La complejidad económica que venían padeciendo los clubes de barrio se agravó desde el comienzo de la cuarentena, y la situación de incertidumbre es lo que domina la escena para cuando tengan que reabrir sus instalaciones luego de la pandemia.
El presente es más oscuro aún por los gastos que significa mantener una institución en regla, al depender de la Inspección General de Justicia (IGJ) u otros organismos jurídicos, que no están vinculados con las asociaciones sin fines de lucro.
De esa manera, a partir de una iniciativa del presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), Mario Cafiero, y el director del Consejo Federal de la misma entidad, Carlos Cleri, se crearon en diversos municipios de todo el país las llamadas “Mesas del Asociativismo”.
El objetivo de ellas es fomentar la comunidad organizada y fortalecer las economías regionales. Para ello unen fuerzas, en cada distrito, las cooperativas, mutuales, sindicatos, y clubes, que trabajan junto con los municipios para poder crecer. A partir de esa iniciativa nació una inquietud que va tomando fuerza, y es que los clubes entienden que deberían depender del INAES y no de la IGJ, que regula a las sociedades comerciales con fines lucrativos.
Los argumentos que presentan los clubes son que los requerimientos que exige la IGJ (balances, trámites ante escribanos, gastos de contadores, abogados, etc.), más tener que trasladarse a los organismos jurídicos en las capitales de las provincias, generan una erogación por las que se les hace inviable responder a clubes de barrio o pequeñas entidades que responden a trabajos sociales, que se mantienen por la colaboración que pueden aportar sus socios.
La estimación oficial es que existen aproximadamente unos cinco mil clubes, pero que de manera “clandestina” funcionan más de 20 mil que realizan el trabajo social, deportivo y/o cultural, sin poder tener los papeles en orden por lo oneroso de ellos.
“El sector de la población -explica Cleri- que basa su forma de actuar en la solidaridad, la reciprocidad, la cooperación, y la ayuda mutua, hay que juntarlo. Es la primera parte de organización de la sociedad que tiene estímulos distintos al egoísmo, al individualismo, el lucro o la acumulación de riqueza. Entonces, nos dimos cuenta que había que convocar a las cooperativas y a las mutuales, que son las que naturalmente tienen esta inclinación”. Y agrega: “Pero también tienen que estar los sindicatos, que son los primeros que buscaron sistemas asociativos para entenderse, y luego los clubes, que están haciendo un trabajo social muy grande. Es decir, todos los que tienen en la cabeza que la maximización del interés general e individual se logra a través de la cooperación”.
Cleri, en diálogo con Líbero, aclaró su vinculación con los clubes: “En mi caso fue natural. Armamos un club en enero de 2019, que nació a partir de la escuela (César) Menotti de entrenadores, pero organizado sobre la base de las villas de Capital y Gran Buenos Aires, con la idea de conformar un club nacional de todos los que están afuera del sistema. La intención es que los chicos que son talentosos en el fútbol no se conviertan en mercancías, y los que no lo son puedan encontrar una guía para salir y no se conviertan en desechables”.
Las relaciones que fueron logrando los acercó con el grupo denominado “Defendamos los clubes”, que son las instituciones pequeñas, y fueron las primeras en revelar que había más de 20 mil en Argentina. “Ellos sienten una afinidad -continúa Cleri- hacia nosotros, que tenemos otra visión, y empezamos a hablar con otras organizaciones y generó una fuerte adhesión con el mismo clamor: buscar la manera que el INAES sea el ente rector, ya que tiene otros principios”.
Líbero intentó comunicarse con el responsable de la IGJ, Ricardo Nissen, pero no obtuvo respuesta. De todas maneras, desde ese organismo reconocen que la mayor parte de los clubes no están inscriptos, y les parece lógico que se arme algún tipo de participación de esas entidades, que podrían ser no sólo deportivas, sino también culturales o artísticas. La Comisión de Enlace se formó hace unos meses, y volverán a tener otro encuentro donde se va a empezar a discutir este punto.
