Cuando le garantizaron que dispondría de trescientos cráneos al año para hacer necropsias cerebrales, Christofried Jakob, médico psiquiatra y neurobiólogo (1866, Alerheim, Alemania -1956, Buenos Aires), no dudó un instante. Sin hablar una palabra de español y sin saber mucho del destino en cuestión, llegó a nuestras pampas en 1899: sólo y con un diccionario equivocado de alemán portugués en su valija.
Tras instalarse en una dependencia del Hospicio de las Mercedes (hoy Hospital Borda), donde estuvo al frente del laboratorio, Jakob comenzó su voraz labor de trepanación, tan solo con la ayuda de un asistente inexperto. Eso no importó. Al final de sus días, Jakob llegó a hacer más de 20 mil necropsias cerebrales. Para sus investigaciones, disponía de los cuerpos que nadie reclamaba en los hospitales públicos y hospicios. En cambio, en Alemania, donde tenía excelente reputación y una carrera consolidada, sólo le entregaban tres cerebros por año para sus investigaciones. No le resultaba suficiente.
Durante 4 años, Pablo Cabado fotografió el pabellón –de unos 700 metros cuadrados que se encuentra cerrado bajo llave– del Hospital de Alienadas de la Capital Federal (hoy Hospital Braulio Aurelio Moyano) donde trabajó Jakob, figura clave y fundador de la neurobiología en Argentina, y donde se conservan intactas muchas de sus investigaciones. En el dintel de la puerta del pabellón, una frase en latín da la bienvenida: “Hic locus est ubi mors caudet succurrere vitae” (Este es el lugar donde los restos mortales ayudan a la vida).
Psyche (Photogramas), un fotolibro y libro objeto que es una joya desde la portada (entelada, con una reproducción de Psyche en el inframundo, de Paul Alfred de Curzon), reúne las fotografías de Cabado, desplegables (como una foto panorámica de los médicos del hospital que da cuenta del lugar que ocupaba esa institución pública en la arena política) y reproducciones claves de época. Se incluyen las fotos que les tomaban a las mujeres al entrar en el Hospital de Alienadas: esos primeros registros —movidos, fuera de foco, miradas perdidas, cabezas sostenidas por una mano que asoma de atrás— anuncian días en la más absoluta soledad.
El libro –editado en China con preciosismo, bajo la mirada de Cabado, que viajó para ultimar detalles mucho antes de que pudiéramos imaginar la pandemia de coronavirus–, con un texto del historiador Diego Castelfranco, llega al núcleo de Jakob y de su época. Tras la cuarentena, Psyche se podrá conseguir en la tienda de Fola (Fototeca Latinoamericana) y en la del Malba. Ahora, es posible encargarle el libro a Cabado, quien ya se encuentra trabajando en su próximo proyecto Pequeños Soles en la Tierra, sobre el proyecto atómico Huemul, impulsado por el físico austríaco Ronald Richter.
Pianos y trepanaciones
En el pabellón al que llaman Jakob, no sólo están intactos los cerebros que el especialista dejó en formol, sino cabezas enteras con el rostro y la expresión intactas en recipientes de cristal con formol: la de una mujer está rebanada por la mitad y sus partes enfrentadas de modo invertido; en otras dejó órganos expuestos en tenebroso mix.
¿Por qué Jakob conservó cabezas íntegras? ¿Tenía esta práctica un fin científico? “No creo —señala Castelfranco en diálogo telefónico con Radar—. Más allá de que Jakob estudiaba cerebros, eran tiempos extraños, tiempos muy positivistas, en los que se desarrollaba también la frenología y el estudio de las facciones con Lombroso: por eso, tenía sentido que las conservara”.
Tras pedir autorización, y con la ayuda de un psiquiatra y de una mujer que trabaja en el archivo, Cabado fotografió ese espacio recoleto —está prohibida la entrada—, donde el tiempo parece detenido. Un primer plano acerca al piano en el que Jakob tocaba piezas de Wagner y Chopin cuando no hacía trepanaciones. Hay imágenes de frascos con contenido estremecedor, historias clínicas, una mesa que parece una vanitas hospitalaria —y que Cabado capturó con destreza—, la camilla para los cadáveres, el pizarrón donde Jakob enseñaba a sus asistentes. Todo su mundo cabe en ese pabellón donde se escuchaba su música.
Las fotografías de Cabado, junto con el texto de Castelfranco, logran capturar la historia de vida de un personaje complejo. Amante de la filosofía y al tiempo del positivismo a ultranza, conocedor de la cultura griega, políglota (manejaba con destreza 8 idiomas: leía a los clásicos en sus lenguas originales), Jakob fue además un apasionado viajero naturalista que se embarcó en el trasatlántico Cap Polonio hasta Tierra del Fuego para tomar muestras de peces, piedras y algas. En su viaje por los Andes, descubrió sitios que aún no consignaba la cartografía de época.
También diseccionó cerebros de animales que le llevaban desde el Jardín Zoológico de Bs. As. Voraz, no sólo investigó miles de cráneos, sino que los fotografió, realizó cortes histológicos (en apenas dos años más de 25 mil) y desarrolló exhaustivas investigaciones. Un hecho atroz evidencia el racismo, la ausencia de protocolos deontológicos y la cosmovisión de época. Para que realizara investigaciones neurobiológicas, le entregaron los restos del cacique Inacayal, que había sido puesto en cautiverio en el Museo de Ciencias Naturales de la Plata junto con su mujer. Cuando ella murió, colocaron el cuerpo bajo una vitrina del museo (junto con cientos de cadáveres de indígenas), donde él siguió en cautiverio para su estudio, exhibido como espécimen vivo.
La entidad fantasmagórica
Jakob colaboró activamente con sus colegas y formó discípulos. Escribió el Atlas del cerebro de los mamíferos de la fauna argentina (en colaboración con Clemente Onelli, en 1913) y Folia Neurobiológica Argentina, su obra clave y monumental. Fue el primer profesor titular de Biología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad de La Plata dictó dos materias.
“Su gran objetivo en la vida, al que se entregó apasionadamente, fue adentrarse en los secretos del cerebro humano, comprender su evolución y responder las preguntas quizás inmemoriales de qué es el hombre, qué lo define y cómo funciona esa entidad fantasmagórica que es la psique. Soñó con un tiempo, quizá lejano, quizá no tanto, en que la ciencia fuera capaz de comprenderlo todo.”, escribe Castelfranco en La metódica desmesura del Dr. Christofried Jakob, texto que inicia Psyche.
Tras una década en nuestro país, Jakob regresó a Alemania, pero el intento fracasó: no logró reinsertarse en el ámbito científico de su país. Volvió a Argentina en 1913, se nacionalizó y cambió su nombre por Christofredo, la versión españolizada. Ocupó el cargo de director del laboratorio del Hospital de Alienadas: siguió analizando cerebros, su enigma indescifrable.