ofrenda y afrenta, búsqueda y despedida.
Además de echar las “redes líricas” sobre el paisaje transfigurado del hábitat fueguino, de ensayar un canto al Atlántico y de persistir en el trabajo de Sísifo que representa la escritura poética (figurado en los poemas con versos tachados, preguntas recurrentes, deletreos y negaciones), el libro de Bernardello es un autorretrato. Compuesto bajo la influencia de “un estado de magia singular”, el suyo depende de la intuición, el bordado de historias y la fe en la musicalidad de las palabras antes que en sus significados. Aunque estos tengan su importancia, prevalece la incertidumbre: “Y si así fuera/ la mímesis oculta de la letra/ en su orden caligráfico/ ¿custodiarían mi memoria/ y mi pasión fantasma?”.
Autora de diez libros de poemas, sin contar las antologías que incluyen textos suyos, Bernardello es todavía una poeta secreta en el país, que escribe en la lengua cifrada del misterio. La mayoría de sus poemas, que pocas veces superan los veinte versos, adoptan el tono de una profecía o una plegaria ocasional, inspirada por el vuelo de una gaviota, el recuerdo de una costumbre materna o el aire marítimo perdido “en una espuma de amor y verano”. En Atardeceres marinos se incluyen también algunos poemas narrativos similares a fábulas que, en lugar de estar coronados por una moraleja, se cierran con una pregunta: “Entonces ¿quién escribe, escribirá, ahora, después?/ La nieve sigue cayendo, las lágrimas también./ Lo único vivo devora el testimonio escrito,/ y el pasado es un devenir secreto que duerme feliz/ su modorra inconsciente. El poeta se ha dormido”. La sección “Otras obras”, con dibujos y pinturas, despliega aún más el clima poético de Bernardello.
Atardeceres marinos
Niní Bernardello
Editora Cultural Tierra del Fuego