Los últimos días del crimen 4 puntos
The Last Days of American Crime; EE.UU., 2020.
Dirección: Olivier Megaton.
Guion: Karl Gajdusek.
Duración: 149 minutos.
Intérpretes: Edgar Ramírez, Michael Pitt, Anna Brewster, Sharlto Copley, Sean Cameron Mitchell.
Estreno: en Netflix.
Es muy fácil tomarse a la chacota la última entrega de superacción del francés Olivier Megaton, afincado en Hollywood y responsable de títulos como El transportador 2 y 3 y Búsqueda implacable 2 y 3 (las bromas podrían comenzar con esa curiosa afinidad numérica). Pero Los últimos días del crimen no es una secuela, sino una transposición de la novela gráfica del mismo nombre escrita y dibujada por Rick Remender y Greg Tocchini, visión remozada del noir clásico y relato de un futuro cercano y distópico. El año es 2025 y el gobierno de los Estados Unidos de América está dispuesto a dar el paso final en su lucha contra el crimen y la anarquía: un proyecto titulado API (acrónimo en inglés de Iniciativa para la Paz Americana) que, a grandes rasgos, implica emitir una señal electromagnética que elimina de cuajo la posibilidad de que cualquier ciudadano cometa fechorías, de la clase que fuere. El (anti)héroe de ocasión es un muchacho llamado Graham Bricke (el venezolano Edgar Ramírez), ladrón de bancos de fuste que anda llorando la reciente muerte a traición de su hermano.
Luego de una introducción tarantinesca (una mala lectura de Tarantino, valga la aclaración) que presenta al protagonista en la primera sesión de tortura del film –serán varias y diversas–, un bar de mala muerte es el escenario para la presentación de los otros dos personajes centrales. Por un lado, el rubio Kevin Cash (Michael Pitt), heredero de un clan de mafiosos con daddy issues de envergadura; por el otro, Shelby Dupree (la inglesa Anna Brewster), experta en informática y mujer fatal de ocasión. El plan es simple: hackear temporalmente la señal en el momento de su lanzamiento y llevar a cabo un robo a gran escala con los minutos contados, antes de escapar a través de la frontera canadiense. Pero antes de que Los últimos días… llegue a la instancia del hurto sofisticado y se meta por unos minutos en el género de la película de atracos deberá atravesar dos horas de acción, violencia, sangre y explosiones. Y allí es donde comienzan los problemas, porque Megaton y el guionista Karl Gajdusek no hacen más que apilar escenas como quien ordena mercadería en un supermercado y tilda el correspondiente ítem en la lista de tareas.
Algo es cierto: la película no le tiene miedo al ridículo (desafortunadamente, en este caso) y pasa de una escena de violencia relativamente explícita a un paso de comedia poco afortunado, introduciendo clichés melodramáticos a granel –la hermana menor en peligro, por ejemplo– y una seguidilla de deus ex machinas que pondrían colorado al cultor más fanático de los seriales mudos. El hecho de que el estado de caos en las calles se asemeje a algunos hechos de la realidad luego del asesinato de George Floyd es mera casualidad y lo que más se extraña al recorrer las dos horas y media de metraje es el recuerdo de otros “futuros”, como los Días extraños de Kathryn Bigelow. Las reseñas estadounidenses abuchearon la película de manera unánime, señalando cierto carácter ofensivo en su descripción de la violencia institucional y de otras clases, reacción disparada sin duda por la delicada coyuntura actual. En el fondo, más que ofensiva la bomba de Megaton es risible, una pulp fiction que ambiciona la grandeza y es apenas algo ridícula.