Desde Roma.
El Aliar de la Patria, a metros del Coliseo, es un monumento dedicado a la unidad italiana y paseo obligado del turismo romano. Allí. al pie de la inmensa escalinata, un dirigente argentino de paseo confesaba que "no puede ser, no pusieron ganas, así no se puede perder un partido, algo hay que hacer", y colgó su máquina fotográfica del hombro sin disimular el fastidio. Era el mediodía del domingo y a 45 kilómetros de centro, en Trígona, se trataba de revivir a un equipo destruido.
El grupo de dirigentes argentinos, los oficiales y los que dicen que vinieron por su cuenta, confirmaban la teoría de aquel ocasional vocero. Julio Humberto Grondona, que sostuvo a pie juntillas toda la tarea de Carlos Bilardo en estos ocho años, era el primer convencido. Ayer, en la última práctica de la selección en Trigoria antes del partido de mañana ante los soviéticos, Carlos Bilardo confirmó los 11 titulares con 5 modificaciones en la formación que debutó ante Camerún. El hasta entonces campeón del mundo formará con Pumpido haciendo de arquero, Simón de libero, Pedro Monzón a muerte sobre el punta Oleg Protasov y José Serrizuela sobre el punta que también volantea. Basualdo sobre derecha y Olarticoechea por izquierda como laterales-volantes. Troglio-Batista en el medio, Burruchaga-Maradona más adelante y Claudio Paul Caniggia desde el primer minuto.
"Antes de salir a la cancha en Milán, los más viejos les pegábamos en el pecho a los más jóvenes para darles ánimo, pero en la cancha falló temperamento, espíritu. Ahora tenemos que ganarle a la Unión Soviética y borrar de la mente de los hinchas argentinos el recuerdo de ese partido con Camerún", les confesaba Maradona a los periodistas italianos que tuvieron horario especial de visita a Trigoria, ayer por la mañana. A esa hora, su padre, don Diego, ya calentaba los 24 kilos de carne para el asadito con el que se festejaría el cumpleaños de su consuegro, Coco Villafañe, padre de Claudia. "Es que Diego también quedó muy golpeado después de perder con Camerún. El salió a reforzar el grupo pero por dentro estaba muy golpeado", dijo una voz cercana al grupo. También Claudia y el resto de la familia Maradona se quedaron hasta la noche en Trigoria, acompañándolo.
Una hora y media después de lo previsto, Bilardo y los jugadores salieron a entrenarse. Apabullado por la prensa, el técnico admitió que "ahora me preocupa más lo anímico que lo físico o lo táctico. De táctica no hablo desde hace 20 días, ya no tenemos tiempo de nada. Por eso tuvimos que charlar mucho en estos dos días. En un Mundial no hay tiempo de recuperación, la bronca y la amargura te tienen que durar dos horas". También afirmó que "el equipo lo doy antes de irnos a Nápoles; mañana a las dos y media de la tarde nos vamos". Sin embargo, por distintas vías, el periodismo se encargó de reconstruir nombres y formar el equipo. A la media hora, un periodista que trabajaba a 100 metros de su colega tenia el mismo equipo y, por eso, cuando caía la noche en la villa Fulvio Bernardini de la Roma, Bilardo dijo "ma' si... vengan que les doy el equipo".
Salen Ruggeri y Fabbri, atrás. Ruggeri se limitó a decir "pregúntenle al técnico", quien a su vez afirmaba que el cambio era porque "no está recuperado de la pubalgia". Entran Monzón y Serrizuela. El de Independiente para destruir el juego de Protasov, aquel que hizo tres de los cuatro goles soviéticos en el 4 a 2 del cuadrangular de Berlín. Serrizuela irá sobre el otro hombre de punta. Salen Lorenzo y Sensini, los "más jóvenes'' Junto con Fabbri, cuando se busca el eufemismo para encontrar una de las causas de la derrota, aunque en realidad la cuestión sea más profunda y haya que buscar por las raíces de todo este proceso para encontrar el origen. Entran Troglio y Olarticoechea. Uno sobreviviente de México, experimentado y de "poner", como quería Grondona. El otro, con más movilidad y lucha que Basualdo, retrasado para cubrir el lateral. Por último, sale Balbo y juega Caniggia de entrada, una ausencia inicial ante Camerún que el periodismo de todo el mundo que se acerca a Trigoria intenta explicar.
"Esta es una final. Nosotros hablamos mucho todo este tiempo, pensamos qué es lo que nos pasó, cómo pudimos jugar tan mal y resolvimos que tenemos que dejar todo en la cancha. Bueno, no hay alternativa; si perdemos sabemos que nos tenemos que ir a casa porque ya casi no hay chances", admitía Jorge Burruchaga después de la práctica. José Basualdo recorría la historia para comentar que "creíamos que podíamos ganarle cómodamente a Camerún. A mí me parece que nos confiamos un poco", y Maradona prefiere mirar adelante y preguntarse "hasta qué punto asimilamos la derrota. De eso y no de la cosa táctica dependemos ahora".
En la práctica de ayer hubo un clima distendido, casi feliz, como si nada hubiera pasado. Por lo que uno intuye, por lo que lee entre líneas, el clima es más ficticio que real. Bastaba ver las caras de Fabbri y Ruggeri, por ejemplo, las de Sensini y Lorenzo también, señalados casi como exclusivos culpables de la derrota. Hubo un picado donde la diversión parecía prefabricada.
"En las charlas hablamos todos. Los grandes y los chicos. Es un trabajo que trato de hacer siempre para que no me pasé lo del '83, que no se conocía nadie y entonces andaban en un grupo los de Ferro, en otro los de Estudiantes y en otro los de Independiente. Tuve tres oportunidades de hacer esto, yo trato de cambiarlos de pieza, de que coman en mesas diferentes y se conozcan cada vez más", dice Bilardo para después recurrir a un arsenal de palabras explicando las cinco modificaciones.
Para dar vuelta la tortilla hacen falta huevos. En la cocina intervinieron todos. Maradona, Bilardo, los viejos. Madero, la opinión de los dirigentes, Grondona y, sobre todo, las voces que llegan a Trigoria desde Buenos Aires. Con los soviéticos no quedan alternativas: ganar o ganar.