"¿Qué dicción retienen las cosas, / qué simple pretensión? / La necesidad de salida, la cavidad / que no nos aísla. / Mi protección es lejana/ y solo humana, como el cuerpo/ de una mente o una voz. / y el espacio donde todos valen  / el peso del día y ni siquiera / se envuelve de ojos. De golpe/ algunos reconocen que es posible/ también el vacío, otros se recobran / después de haberlo colmado (...) el espacio ha asumido/ todas las cosas como mías y tuyas, / como las estrechabas por entonces/ en un salto, en el aire".  

"El otro límite de Maria Borio es una prueba viviente de lo que afirmaba la poeta Beatriz Vallejos: el misterio es el hijo de la transparencia", escribe Santiago Hernández Aparicio en la contratapa. Traducido por Marina Maggi, el segundo poemario de la italiana Maria Borio (1985) ingresa a la lengua española como "objetivismo lírico" (categoría inventada a comienzos de este siglo por el poeta rosarino Edgardo Zotto) cuando el autor de la contratapa enlaza su nombre al de otra referente santafesina. Esta poesía opera como fenomenología, donde la palabra hace un trabajo de conocimiento (directo, sensible, sin presupuestos) del mundo. ¿Qué mundo? El o los del siglo XXI, donde los afectos ya no acumulan materia ni memoria, donde la intimidad ha estallado en mil representaciones evanescentes. La insoportable levedad de un nuevo modo de habitar (vuelto masivo en la cuarentena, pero que ya estaba siendo vivido) es asediada contemplativamente por Borio en intentos de asirla, surcados por referencias al arte moderno o renacentista y a la poesía clásica. Contra la prístina translucidez vallejiana, surge aquí lo mediado. 

"La síntesis del mundo digital es el gran vidrio a través del cual se transparentan lo puro y lo impuro mezclados, el hombre y la tecnología sin roles, el yo y el tú sin roles, la velocidad y la perspectiva sin roles. Uno como límite del otro", anota la autora al final. 

El misterio de una transparencia puede ser el tema; el lenguaje tiende a lo abstracto y opaco. Una genealogía verosímil vincularía a Borio con el Valerio Magrelli de Epígrafes para la lectura de un diario. Tanto Magrelli en Roma como Borio desde Isola, Milán, componen una poesía cuidadosamente calculada donde el pensamiento es la pauta que conecta. Si puede rastrearse en estos poemas una figura fundante de una tradición poética es la de Montale, con su extrañamiento ante lo cotidiano; tal es el linaje del hermetismo italiano del siglo XX, que la autora conoce a fondo como estudiosa de la poesía moderna y contemporánea de su país, estudios que ha plasmado en ensayos.

"Como Eneas [el héroe que desciende al inframundo en el poema épico de Virgilio La Eneida], los poemas de Borio saben que con ellos no se puede tocar los seres que viven en un mundo suspendido (el de la pantalla, el de los muertos)", escribe Diego Bentivegna en el prólogo. Entonces, no se trata de un mundo sino de mundos. 

El libro fue publicado en una cuidada y hermosa edición que hace del objeto libro una fuente de placer estético (el papel ahuesado, las texturas de la tapa, todo suma) por la editorial ítaloargentina Le Pecore Nere. Las editoras Regina Cellino y Maria Pina Iannuzzi colaboraron con la autora y con la traductora en la revisión de una de esas traducciones excelentes de poesía que fluyen como un original y que sólo pueden lograrse cuando, como la rosarina Marina Maggi, la traductora es una poeta con una obra de calidad.

No es un libro que pueda leerse de corrido; nada se declama en él sino que todo se deconstruye, se espeja, se revisa, se pone en relación. Algo parecido a una cosmovisión budista aflora en su búsqueda de un "cielo" como terreno común a los reflejos fugaces.

Muy consecuentemente con una de sus temáticas, El otro límite de Maria Borio se presentó el viernes pasado por la plataforma zoom. Le Pecore Nere tiene su pata argentina en Rosario, donde viven y trabajan Cellino, Hernández Aparicio y Maggi.