La economía argentina se contrajo 2,3 por ciento en 2016. Los datos del PIB publicados ayer por el Indec confirman el impacto recesivo del programa económico desplegado por el gobierno el año pasado después de heredar un crecimiento de 2,3 por ciento en 2015. El retroceso en la capacidad de compra del salario y la destrucción de puestos de trabajo resultaron en una merma del 1,4 por ciento del consumo privado, el principal componente del producto. Sin demanda, no hubo lluvia, ni siquiera goteo amarrete y las inversiones cayeron 5,5 por ciento. La obra pública mostró un desempeño errático que arrojó una variación anual de 0,3 por ciento. La devaluación, el desmantelamiento de las regulaciones cambiarias, la quita de retenciones y la apertura comercial tampoco ofrecieron el impulso exportador liderado por la agroindustria y las economías regionales. Los resultados del “sinceramiento” no solo no fueron los prometidos sino que, en un escenario recesivo, las importaciones medidas en cantidades crecieron 5,4 por ciento mientras que las exportaciones mejoraron 3,7 por ciento.
El informe de las cuentas nacionales difundido ayer ofrece, a su vez, datos para el cuarto trimestre que acompañan el nuevo relato oficial: la caída se concentró en el primer semestre, se estabilizó en el tercer trimestre y comenzó a recuperarse hacia fin de año. Así, entre junio y septiembre el PIB mostró una variación desestacionalizada de 0,1 por ciento frente al trimestre anterior. Y, en la última etapa de 2016, el producto registró una mejora trimestral de 0,5 por ciento.
Con esas cifras, las afirmaciones de los funcionarios sentenciando el final de la recesión serían un tecnicismo válido. Sin embargo, no se vislumbran en el informe las fuentes de una reactivación. La evolución de los distintos componentes del PIB para el último trimestre del año pasado contrasta con el optimismo oficial. En sintonía con los datos sectoriales del Indec sobre la industria, la construcción, el comercio minorista, los niveles de utilización de la capacidad instalada los rubros más significativos no quebraron sus trayectorias negativas. Entre octubre y diciembre la inversión cayó 7,7 por ciento y el consumo privado declinó 2,1 por ciento, frente al mismo período del año anterior. En el tercer trimestre esas variaciones habían sido de 8,2 y 2,9 por ciento, respectivamente.
“La variación desestacionalizada para el tercer y cuarto trimestre son exiguas como para hablar de una recuperación. En todo caso, muestran un leve rebote estadístico lógico después de la caída observada en la primera parte del año, donde el consumo privado y la inversión mostraron caídas importantes. La caída del PIB es lógica dada la política económica que implementó el gobierno y las perspectivas para 2017 no son alentadoras. No vemos que haya una mejora del salario real que impulse el consumo, el contexto internacional no es favorable para el comercio exterior ni las inversiones. Y la obra pública empezó a dar señales de crecimiento pero no alcanza a mover el amperímetro”, sostuvo el director del Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UMET, Mariano de Miguel. De acuerdo a las estimaciones realizadas por la consultora Ecolatina, para crecer al 3,5 por ciento este año como propone el Presupuesto, el PIB debería aumentar en su medición desestacionalizada 1,5 por ciento cada trimestre. Cifra que para esos consultores “luce muy ambiciosa”.
Consumo e inversión. El consumo privado es el principal componente del PIB, y retrocedió 1,4 por ciento. El economista e investigador de la UNQ Germán Herrera señaló que la leve contracción informada por el Indec para la variable más relevante del producto contrasta con toda la información desagregada y sectorial publicada durante el año por el organismo estadístico, consultoras privadas, universidades, sindicatos y cámaras empresarias. Valgan dos ejemplos. Para la CAME el consumo se retrajo 7 por ciento. El indicador elaborado por el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala cerró 2016 con una caída del 3,3 por ciento anual y se ubicó en el nivel más bajo desde 2010.
“La caída de los ingresos reales, en particular del salario, impactó sobre el consumo, que es la principal palanca de la demanda agregada, y la inversión reaccionó en línea con esa dinámica. La inversión no es una variable autónoma. Puede verse influida por las mejoras en ‘el clima de negocios’ y la rentabilidad vía precios, pero depende del nivel de actividad que está determinado por el consumo”, expresó Mariano de Miguel, director del Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UMET. La caída en la formación bruta de capital fijo del 5,5 por ciento estuvo explicada por la contracción en la construcción (-12,8), los menores desembolsos del rubro donde se contabiliza al sector petrolero (-17,7) y la baja en las compras de maquinaria y equipo (-1,1). El derrumbe en la inversión a lo largo del año estuvo contenido por la importación de equipo de transporte importado (32,0).
Importaciones. Un elemento novedoso entre los datos publicados ayer es el comportamiento de las importaciones medido en cantidades. En un año donde el PBI cedió 2,3 por ciento, la compra de bienes y servicios al resto del mundo aumentó 5,4 por ciento. Fue la primera vez desde 1975 que durante una recesión aumentó la importación en términos reales. En los últimos 30 años, siempre según los datos oficiales, se registraron 12 caídas interanuales del producto y en ningún caso se observó un aumento en las importaciones.
En la serie histórica para el período 2004-2015, base revisada por las nuevas autoridades del Indec, cada vez que el producto cae un punto las importaciones sobrerreaccionan y retroceden entre 3 y 5 puntos. En 2014, cuando la economía se contrajo 2,5 por ciento las importaciones retrocedieron 11,5 por ciento. En 2012 la caída del producto llegó a 1,0 por ciento y las compras al exterior cedieron 4,7 por ciento. En 2009, la baja del PIB llegó a 5,9 por ciento y las importaciones cayeron 18,4 por ciento. De acuerdo a esa característica estructural de la economía argentina, las importaciones en 2016 deberían haber registrado una caída entre 6,9 y 11,5 por cuento.