Coordinación operativa en el plano legislativo; articulación con la efervescencia callejera; operaciones de prensa; presión sobre hijas, nietas y esposas de diputados reacios; perseverancia para convencer a los indecisos y hasta el virtual ”secuestro” de un diputado dentro de su despacho para que no cambiara de opinión, fueron algunas de las herramientas utilizadas por “Las Sororas”, un grupo transversal de 12 diputadas nacionales que, pese a abrevar en espacios políticos diferentes, actuaron como bloque verde para alcanzar la media sanción en la Cámara baja del proyecto de despenalización del aborto, jornada histórica de la que se cumple hoy el segundo aniversario.
Las protagonistas de la inédita experiencia fueron Carolina Moisés (Bloque Justicialista); Silvia Lospennato (PRO); Araceli Ferreyra y Lucila De Ponti (Movimiento Evita); Mayra Mendoza y Mónica Macha (Frente para la Victoria); Brenda Austin, Karina Banfi y Alejandra Martínez (UCR); Cecilia Moreau (Frente Renovador); Romina Del Plá (Frente de Izquierda) y Victoria Donda (Libres del Sur), más la por entonces concejal de Tigre Malena Galmarini --puesta a arrimar voluntades desde el espacio de su esposo, Sergio Massa-- y Daniel Lipovetsky (PRO), el presidente de la Comisión de Legislación General de Diputados, el único varón del equipo, que se ganó el respeto de todas por sus dotes de componedor.
Núcleo duro para el lobby legislativo y provenientes de espacios ideológicamente opuestos, las mujeres coincidieron en el diseño de la estrategia que comenzaron a aplicar en las recordadas sesiones plenarias de las cuatro comisiones que durante semanas, en reuniones que se extendían hasta por 12 horas, mezclaban los argumentos de especialistas invitados por los bandos “verdes” y “celestes” a favor y en contra de la despenalización del aborto.
“Suelo contar que cuando me enteré que el debate lo iba a presidir Daniel dije ‘sonamos’, porque vivía peléandome con él en discusiones encarnizadas, y la verdad es que después fue un baluarte, en realidad éramos ´les sorores: todas mujeres y un ’femichico’ fundamental”, recuerda la correntina Ferreyra.
Muchas veces territorio para golpes bajos más que para fundamentar posturas, los multitudinarios plenarios de martes y jueves alcanzaron picos álgidos como cuando “una expositora llevó unas diapositivas con imágenes de bebés abortados y otra que apareció con un bebito de plástico y lo repartía como si fuera una estampita entre todas las verdes”, repasa Moisés. “Yo no lo permití y se armó bastaste revuelo pero me amparé en el acuerdo que habíamos hecho en las comisiones para que no se distribuyera ningún material”, justifica Lipovetsky.
“A veces resultaba muy doloroso escuchar intervenciones que reivindicaban la maternidad de niñas y pretendían hacer una épica de la decisión de continuar un embarazo, mientras que nosotras sabemos que la mayoría de las veces esa decisión no existió o mejor dicho existió pero la tomaron otras personas, volviendo a vulnerar una y otra vez los derechos de esa nena”, rememora Lospennato.
“El punto más duro para mí fue el día que habló la mamá de Chiara Páez, que fue en nombre de ella que gritamos el ´Ni una menos’ en junio de 2015. La mamá venía en contra de la legalización, ella había sido encontrada asesinada y con restos de misoprostol, asesinada por su femicida, al que le resultó más fácil matarla porque estaba embarazada que ponerse un condón”, narra Ferreyra.
“Las Sororas” reconocen haber operado sobre tres planos: el plenario de comisiones, el del lobby parlamentario y el de la opinión pública, con las activistas de la Campaña Nacional, las masivas movilizaciones y las acciones de prensa como aliadas. Cada vez que conseguían que algún “celeste” o indeciso se hiciera “verde”, recuperaban oxígeno, ganaban prensa y hacían pesar psicológicamente ese nivel de protagonismo para convencer a otros.
También supieron capitalizar un escenario despojado de la disciplina partidaria que caracteriza el tratamiento de los asuntos regulares. Si bien existían los antecedentes de leyes como la de divorcio vincular o la de matrimonio igualitario --la primera impulsada por Raúl Alfonsín, la otra militada y votada por Néstor Kirchner, lo que condicionaba la posición de muchos--, que ni Mauricio Macri ni Cristina Kirchner explicitaran una posición clara favoreció la situación de “Cámara abierta”.
Entonces, el think tank se lanzó a la caza de voluntades, para lo cual cada una de las referentes operaba sobre su sector: Moreau con el Frente Renovador, Moisés con los justicialistas, Macha y Mendoza con el Frente para la Victoria y Austin y Lospennato encima de Cambiemos. Cada una definía el tono de las negociaciones, y las hubo muy duras, al punto que luego de la votación quedaron quiebres dentro de los propios bloques producto del nivel de presión al que habían llegado.
Manejaban planillas con columnas para los celestes y verdes declarados, columnas de los dudosos, y dentro de éstos, quiénes tiraban más a celeste que a verde. Hasta diseñaron un cuadro con las posibles influencias que podían generar sobre los intereses de cada legislador. “Hemos llegado a operar sobre sus hijas para que fueran ellas las que los convencieran, por sobre sus propios militantes”, confiesa la jujeña Moisés.
En esa dinámica, las columnas iban cambiando día a día. De un arranque parejo, de pronto empezaron a ser más los dudosos de ambos lados, lo que configuraba un escenario abierto sobre el cual operar pero sin descuidar a los que ya se habían expresado a favor del verde pero que eran apremiados. Ese fue el caso de Pablo Yedlin, presionado fuertemente por el gobernador Juan Manzur y la sociedad tucumana.
