Todo empezó cuando compartió un artículo titulado “Opinión: creando un mundo post Covid19 más igualitario para la gente que menstrúa". "Esta gente que menstrúa antes solía tener un nombre... Wumben? Wimpud? Woomud?”, así bromeó la autora de Harry Potter en torno a la palabra “woman” que según se desprende de su ironía, estaría siendo amenazada por la existencia trans. Con ese puntapié J. K. Rowling siguió con sus visiones sobre el sexo y el género. “Si el sexo no es real, entonces no existe la atracción por el mismo sexo”. “Si el sexo no es real, la realidad vivida por las mujeres de todo el globo es borrada. (...) No es odio decir la verdad ".
Soy víctima, soy mujer
Después de comprobar que sus pensamientos no tuvieron ni de lejos la buena repercusión que tuvieron sus personajes y sus ficciones, Rowling volvió con un nuevo y extenso texto en el que relataba que fue víctima de violencia machista y abuso sexual. ¿Por qué apelar a ese momento de su vida para explicar sus primeros tuits? Seguramente porque, al parecer de Rowling, el sexo se reduce a la genitalidad y la prueba de su existencia es el peligro de que puede ser ultrajado. O por lo menos eso se deduce de esta saga. Pero ni cuando quiere limpiar con el codo puede la autora borrar el desastre que hizo con la pluma: porque en esta segunda carta donde explica qué quiso decir con que para las mujeres la existencia del sexo tiene consecuencias vitales llega a lo que fue su preocupación desde un principio: el uso de los baños públicos. "Cuando abrís las puertas de los baños y vestuarios a cualquier hombre que cree o siente que es una mujer, y, como he dicho, los certificados de confirmación de género ahora se pueden otorgar sin necesidad de cirugía u hormonas, entonces abrís la puerta a todos y cada uno de los hombres que desean entrar. Esa es la simple verdad”, escribió. El razonamiento de la escritora se podría resumir así: no me importa qué hagan las personas trans en los aspectos privados de su vida ¡incluso yo también tengo una amiga travesti! Pero ya basta de pedir derechos en el espacio público.
Feministas con candado
Lo que Rowling expresa cada vez que es noticia por este tipo de declaraciones es su comunión con las feministas TERF. Y su defensa a rajatabla del sexo como una categoría dada y natural se remonta a una vieja discusión con auge en la década del 70. Son posturas abiertamente transfóbicas que tenían como objetivo la exclusión de las mujeres trans de los espacios feministas. Y lo siguen teniendo. Las TERF (Trans Exclusionary Radical Feminists, que quiere decir “feministas radicales transexcluyentes") niegan la experiencia de la autopercepción del género. En otros momentos de la historia, han demandado a los gobiernos, como en Estados Unidos, que se retire la atención médica y legal a las personas trans. Y han señalado, excluido, golpeado y pedido la expulsión de mujeres trans de espacios públicos y activistas. Ejemplo de esto es la historia que en este mismo suplemento relató en 2018 la cantante californiana Beth Elliott en su reconstrucción de su historia de militancia lgbti en los años 70, 80 y 90. En otro pasaje del texto Rowling asegura que no se inclinará “ante un movimiento que creo que está haciendo un daño demostrable al tratar de erosionar a la ‘mujer’ como clase política y biológica y ofrecer cobertura a los depredadores como pocos antes".
Esa supuesta esencia de la feminidad es justamente la que 30 años atrás Judith Butler derribó en El género en disputa. Allí cuestionaba a las mujeres como sujeto del feminismo y trascendía la presunción de que el término “mujer” indica una identidad común (“¿comparten las mujeres algún elemento que sea anterior a la opresión?”). Aparecía en debate también la noción misma de cuerpo, se marcaba su carácter culturalmente construido, y se exponía como una generalización dudosa cuando se lo entiende como pasivo y anterior al discurso. Desde los años 60 y 70 el feminismo TERF se fue expandiendo hasta llegar a la actualidad.
Podemos o no podemos: ¿crisis en el feminismo español?
Por estos días el debate en torno a las palabras de J.K.Rowling resurgió reavivado en Europa con lo que algunos medios han llamado “La grieta en el feminismo español”. Esta semana la dirección del PSOE difundió un documento titulado “Argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres” y creó incluso una Alianza Contra el Borrado de las Mujeres. En esa misma línea acusó a Podemos de “negar la existencia del sexo biológico” y “promover la teoría queer”.
Un día después de que Consejo de Ministros de España aprobara la Ley de Infancia, que recoge el derecho de chicos y chicas a que se respete su orientación e identidad de género, el PSOE difundió este documento que reivindica que el sujeto político del feminismo son las mujeres, al tiempo que rechaza el derecho "a la autodeterminación sexual". ¿Qué dice el proyecto de ley que tanto revuelo generó? Que “los niños tendrán derecho a que su orientación sexual e identidad de género, sentida o expresada, sea respetada en todos los entornos de la vida". Detrás de lo que aparenta ser nada más que una noticia de espectáculos ("J.K. Rowling en conflicto con sus jóvenes fans"), hay disputas de sentido que se tranducen en políticas concretas y, en el caso español, letra para un partido que representa una plataforma ultraconservadora.
Que esa discusión la emprendan las religiones y la iglesia, vaya y pase, pero que dentro de un partido político aparezca este tipo de atropellos teóricos es preocupante. Las declaraciones de la escritora son una avalancha sobre un tema no opinable. Porque, aquí y allí, lo que su sentido común no quiere ver todavía, ya es ley. Recordemos que el año pasado J.K. Rowling expresó su apoyo a Maya Forstater, una investigadora británica cuyas declaraciones sobre las personas transgénero fueron descritas por un tribunal como "incompatibles con la dignidad y otros derechos humanos en el marco de una sociedad democrática”.
Leer, estudiar, entender y tratar de llevar a la vida cotidiana lo que se sintetiza como "teoría queer" no tiene nada que ver con que "el sexo no existe". Otra cosa es explicar cómo está modulado por variables que no son únicamente biológicas. Cuando se dice que ese tipo de razonamientos, como el Rowling, son biologicistas y binaristas es porque continúan reduciendo las identidades a la genitalidad. Se trata de una lógica esencialista que vulnera y expulsa. La historia de los movimientos TERF se basa en el fundacionismo de género, la creencia de que el género está relacionado directamente con la composición biológica anatómica. Es decir, que la biología es destino y que ser mujer equivale a tener una vulva y viceversa.
Cuando Rowling alude a todo lo que ha sufrido por ser mujer y pide que se siga hablando de género en términos anteriores a la teoría queer, esquiva cuestionar el privilegio de la cissexualidad, que en palabras de la filósofa Julia Serrano quiere decir “el doble estándar que promueve la idea de que los géneros de las personas transexuales son distintos y menos legítimos que los géneros de las personas cissexuales”. Desconocer el privilegio cissexual es desconocer la realidad de que las personas trans han sido históricamente privadas de todos los derechos básicos como la educación, la salud, el trabajo, expulsadas desde la infancia de sus hogares: un conjunto de condiciones materiales de existencia como punto de partida que lleva a que en este país y en el mundo el promedio de vida no supere los 39 años.