La fragilidad de la vida humana es un dilema del presente; el temblor de una pandemia –que multiplica primero el miedo y luego el tedio y la monotonía- nos arroja al precipicio de la incertidumbre. Más allá de la sensación inicial de calamidad, el coronavirus nos hace recordar -–volver a pasar por el corazón— la importancia del contacto físico con los otros, la necesidad de tocar y abrazar a nuestros semejantes, de sentir su cercanía y su aliento. La revista Caras y Caretas y la Editorial Octubre convocan al Primer Concurso Latinoamericano de Crónicas Caras y Caretas 2020, “La vida en tiempos de la peste”, al cumplirse 15 años de la reaparición de la revista en su tercer siglo de existencia. Las crónicas --que deberán tener una extensión máxima de 60.000 caracteres con espacios—indagarán sobre cualquier aspecto sobre la vida cotidiana, pública y privada, la política, la cultura y en general todo lo relacionado con los imprevistos y fuertes cambios que generó la pandemia.
Las crónicas periodísticas originales e inéditas, escritas en español por periodistas, escritoras y escritores argentinos y latinoamericanos mayores de 18 años, se recibirán hasta el 31 de agosto en [email protected] . El jurado presidido por María Seoane estará integrado por prestigiosos periodistas y escritores latinoamericanos: Carmen Lira (México), directora del diario mexicano La Jornada; la escritora Diamela Eltit (Chile), la periodista Javiera Olivares (Chile), el escritor y político Raúl Vallejo (Ecuador), que fue ministro de Educación durante el gobierno de Rafael Correa; el escritor y crítico Jorge Fornet (Cuba), director de la revista Casa de las Américas; los argentinos Telma Luzzani, Vicente Muleiro y Cecilia Fumagalli. El jurado valorará la inclusión de fuentes propias, reconocibles y pasibles de ser chequeadas (las fuentes en off redundarán en la eliminación del concurso), la utilización de información veraz y la calidad narrativa de los textos, entendiendo que el conjunto fuentes-información-narrativa hace a la calidad de la obra.
María Seoane, directora de Contenidos Editoriales de Caras y Caretas y presidenta del jurado, recuerda que muchos intelectuales, escritores y periodistas se dedicaron a registrar el cambio de la humanidad a partir de la Covid-19. “Como Caras y Caretas es una revista argentina que mira hacia el mundo y particularmente hacia América Latina, pensamos, junto con Víctor Santa María, que sería muy importante estimular la producción de crónicas que cuenten lo que está pasando en la vida pública de las sociedades y en la intimidad de las personas”, explica Seoane a Página/12. “Como toda buena crónica, tiene que ser veraz, tener fuentes claras y un nivel de escritura que conmueva y que haga honor a nuestro idioma”, subraya la escritora y periodista, autora de Che, Masetti, Walsh. Prensa Latina y de El dictador: historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, que escribió junto a Vicente Muleiro, entre otros libros. “El desafío es seguir produciendo cultura y manteniendo la voz humana, más allá de las contingencias de una peste. Y dejar registrado para la historia este tiempo y lo que pasa en la cabeza, el corazón y en la vida cotidiana de los latinoamericanos, al estilo de Homero, el primer gran cronista de la historia”, agrega Seoane.
Diamela Eltit confiesa que formar parte de un jurado tiene “un aspecto incómodo” como es decidir acerca de los textos que podrían ganar un concurso. “Me refiero al riesgo de decidir, de la siempre ambigua jerarquización. Pero ahora, la realidad viral mundializada que nos atraviesa y el dictaminado confinamiento, detona un gran ruido en la cabeza. La escritura permite desplazar ese ruido a la letra para darle una trama al ruido, un giro, una arista que logre direccionar ese sonido desorganizado a un espacio que conjugue lo real y lo simbólico. Una letra que consiga incluir, diseminar y volverse inobjetable”, plantea la autora de novelas como Lumpérica, Vaca sagrada e Impuesto a la carne, entre otras. Vicente Muleiro, poeta, narrador, dramaturgo y periodista, confía en que cada autora o autor pueda crear lo que cada buena crónica deba tener. “Si estrictamente es un relato apadrinado por Cronos, el señor del tiempo, la escritura narrativa, y con ella la periodística, ha hecho al tiempo más flexible que la silicona. Quiero decir que lo importante es desbordar el formato con una mirada hacia el rincón, hacia una parte donde esté todo. La peste ha sido y es un mazazo sobre todos los modelos, es una destructora de rutinas y una súbita constructora de otras, nuevas, inimaginables para el más desmarcado espíritu latino. Encima está la parca, asmática y mirándolo todo. ¿Cómo no escribir una crónica ahora que somos tan mutantes como los virus?”.
¿Qué desafíos implica ser cronista en momentos en que se impone el distanciamiento social? “Clásicamente se sabe que en periodismo los hechos se atrapan de dos maneras. La más infrecuente es la presencial, estar ahí, estremeciéndose cuando los planetas se aprestan a chocar. Pero la más frecuente, ya que no nos ha sido dado el don de la ubicuidad, es la reconstrucción de los hechos, la recolección de datos y testimonios”, responde Muleiro, autor de las novelas La balada del asador y Sangre en el viento, entre otras. “En un diario amarillo había un jefe que a sus cronistas de policiales les ordenaba: ‘A los muertos hay que tocarlos’. A los escenarios y personajes de la crónica hay que conocerlos, respirarlos. En la reconstrucción precisa de los hechos está la dimensión ética de la crónica. Si contás en exclusiva el robo del siglo y te equivocás en la dirección de la casa de la amante del ladrón se cae todo el edificio”, argumenta Muleiro.
Eltit advierte que este tiempo “impulsa a una cercanía menos literal”. “Las imágenes, las memorias, los pliegues y repliegues de las hablas mediadas por la tecnología, empujan a un mayor esfuerzo no solo para entender sino especialmente para completar blancos y llenar pausas. Empuja a suplir aquello que queda inconcluso. Se abren así una multiplicidad de vías que apuntan a una pluralidad de posibilidades. Lo digo porque el virus circula y nos obliga a también a mantener una determinada circulación común. Eso nos acerca en la medida que compartimos una idéntica condición. La distancia ha sido posible por la cercanía de un virus que nos cerca y nos acerca”, reflexiona la escritora, Premio Nacional de Literatura de Chile. “Pienso en el texto crónica como una producción capaz de leer diversos espacios, situaciones, cuerpos, territorios, estilos, desde lo microscópico a lo macro y cada uno de los lugares intermedios. Su pericia radica en desplazar los sentidos a la letra: el ojo, el tacto, la audición, el olfato, el gusto, para que esa experiencia se deposite en la letra. Se requiere de un inteligente viaje estético para dotar la escritura de sentido y de una determinada plenitud. La crónica es verosímil pero ultra imaginativa. La ficción opera en ella como un real, la subjetivación la atraviesa como un imperativo”, compara Eltit. Muleiro destaca que la crónica es “la puerta entreabierta” para romper tanto molde. “Me interesa más que nunca que los escribas peleemos por lo que pedía ese gran cronista que fue Carlos Monsiváis: atrapar un retazo del ‘feroz desorden’. En el caso de la pandemia para ver dónde está la tragedia y la erótica de este portazo planetario que nos han dado en la nariz. La crónica está para contar la otra cosa, el movimiento de la vida, sobre todo eso que alguien –el poder- quiere ocultar”.
* Bases y condiciones del concurso aquí .