“Notamos una predisposición muy grande de parte de la IGJ. Ahora buscamos hacer un mapeo con las instituciones para poder clasificarlas y ver lo que necesita cada una. Es un tema federal, ya que participan las provincias y los municipios en las reglamentaciones”, explicó Cleri.
En relación a los clubes con estructuras sólidas, como pueden ser los de Primera División del fútbol argentino, Cleri aclaró: “Nos interesa las bases, las cosas desde abajo. Esto no es para los clubes grandes, que ya tienen su estructura armada y funcionan como asociaciones civiles. Es una concepción social la que nos mueve para todo esto. Como las mutuales están dentro de INAES, ellos mismos piden pasar los clubes al INAES”.
Los ejemplos más claros se dan en las provincias de Santa Fe y Córdoba, donde los clubes viven de su mutual, que son muy fuertes y generan recursos paralelos que permiten mantener el club.
San Juan Bosco de San Martín
El club San Juan Bosco (fundado en diciembre de 2018) de José León Suárez, partido de San Martín, está ubicado en la villa La Cárcova, donde se desempeña el padre José María “Pepe” Di Paola, uno de los referentes principales de los curas villeros. El presidente de la entidad, Víctor Lupo, le contó a Líbero su realidad. “Ante el agobio que tienen los clubes, es insostenible remitir a la IGJ. No es fácil, porque personas jurídicas es provincial, y cada club tiene una jurisdicción distinta. Y los de Provincia tienen que hacer el trámite en La Plata. Para un club de Zárate, por ejemplo, es imposible. Por eso hace 40 años que no aparecen clubes nuevos”.
Lupo aclaró que hace dos décadas “Santa Fe intentó con la personería deportiva, para que el control lo haga la secretaría de Deporte, y no prosperó. Lo que hay son algunas municipalidades que entregan una personería municipal, para que se hagan algunos trámites locales”.
“Los clubes -destaca Lupo- no se pueden inscribir en la IGJ porque siempre le falta algo, entonces no pueden recibir ningún subsidio. Hay una ley que se llama ‘Clubes de Barrios y de Pueblos’, del año 2014, que no está reglamentada. Los clubes piden su reglamentación para obtener los beneficios que le hacen falta, como la tarifa social. Los clubes son los héroes de esta pandemia, porque se transformaron en comedores y merenderos”.
El Centro Social y Cultural Flores Sur
El crecimiento que sostiene el Centro Social y Cultural Flores Sur, situado en la calle Pillado 1076 de ese barrio es otro reflejo del aporte de estas instituciones en la sociedad. El proyecto lo iniciaron a fines de 2009, en un predio que estaba abandonado, y con un poco de ingenio y coraje empezaron a trabajar para recuperarlo. Se desarrolló un plan de gestión que también aporta a la comunidad, no sólo deportivamente. El responsable, Ariel Palombi, explicó que también se dictan “talleres de formación laboral, y culturales. El año pasado conseguimos un predio al lado que estaba vacío, y armamos un anexo. Hoy tenemos un equipo de primera en futsal, básquet, patín y otras actividades. Esto es una mutual”.
Flores Sur, en estos días de pandemia, se encuentra repartiendo alimentos a precios accesibles luego de un acuerdo con el Mercado Central, barbijos, y todo lo que se necesita para esta época. “La idea del INAES -sigue Palombi- es muy buena, porque la mayoría de los clubes dependen de la IGJ. La idea es potenciarnos entre nosotros. En el INAES los trámites son gratuitos, la IGJ es profesional y se necesita un abogado para todo. Esto es un trabajo social, una militancia que tenemos, y pretendemos que el Estado reconozca eso. Si juntamos a las casi 50 mil asociaciones que generan recursos en cada institución, eso también merece expresarse en el momento de discutir”.