Perturba -e incomoda- advertir hasta qué punto se abarata en el discurso cotidiano la verdadera noción de un puñado de palabras que denotan una valoración ética acaso universal.

Cuando los opositores a la cuarentena -inclusive muchos de ellos negadores de la existencia del covid 19- denuncian la medida como una imposición totalitaria a la autonomía de las personas y de paso exhiben banderas argentinas como si se tratara de un emblema de pertenencia y lucha, me pregunto qué es lo que están diciendo verdaderamente.

Y mi primera impresión es que no están diciendo nada. Pero lo cierto es que me equivoco: expresan de manera ofuscada y en frases de coherencia rota, la inaceptable idea de una derecha vernácula para la que la circulación de la vida es menos importante que la circulación del dinero.

Desde ya, quienes difunden y profieren estos errores conceptuales -y letales-, que expresan un furor ideológico de confusos y enredados orígenes son minorías pertenecientes a distintos planos de la clase media argentina, un sector horneado en un sentimiento básicamente antiperonista -a menos que el peronismo se llame menemismo- y “trabajados” por las inteligentes prédicas neoliberales que desde hace cuarenta años, más o menos, vienen pretendiendo cambiar el mundo. Es memorable la frase que, muy suelta de cuerpo, lanzó la señora Thatcher cuando dijo -hacia 1980- que el individuo era más importante que la sociedad y el Estado. Cientos de miles de personas en el Reino Unido y otras cientos de miles fuera de él dijeron Amén.

Al mismo tiempo, se anunciaban el fin de la Historia, el principio de la posmodernidad, la autonomía del libremercado como “espontáneo” regulador de la vida colectiva, el mecanismo indiscutible de la oferta y la demanda, el hiperconsumismo de necesidades inventadas y, en general la globalización tecnológica de las comunicaciones en medio de un capitalismo cada vez más concentrado. El mundo giraba violentamente a la derecha.

Por todo esto -y volviendo a lo nuestro- vale preguntarnos ¿ de qué hablan los que protestan cuando hablan de libertad? Es posible que muchos de ellos jamás se hayan detenido a pensar en el significado y sentido de la libertad ni -se me ocurre- en el sentido del derecho o de la justicia.

Sin sus verdaderas referencias operativas estos nobles criterios abstractos lanzados al aire son irrefutables: nadie se opone a la libertad, nadie a la justicia y cualquiera siente que posee, al menos, un determinado número de derechos irrenunciables.

Quienes protestan hoy en la Argentina contra el gobierno, promotor de la cuarentena que intenta controlar la pandemia, creen que están siendo atacados en su independencia, y con seguridad sienten que la libertad, la justicia y los derechos favorables a sus intereses son evidentes “facultades naturales”, atributos que se traen desde la cuna y no el producto -complejo, cambiante y hasta paradójico- de construcciones colectivas de utilidad y aplicación social e individual muy trabajosas.

 

Construcciones -hay que decirlo- matizadas por sus diferencias en las diferentes regiones del mundo en las que funcionan. Y son estas diferencias sensibles las que merecen ser observadas pero, precisamente, muchísimos no las ven ni quieren verlas. Es probable -es deseable- que después de esta crisis las palabras maltratadas vuelvan a adquirir su verdadera dimensión.Tal vez sepamos entonces qué significa verdaderamente la palabra libertad.