El anuncio de la habitual lista de Forbes de los 100 deportistas mejor pagados del mundo no tiene mucho de novedad para ellas, las deportistas: en el recuento que lideran Roger Federer, Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, con ganancias que superan los 100 millones de dólares (en concepto de salario, premios y sponsors), no sorprende que aparezcan solamente dos mujeres entre los atletas más cotizados del período que va desde el 1 de junio de 2019 hasta su par de este año. Es más: la aparición de la japonesa Naomi Osaka junto a Serena Williams (29 y 33 del ránking de la revista, respectivamente) volvió a poner a más de una mujer entre la lista de los más ricos del deporte, algo que no sucedía desde hacía cuatro años, cuando a la estadounidense se le había sumado la rusa María Sharapova.
Mientras la lista de Forbes aporta detallados números para comprender la desigual distribución de la riqueza en el deporte, también permite volver la lupa sobre un universo con una realidad particular: el tenis.
El de la pelotita amarilla, entre los números millonarios que abruman de la estadística de Forbes, no sólo es el único deporte que le permite a las mujeres ingresar en su lista de cuentas abultadas. También aparece como un deporte con cierta equidad en cuanto a las ganancias: sacando a Roger Federer (el suizo, uno de los emblemas deportivos del marketing mundial, lidera el ránking con 106 millones de dólares en ingresos), de los seis tenistas que aparecen en la lista de Forbes, Osaka y Williams tienen ganancias por patrocinio incluso más elevadas que las de Rafa Nadal y Novak Djokovic, quienes las superan en el monto final gracias a mayores premios por sus torneos conquistados.
Forbes, incluso, aclara ante los 34 millones de dólares por ingresos de marcas publicitarias que obtuvo Osaka estos últimos doce meses que ninguna atleta femenina de ningún otro deporte por fuera del tenis ha logrado este rango de élite monetario. De la lista de las deportistas mejor pagadas que la revista económica relevó en 2019, las 11 primeras son tenistas.
¿Qué pasa, entonces, con el tenis? Ante ese interrogante, la lupa puesta sobre Osaka y Williams se vuelve en el tiempo y enfoca sobre Billie Jean King, destacada tenista y pionera de la lucha por los derechos de las mujeres deportistas. Hacedora de cambios que llevaron al tenis a ser un escenario más equitativo de oportunidades, la lucha de King, además, fue de vanguardia feminista en el universo deportivo: este 2020 se cumplen 50 años de uno de sus primeros reclamos por "equal pay" ("igualdad de salarios"). Fue en 1970, después de ganar un torneo en Italia por el cual le pagaron 600 dólares, mientras que el campeón masculino recibió 3.500.
"Todos piensan que las mujeres deberíamos estar emocionadas cuando recibimos migajas, y yo quiero que las mujeres tengan el pastel, el glaseado y la cereza también", fue una de las frases por las que muchos y muchas recordarían a King. La tenista norteamericana también se eternizó en un partido que quedó grabado, por igual, en la retina de fanáticos del deporte y de activistas por los derechos de las mujeres.
Billie Jean King venía de cinco años consecutivos como la número uno del mundo, mientras que Bobby Riggs llevaba ya quince años desde su retiro como tenista, lejos de su título de Wimbledon en 1939 y de los flashes que lo destacaban como el mejor de todos a principios de la década del ‘40. Cuando Riggs aseguró que el juego de las mujeres era inferior y retó a cualquiera de las principales tenistas del momento a intentar vencerlo a sus 55 años, Margaret Court aceptó el duelo y perdió por 6-2 y 6-1. Y King, que había rechazado previamente enfrentarlo, sintió que debía ceder a la burda provocación de Riggs y que tenía que vencerlo.
"Margaret, tienes que ganar. No es sólo un partido de tenis. Va mucho más allá", recordó sus palabras King, 46 años después, hacia su compañera de circuito. "Ahora tengo que jugarlo, no tengo elección. Las jugadoras acabábamos de comenzar la WTA. Estábamos viviendo nuestra infancia. Y yo sabía que el partido era fundamental, que ayudaría al tenis y a los deportes femeninos", revivía la excepcional tenista estadounidense en una entrevista con el Washington Post.
Las palabras que brotaban, patéticas y machistas, desde la boca del cincuentón Riggs, le daban la razón a King. "Las mujeres me gustan en el dormitorio y en la cocina -dijo en un reportaje televisivo previo al partido, ante las risas del conductor Johnny Carson-. Creo que la mejor manera de manejar a las mujeres es mantenerlas embarazadas y descalzas. De esta manera, no se preocupan por salir al mundo de los hombres, competir y obtener el mismo dinero y todo eso. Se quedan en su lugar y ayudan a sus hombres. El hombre es el rey, el hombre es supremo".
King arrancó con un juego agresivo la segunda edición de la "Batalla de los sexos" , el nombre con el que se dio a conocer el partido y con el que quedó en el recuerdo masivo de las noventa millones de personas que la vieron en todo el mundo. Y ganó: liquidó a Riggs por 6-4, 6-3 y 6-3. Apenas terminó el partido, él le dijo que "la había subestimado", pero igualmente siguió estoico con su machismo a cuestas. Un detalle (no tan) curioso: a la derrota de Court a manos de Riggs, se la recuerda como "La masacre del día de la madre", pero la sonada caída del tenista bajo la gracia de King no tuvo tal eco terrorífico en el lenguaje ni en la memoria.
Aquel triunfo con el que la que la tenista que impulsó la WTA le hizo tragar todas sus palabras a Bobby Riggs no fue, sin embargo, el hito más grande de aquel año en su lucha por las jugadoras. Ese mismo 1973 y a partir de su amenaza de bajarse del US Open, King logró que el de Estados Unidos se convirtiera en el primer Grand Slam en pagar el mismo monto para sus vencedores varón y mujer. El trabajo que inició la dueña de 129 títulos de singles y 39 trofeos de Grand Slam (individual, en dobles y mixto) lo retomó su compatriota Venus Williams, quien con su activismo logró que, en 2007, Wimbledon abandonara su postura de diferenciación salarial y ya todos los Majors, desde entonces, ofrecieran idéntico premio a campeones y campeonas.
En un circuito mundial en el que todavía hay varios torneos que ofrecen premios diferenciados a sus ganadores, el activismo de Billie Jean King sigue incólumne: cuando Federer salió a proponer, hace unas semanas, que las asociaciones de jugadores se nucleen y potencien en una única organización, la tenista de 76 años aplaudió su idea y le recordó al mundo que ella lo había estado diciendo desde principios de la década del ‘70. "Hagámoslo realidad", le contestó King, una de las primeras mujeres que luchó y ganó, adentro y afuera de la cancha, e inauguró una posta: para todas las que quieran relevarla e inspirar sus propias batallas, esas que se volverán conquistas que otras admirarán.