Al mediodía, cuando estaba por empezar el partido de Uruguay y España, me acordé de aquel pibe que fui y que tenía siete años en el '50, cuando Uruguay ganó el Mundial de Brasil. Con mis hermanos Martín, dos años mayor que yo, y Walter, un año y medio menor, nos pasamos toda la noche de boliche en boliche, festejando aquel título glorioso. Aquel botija cantaba, imitaba a Miguel Aceves Mejía, a Nat King Cole, a Gardel, me hicieron cantar hasta dejarme sin voz. A eso de la una de la mañana, cuando decidimos volver a casa, no sabíamos cómo hacer, nos habíamos perdido y terminamos todos en una comisaría. Fue un día maravilloso y creo que desde entonces abracé al fútbol para siempre. 

Ayer, por supuesto, me prendí desde temprano al televisor y quedé encantado con la actuación de los muchachos. No se ganó, pero fue un partido muy lindo. No voy a hacer un análisis técnico porque no soy un especialista, pero creo que los celestes fueron muy superiores, que tuvieron jerarquía, que demostraron en la cancha esa humildad que uno sabe que tienen afuera. Yo conozco muy bien a estos muchachos, soy amigo de algunos, compartí con ellos la concentración antes del partido contra Bolivia por las eliminatorias y sé muy bien qué clase de gente es. Es una pena que no se haya ganado el partido, pero más pena me da por Rubén Sosa, que erró ese penal. Me imagino cómo debió sentirse en ese momento, pero seguro que recibió el apoyo de todo el grupo.

No sé qué pasará de ahora en más, habrá que esperar los partidos contra Corea y Bélgica, pero les tengo mucha fe, y la actuación de ayer debe haberlos dejado muy conformes. Es posible que este equipo uruguayo sea superior al del último Mundial, pero aquel también tenía buenos jugadores, sólo que no estaban bien ordenados en la cancha y además estaban desaprovechados; si no no se explica cómo Rubén Paz casi no jugó. Aquel Mundial me dejó una amargura terrible. El día del 6 a 1 contra Dinamarca vi el partido junto a Alikó, el representante de Pablo Milanés. Lloré como loco, como tantas veces lo hice con Peñarol desde que soy hincha, es decir, desde toda la vida.

Muchas veces me pregunté a qué obedece el fenómeno de que Uruguay, un país tan chiquito, saque tantos buenos jugadores de fútbol y haya conseguido tantos triunfos internacionales. Creo que es porque estamos enfrente de dos gigantes del fútbol como son Argentina y Brasil, lo que nos da la posibilidad de imitación; la otra razón es qué los uruguayos, como los negros (y yo reúno las dos condiciones), tenemos que meterle fuerte para demostrar que somos iguales a los demás; y la última es, aunque no soy católico, que pienso que las cosas, en el fondo, se reparten, y a nosotros la varita nos tocó por el lado del fútbol. Además de todo, y pienso que esto es lo más importante, no tenemos la soberbia de creernos los mejores.

* Nota publicada en Página/90 durante el Mundial de Italia.