Algunas artistas laburan con pintura, carboncillo o yeso; Lexie Smith, en cambio, prefiere hacer obras a base de… gluten. Desde hace un tiempo, esta joven estadounidense, que estudió Artes Liberales en la Universidad de Nueva York, hace olas con sus obras: esculturas asimétricas y comestibles que fabrica con pan, acérrima fanática -como es- del alimento base en cuestión. Conoce bien su materia prima: trabajó, después de todo, como panadera en distintos restaurantes, experimentando en sus ratos libres con baguettes, pitas griegos, jalás tradicionales, chapatis indios, lavash de Medio Oriente; manipulando centeno, avena, cebada, lino, chía; viajando además por el globo para conocer usos y costumbres alrededor de humeantes masas levadas, horneadas, doradas, un saber que –destaca- no debería perderse jamás.
Hasta que, en 2015, invitada a participar de una exposición colectiva en el SoHo, se despachó con una docena de hogazas de masa madre, cuidadosamente dispuestas, a la espera de ser devoradas por el público que pululaba alrededor. Tan exitosa la performance que, desde entonces, ha ido creciendo su cuerpo de obra, destacada por publicaciones como el NY Times o revista Forbes; invitada a dar conferencias en instituciones de Ámsterdam; a exponer en galerías de Berlín. Allí, de hecho, armó un bosque de ramas de las que colgó varios simit turcos y barras de densos dinkelbrots (variedad típica germana), amén de poner en foco la convivencia de ambas comunidades en el barrio de Neukölln, donde acaecía la muestra en cuestión. Ninguna de sus obras, por cierto, se tira al tacho: tuesta hasta la última rebanada, renuente a desperdiciar.
Entrevistada por la periodista Almudena Ávalos para el sitio Smoda, dice Smith que el pan es una buena herramienta para estudiar comunidades: “Estuve dos semanas en el norte de India, donde es un alimento que las mujeres hacen varias veces al día en su casa. Sin embargo, elaborarlo fuera del hogar y venderlo es cosa de hombres. Mientras que para ellas es un deber, son ellos los que reciben remuneración. Los roles de género se abrieron ante mí solo con observar quién hacía el pan, dónde, cómo”. Apenas una expresión del rol político y social de este alimento que, bajo diversas formas y a partir de distintos ingredientes, ha estado presente en todas las culturas de Oriente y Occidente como sostén alimentario, desde las primitivas galletas de granos salvajes del Neolítico hasta las actuales versiones industrializadas. Nótese, de hecho, que se cocinó antes que existiera trigo cultivado, varios milenios antes de que los cereales fueran domesticados. A partir de ciertas rebanadas chamuscadas halladas en el nordeste de Jordania, se estima que tendría más de 14 mil años.
Algunos saberes reunidos, por cierto, la treintañera Smith los cuelga online, en su web Bread on Earth, proyecto en autos que espera devenga enjundioso atlas con el correr del tiempo. “Se trata de un sitio que alberga trabajos que exploran el potencial del pan como barómetro político, económico y ecológico”, con la meta de “restaurar su valor histórico, por fuera del mercado”, es la sucinta definición brindada por la propia artista. Que lo mismo sube recetas de cuanto tipo regional ha aprendido a amasar, que ensayos sobre el origen de la expresión panem et circenses (“pan y circo”), etcétera.
Por lo demás, si la muchacha ha sido noticia las pasadas semanas es porque, recientemente, cuando harina y levadura comenzaron a escasear en mercados de Estados Unidos ante la abrumadora demanda de millones que se habían volcado a hornear en confinamiento, Lexie arrimó generosa propuesta vía Instagram: “Esta es masa madre deshidratada. Escríbanme si quieren que les mande un poco por correo, junto a instrucciones que detallen cómo activarla en sus casas”. En menos de 24 horas, le llegaron cientos de pedidos, a los que se sumaron más y más. No solo desde su Nueva York natal: también de otros puntos de Estados Unidos, de Malasia, Singapur, India, Japón, Nueva Zelanda, Australia, Croacia, Bulgaria, Islandia, México. Y siguen cayendo…
“Fue el primer efecto secundario que vislumbré de gente en estado de pánico: la necesidad urgente de proveerse de pan. Aún personas que no están realmente en situación de emergencia sienten la sensación de escasez, y raudamente buscan aquello que les da confort, seguridad y sustento: el pan”. Explica, de hecho, que “si miramos hacia atrás, repasamos la historia, vemos cómo las épocas de inestabilidad han impactado en el consumo de este alimento nutritivo y accesible, básico para la humanidad desde tiempos inmemoriales. Algunas de las recetas más sencillas que usamos hoy día, por ejemplo, se remontan a la Gran Depresión”.
Una vez más, subraya la experta panadera, “cobra
el pan renovados bríos como símbolo de sustento, de vida, de cuerpo,
fundiéndose la carga simbólica con lo real”. Así, mientras sigue despachando
masa madre por correo, adelanta cuál la segunda fase del proyecto: mapear la
ruta y multiplicar los recorridos a partir de la colaboración de personas que,
siguiendo sus recomendaciones, aprendan a fabricarla y decidan compartirla con
más gente. Y es que, como declaró al citado medio ibérico, “al hacer pan en
casa sin depender de la producción y distribución comercial (mediante el uso de
masa madre y cereales molidos de producción local, por ejemplo), podemos
protegernos contra las fluctuaciones y retenciones de los mercados globales.
Satisfacer nuestras necesidades básicas nos da poder. Esto es política de
acción”.