Tampoco faltó la “inteligencia” sobre el pasado de cada legislador. Se confeccionaron archivos con sus declaraciones, buscando señalar contradicciones y hasta hallaron denuncias por acoso de veinte años atrás, que emplearon mediáticamente para exponerlos ante la sociedad.
Para las verdes, la clave fue no dejar de operar en ningún momento. Al comenzar la sesión del miércoles 13, los números indicaban que perderían, empatarían o ganarían por poquísimo margen. “Llegamos literalmente a ‘secuestrar’ a un diputado cuando logramos que nos dijera que sí”, narra Moisés, y añade que “a la 1 de la madrugada lo encerramos en su oficina con dos de sus empleados, y no lo dejamos salir de ahí para que no cambiara de opinión”.
“Secuestrar es un poco fuerte, yo no lo diría así, pero sí hubo un grupo de personas que acompañaron y conversaron toda la noche al diputado por Tierra del Fuego Gastón Roma en su oficina. Nadie le impedía salir, pero los compañeros que estaban con él quisieron charlarlo toda la noche”, diferencia Lospennato.
Alrededor de las 3 de la mañana, las cartas estaban echadas y se sentían cerca del empate. Entonces decidieron “consultar” al presidente del cuerpo, Emilio Monzó, cuál sería su posición en caso de empate. Hay una imagen famosa, con Mendoza de un lado y Donda del otro increpándolo, de modo tal que consiguieron llevarlo hacia un hall trasero y arrancarle la promesa de desempatar hacia la despenalización.
Según Lospennato, “el momento de más tensión fue cuando nos propusieron cerrar el debate y votar en la madrugada. No accedimos, al contrario, subimos la apuesta, empezamos a convocar a más y más mujeres, y sabíamos que cuando amaneciera iban a llegar muchas mujeres y apostábamos a esa movilización multitudinaria. Yo discutí con Monzó en su despacho. Hubiera sido un escándalo con todo el país mirando, miles de mujeres en la plaza, hacer una maniobra de ese tipo y la verdad es que Emilio se comportó con un gran equilibrio y no accedió a esa presión, cumplió con su palabra y no forzó un cierre del debate como quería el sector que se oponía a la ley”.
Alrededor de las 7 se abrió el salón para desayunar, y hacia allí marcharon Moisés y otros tres verdes del peronismo, quienes verificaron que les faltaban dos votos para ganar. Entre ellos, el pampeano Sergio Zilliotto, quien miró a Moisés y le dijo “¿estás segura que es así? Bancame un minuto que voy a hablar con Verna”, el entonces gobernador de La Pampa.
Transcurrieron 5 minutos, y la jujeña recibió un mensaje de Zilliotto que decía “fíjate mi Twitter”. Lo leyó, y en simultáneo se desataba la gritería en el salón comedor, en el recinto, en los pasillos y en el salón de Pasos Perdidos. “Junto a Melina Delú y Ariel Rauschenberger, los tres diputados nacionales peronistas por La Pampa votaremos a FAVOR de la despenalización del aborto”, había escrito el hoy mandatario pampeano.
“Con eso logramos los votos necesarios y a partir de ahí fue un proceso tremendo, de mucha emoción y tensión porque hubo que empezar a preparar el cierre del debate y las modificaciones que había que hacer, y que estuvieran todos al momento de votar”, describe Lipovetsky.
“Tenía la convicción de que podíamos perder la votación pero que habíamos ganado porque habíamos roto para siempre la historia política y legislativa en la Argentina, y esa construcción del ‘comando sororo’ en el que fuimos mucho más allá de la transversalidad nos sirvió también para sacar otras leyes necesarias y trascendentes”, concluye Ferreyra.
Algunas voces
Silvia Lospennato
“Las Sororas fue la experiencia práctica de una forma de hacer política feminista; horizontal, transversal, de mucha colaboración, donde la construcción del vínculo personal y la confianza es la piedra angular sobre la que se construye todo lo demás. Si algo se puede decir es que nunca improvisamos, siempre diseñamos la estrategia parlamentaria en todas las instancias y cada una ejecutó su rol. En el Senado no se pudo replicar esa experiencia y yo no dudo que parte del fracaso en esa Cámara tuvo que ver con eso”.
Daniel Lipovetsky
“Salimos del Palacio a caminar y a saludar a los cientos de miles de jóvenes que se manifestaban y reclamaban por los abortos clandestinos en la Argentina, y fuimos con el propósito de no sólo recuperar fuerzas sino también para transmitirles a los diputados dudosos todo lo que estaba pasando afuera, para que tuvieran conciencia de lo que sucedía y que había que dar una respuesta a esa expectativa. Sirvió mucho para conseguir los votos que nos faltaban”.
Araceli Ferreyra
“No tuvimos la ley pero tuvimos marea. A veces pienso que si hubiéramos tenido la ley unos años antes, no sé si hubiéramos cambiado la historia política de la Argentina. Cuando nos roban el derecho a decidir sobre nuestras vidas con libertad en el Senado, en un momento medio enojada pensé, ‘esto se lo vamos a discutir en la campaña electoral sino lo quieren discutir ahora’, si creen que matando el proyecto se termina la historia, se equivocan”.
Carolina Moisés
“Las nuevas generaciones interpretan esto de una manera tan diferente que estamos obligados a representarlas, y eso se notó el día de la media sanción en la calle, donde se veía claramente la definición antropológica y sociológica de los perfiles que apoyaban una cosa y la otra. Eso fue una constante que fue creciendo, y en la sala de operaciones de ‘las sororas’ medíamos esa tensión”.