Desde Nápoles
El campeón del mundo va a buscar el golpe de nocaut que guarda en el puño para salvar una pelea que pierde ampliamente por puntos. En la casa de Maradona, una Selección Argentina renovada después de que las fuerzas vivas del plantel alimentaran la "revolución" de los cinco cambios, como denomina la prensa italiana a las modificaciones implementadas por Carlos Bilardo, buscará la visa de estadía en el Mundial '90 frente a la Unión Soviética, que llega a Nápoles con tantas dudas como los nuestros.
Los jugadores argentinos ya leyeron los diarios locales, para cuyos periodistas Maradona dijo cosas tales como "yo esperaba más de los más jóvenes", "ahora hay que poner todo lo que tenemos" y "tenemos que correr detrás de una clasificación cuando parecía que eso era lo más fácil". Los diarios argentinos no llegan a Trigoria. Es mejor decirlo a los italianos, cosa que nadie tenga dudas sobre el pensamiento del capitán, también expresado extensamente en las dos charlas posteriores al partido con Camerún.
Julio Grondona, el día anterior a la partida hacia Nápoles, cuando Bilardo dio el equipo, preguntó a los periodistas, medio en broma, medio confirmando su influencia: "¿Les gusta este equipo?". Acuciado por las circunstancias y convencido por la experiencia de Milán, Carlos Bilardo hizo cinco cambios. La pregunta es: ¿cambiará algo?
Habrá un equipo distinto ante los soviéticos. No tanto por los nombres, sí por la actitud. Sin embargo, que Monzón muela las piernas de Oleg Protasov —si es que éste puede jugar— no garantiza que la Selección sea lo que debe ser. Que ingrese Troglio por Lorenzo y Olarticoechea por Sensini aseguran más experiencia y temperamento que los pibes, pero si juegan a las parejitas con los colorados como se hizo con Camerún, tampoco habrá que ilusionarse. Si la terapia intensiva psicológica impuesta sobre Burruchaga surte algún efecto, se lo verá como en esas fugaces apariciones del segundo tiempo con los africanos. Más cerca de Diego, más cerca del área rival. Caniggia de entrada es garantía de velocidad y llegada profunda, tanto como para que Maradona no tenga que decir "si yo no juego de punta, no llega nadie".
El antecedente más cercano en los enfrentamientos con los soviéticos es aquel 4-2 en contra en Berlín. La velocidad de contraataque de la gente de Valeri Lobanovski y la certeza en la definición de Protasov fueron mortales para los argentinos. La Selección está más obligada que los soviéticos en ir a buscar el triunfo. Tiene mucho más que perder y después le queda Rumania en el calendario, mientras que Unión Soviética cierra su participación en el primer grupo con la debilidad de Camerún.
Con cuatro puntos, la clasificación estaría asegurada. Con dos habrá que rezarle a la Madonna di Positano. Una derrota derrumbará definitivamente el maltrecho estado anímico que Bilardo y el cuerpo técnico prendieron con alfileres en las posteriores 48 horas al desastre de Milán.
Sin embargo, Argentina tiene una ventaja. Al ex coronel Valeri Lobanovski se le plantean durísimos problemas internos y la lesión de Oleg Protasov. Después de la inesperada derrota frente a la incógnita que se reveló como sorpresa absoluta que fueron los rumanos, a los de Moscú se les cayó por completo la estantería. El viernes, Camerún había destrozado a Argentina. El sábado esperaban ganarle fácil a Rumania, esperar a los nuestros con la comodidad de los dos puntos y ganar el grupo con una goleada frente a los africanos. El 0-2 cambió los planes de todo el equipo. Lobanovski culpó a Rinat Dassaev del primer gol de Mario Lacatus —remate recto al primer palo— y amenaza con sustituirlo por Uvarov, arquero del Dínamo de Moscú quien estuvo en el banco ante Rumania, o el joven golero del Dínamo de Kiev, Chanov, que se "mata" en las prácticas.
Más o menos como Grondona con Argentina, los dirigentes soviéticos opinaron también sobre su equipo. Alexander Tulkamov, uno de los vicepresidentes de la Federación Soviética dijo que "así no podemos ganarles a los campeones del mundo" y su par Nikita Simonian adjudicó la derrota inicial "al calor de la ciudad de Bari", otra preocupación que también rodea por Lobanovski, quien mantuvo varias reuniones con los directivos.
El entrenador recién confirmará su formación titular una hora antes del partido en San Paolo. Debe confirmar al arquero y resolver la situación de Besonov, quien ocupó el puesto de volante de Mikhailichenko —afuera del Mundial una semana antes por una lesión en el hombro producida en el amistoso ante Israel—, de Jidiyatulin, de Rats y del bajo rendimiento de Sasha Zavarov. Adelante la lesión de Protasov y la floja actuación en el debut del otro punta, Dobrovolski —reemplazado en los últimos 20 minutos por Borodoiuk— es una incógnita aún sin respuesta. Si Protasov juega deberá decidir entre aquellos dos el segundo punta, el que baja a volantear, sobre el que irá Serrizuela. En el reparto, a Basualdo puede tocarle Aleinikov y Litovchenko a Olarticoechea, mientras Batista iría sobre Zavarov y Troglio debería cuidar las subidas de Rats por el lateral izquierdo del ataque rival. Lobanovski no decidió el hombre que seguirá a Maradona ni la marca personal de Caniggia.
En síntesis, depende más de la Argentina que de la Unión Soviética. Con Maradona descendido del trono, pero jugando con el apoyo incondicional de la "Curva B" —la brava del Napoli—. los argentinos serán locales. Pese a la lamentable producción frente a Camerún, Argentina está en mejores condiciones que la Unión Soviética para ganar este partido decisivo.
Será local. Tiene más temperamento que estos europeos incapaces de protestar arbitrariedades de los árbitros como la que los dejó afuera de los cuartos de final de México y el penal que el uruguayo Juan Cardellino les inventó contra los rumanos. Hay, también, más fútbol en Argentina. Ese que todavía deben. Ese fútbol ausente que le hizo decir a Maradona que "estamos muy abajo de Brasil, Alemania e Italia".
La selección no tiene chance. Debe ganar. Sería bueno, además, que jugara bien, algo más difícil. Mientras tanto, Bilardo, que se banca en soledad la peor situación desde que tomó el equipo en el '83, sabe que puede ser su despedida y que los dirigentes ya tienen casi decidido que no habrá cuerpo técnico estable hasta 1991 si se fracasa en Italia. Los dirigentes, también, dependen de un resultado. El fútbol argentino tiene una trayectoria mucho más rica y generosa como para que su vida se termine si el mazo reparte cartas malas sobre el tapete de Nápoles.
* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia 90.