En 1945, concluía la II Guerra Mundial en Europa. Cinco años más tarde, el italiano Giuseppe Novello publicaba una caricatura. El título: Le tappe dell’oblio (Las etapas del olvido). El dibujo: un señor de la media burguesía, entre amigos. La frase: “yo en realidad empiezo incluso a dudar que en Alemania hayan existido realmente los campos de concentración”.
A juzgar por un reciente artículo de Inés Capdevila en La Nación, algo así está empezando junto con el aparente comienzo de la pospandemia en Europa Occidental. Esta es la intención del propio título, que (por una vez) coincide plenamente con el contenido del artículo: “De epicentro del desastre a modelo de éxito: cómo renace Europa de las cenizas del coronavirus”.
El propósito del artículo es erigir a Europa como una suerte de modelo acerca de cómo se debió actuar ante la pandemia. Europa “empieza a derrotarla con menos autoritarismo y más transparencia” que China. “Las salidas de Europa trataron de privilegiar tanto la salud y la economía como valores asociados al bloque libertad y pluralismo y no fueron simples ni gratuitas; tuvieron sus costos, pero hoy los europeos empiezan a disfrutar de su primavera y su vida, con una rutina recuperada."
¿Porqué decimos “olvido”? Porque transforma muertes en meros “costos”. Porque borra las muertes de personas que no pudieron ser atendidas por haberse saturado las unidades hospitalarias. Porque niega los visibles desencuentros de la dirigencia de la Unión Europea, que a la hora de la pandemia lo que no mostró fue unión. Y porque olvida que en los suburbios de París hubo grandes disturbios.
La Nación pretende reescribir así la historia de la pandemia. La experiencia europea así falsificada “le deja algunas lecciones a la Argentina“. También para esto se escribe ese artículo. Se trata de mostrar cómo Europa superó limpiamente este episodio sin autoritarismo y con transparencia.
Pero ésta es claramente una historia mal contada.
No se entiende realmente qué lecciones puede darle la Europa a la Argentina: no hemos tenido aquí ni lejanamente el número de muertes que ha habido en Italia, España, Bélgica, Reino Unido o Países Bajos.
Según una compilación reciente del Financial Times, las muertes registradas en esos países superaron entre 30 y 45 por ciento los valores esperables de acuerdo a tendencias históricas, siendo que en algunos casos la mortalidad por accidentes de tránsito se redujo notablemente.
La propia Suecia presenta 19 por ciento más muertes que las tendenciales, y el responsable en epidemiología de ese país ha reconocido que la estrategia no fue la correcta. No hay mucho que aprender, entonces: las vidas son vidas y no se comparan con costos económicos.
Convertir las vidas en costos, y sumar esos costos a los de la recesión económica por ejemplo, es una operación no legítima porque solo la hacen los sobrevivientes. Pero ésa es la operación que en definitiva propone La Nación.
Tampoco se entiende qué lecciones puede dejar Europa cuando se observan importantes enfrentamiento ocurridos en los suburbios de París. Todas las semanas La Nación se ocupa de producir alguna nota demonizando las villas y el genérico Conurbano, para horror y deleite de buena parte de sus lectores. Pero aquí no ha habido disturbios.
Es más: las villas han demostrado una paciencia y disciplina envidiables pese al hacinamiento. Ese hacinamiento llevó al “(in)experto” Jorge Asís a predecir que el confinamiento no se podría cumplir. Pero se cumplió, al punto que fue solo cuando empezaron a aflojarse las restricciones que arrancó la difusión del virus en las villas, traído desde afuera. ¿Quién es el que puede dar lecciones, entonces?
El artículo de Capdevila tiene el claro propósito de generar opinión, camuflada de noticia. Un visible caso de mala praxis periodística. No el es único: es la misma postura de opinólogos televisivos que, también sin base de evidencias, sostienen (desde hace más de un mes) que la gente está harta del encierro.
Ha sido la presión generada por estas opiniones la que ha obligado al jefe de Gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta, a instrumentar medidas de apertura, justo cuando se reporta un incremento de casos y, por lo que se ve en los medios, con la opinión en contrario de su ministro de Salud.
Pero a los opinólogos (travestidos o no de periodistas), las evidencias poco les importan. En última instancia, la historia podrá ser reescrita y el olvido (o la negación) hará su trabajo.
No faltan hoy algunos trasnochados que sostienen que la pandemia de la Covid-19 es un mero bluff del populismo. Quién sabe, dentro de algún tiempo habrá opinadores que, a la manera del señor burgués de Novello, afirmarán que la Covid-19 en realidad nunca existió.
* Economista. CESPA-FCE-UBA. Agradece comentarios de Teresita Gómez.