Manacapuru, una ciudad ubicada en el corazón de la Amazonia brasileña, está viviendo un verdadero infierno tras la llegada del coronavirus. En esta zona del norte del Brasil , bañada por las aguas del río más caudaloso del planeta, la pandemia entró con una virulencia inusitada. Allí la tasa de mortalidad por cada 100 mil habitantes es de 116. Es la tercer peor estadística del país según los últimos datos oficiales . Pese a ello, la Alcaldía puso en marcha un plan para salir de la cuarentena, como en la mayoría de las regiones brasileñas. Sin embargo la curva epidemiológica sigue subiendo en todo el territorio nacional, y el pico recién está previsto para las próximas semanas.
El dolor de una comunidad
Los vecinos de Manacapuru todavía lloran la muerte de uno de los pocos doctores que trabajaba en la ciudad. El hombre murió por coronavirus. Fue el último mazazo para esta recóndita localidad que entró en las noticias nacionales por su elevada tasa de mortalidad. Sólo la superan la ciudad de Saldanha Marinho, en el sur del país, y Senador José Porfírio, en el vecino estado de Pará. Sin embargo ya poco sorprende en Brasil, donde lo excepcional pasó a ser cosa de todos los días. Es uno de los focos globales activos de la pandemia, el segundo país en número de contagios, con cerca de 740 mil casos, y el tercero en muertos, con más de 38.400, según el ministerio de Salud.
La pérdida de Rangel, médico de atención primaria, significó un duro golpe para la comunidad de Manacapuru. Pero no fue el único. Otros 113 vecinos ya fallecieron por el nuevo coronavirus y hasta la fecha contabilizan unos 2.700 casos confirmados desde el inicio de la crisis. Un número demasiado elevado para una ciudad que no supera los 100 mil habitantes. La del doctor Rangel fue una de las últimas pérdidas. Tenía 42 años, aunque se sospecha que el hecho de ser paciente de trasplante de riñón lo convirtió en grupo de riesgo. Contrajo el virus y ante el agravamiento de su estado de salud fue transferido para un hospital de Manaos, la capital de Amazonas, a unos cien kilómetros por carretera. Sin embargo no logró sobrevivir.
De vuelta a Manacapuru para ser enterrado, el coche funerario tuvo un accidente y el ataúd en el que estaba su cuerpo sufrió daños y hubo que cambiarlo. A su llegada, el vehículo paró en la puerta del Hospital General de Manacapuru, el único de la ciudad. Bajo una intensa lluvia, todos los profesionales sanitarios le rindieron un sentido aplauso y rezaron por su alma. En el cementerio “Campo da Saudade” fue despedido por una multitud de familiares y amigos. Ana recordó que su marido siempre le decía que si tuviera que morir por su profesión, lo haría sin dudarlo. “Consideraba su trabajo un regalo de Dios", dijo la viuda. También se acercó a despedirlo parte del equipo de rescate del hospital. "Era de la tierra, buena gente, atendía muy bien y ayuda bastante al pueblo de Manacapuru. Es una perdida muy grande", dijo Dias Gomes que trabajó al lado del doctor Rangel. A pocos metros del funeral había varias fosas abiertas para recibir a los próximos fallecidos.
"Para algunas personas el virus no existe"
En el Hospital General de Manacapuru aún permanecen internadas una decena de pacientes con el nuevo coronavirus. Por su aspecto exterior pareciera que es un edificio abandonado, si no fuera por el ir y venir de profesionales sanitarios, todos ellos equipados con los equipos de protección individual, y pacientes con máscaras. Una de las puertas de acceso a la sala de emergencias parece algo oxidada. En el interior un cártel intenta reconfortar a los que llegan: "Al escuchar esto, Jesús dijo: 'No son los que tienen salud los que necesitan médicos, sino los enfermos'". Algunos de los fallecidos terminan de ser colocados en el féretro en una de las entradas laterales del hospital, prácticamente al aire libre, pudo constatar la Agencia EFE.
Azenate Nogueira, de 52 años, tuvo que esperar un buen rato para retirar el cuerpo sin vida de su tía Lucila Cardoso, víctima de la covid-19 a los 71 años. "Es la segunda persona de mi familia que murió con esa enfermedad", aseguró la mujer. Pero la memoria de Manacapuru parece ser frágil y hasta descreída frente a este drama, según denuncia Dias Gomes. "Sentimos miedo, estamos en la primera línea y sabemos un poco mejor cómo defendernos, pero para algunas personas el virus no existe. Parece que la población no se entera y piensa que es una gripecita", reclamó el médico con ironía. El coronavirus ya llegó al 80 por ciento de los 5.570 municipios de Brasil. Y sigue en plena fase expansiva por el interior del país. En algunas zonas la infraestructura hospitalaria es deficitaria o incluso inexistente.